ᴄαρíтυℓσ 35

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Koga cerró la puerta tras de sí, liberándose del locker negro que tenía abarrotado de todo ese dinero que Kikyo le confirió para resguardar. Debía cuidarse de Inuyasha, hacía tiempo que tenía la mirada puesta sobre él y estaba dispuesto a hacer lo que sea para ponerlo contra la pared.

No podía permitir eso.

Soltó un suspiro al sentirse ligero nuevamente y notó la presencia de su madre, quien se hallaba sentada en el borde de la cama, al parecer acababa de despertar, pero no de la forma natural, su pecho se movía irregularmente, como si hubiera sufrido de alguna pesadilla, o alguien más hubiera sido el causante de su repentino despertar.

—Hola. —saludó.

—Hola, hijo. —respondió ella. —¿Has visto a tu hermana?

—¿Kagome? No la he visto.

—He oído unos gritos y luego un estruendo en el cuarto de al lado.

Los ojos de Koga brillaron resplandecientes en la oscuridad que solo era complementada por la luz de la lámpara de noche que había en el cuarto, las ventanas estaban cerradas, por lo que era lo único que iluminaba la habitación.

Kikyo había cumplido con su parte, tal como había prometido, y ahora surtía la magia, ¡boom! Inuyasha y Kagome habían peleado, Koga estaba más que satisfecho con la situación actual.

Tal vez podría hacer algo más que guardar ese dinero, tal vez pudiera comprar un poco de... droga. Hacia mucho tiempo que no probaba, siquiera un poco.

—Iré a hablar con Kagome, ya vuelvo. —habló Naomi, saliendo de la habitación, Koga aprovechó la oportunidad para colocar los billetes abultados en fajos bajo el colchón de la cama, ahí de seguro, no estarían vulnerables a la vista invasora de los demás.

Koga estaba muy feliz.

...

—¿Qué... diablos? —reaccionó Kagome tras de unos minutos estática, sin decir una sola palabra. El silencio volvió a aparecer entre los dos.

—¿Solo vas a decir eso? —inquirió Inuyasha.

Kagome elevó la vista hasta chocar con la mirada del pelinegro. Curvó un poco sus labios, creando una mueca.

—Solo escúchate, Inuyasha ¿acaso enloqueciste? —reprochó Kagome, su voz empezaba a tambalear.

—Te hubiera hecho la misma pregunta si hubiera sabido que hiciste un examen de ADN a Moroha y a ti sin mi consentimiento.

—¡Pero resultó negativo!

—Todo fue un error.

El corazón de Kagome se detuvo.

—¿Estás hablando en serio?

Inuyasha asintió, ante las palabras de la chica.

—Si no te sientes cómoda hablando de esto ahora, podemos hacerlo después, sé que para ambos es complicado.

—No, yo... yo quiero hablar ahora. —tomó de su camisa al chico que ya tomaba su camino para marcharse de la habitación, este ante el llamado de la azabache retrocedió a su posición inicial. —Solo, no me interrumpas.

—De acuerdo. —accedió.

—Yo, cuando tenía quince años, cometí un gran error, salí de casa a una fiesta sin avisar a nadie, todo terminó en un embarazo precoz. —Kagome trató de contener las lágrimas, pero inevitablemente una se deslizó por su memoria al recordar una vez más ese doloroso momento. —Tuve un parto con dificultades, y mi bebé murió, eso fue lo que dijeron, me trajeron un feto, un feto muerto, alrededor de unas horas después de darme la noticia. Sin embargo, la channela que había tejido mi madre y dí a una de las enfermeras para que cubriera a mi hija, no era la que envolvía al feto, no obstante a una eso, Moroha la tenía, eso fue lo que me impulsó a hacer esta locura.

El llanto de Kagome había incrementado, Inuyasha parecía encontrarse a kilómetros de la azabache, se sentía incapaz de hacer contacto con ella, se sentía gélido, inhabilitado para ejercer tacto sobre la frágil figura de la menor.

—Moroha llegó a mis brazos por una señora mayor, al parecer enfermera, y ella, murió literalmente unos segundos después de haberme dado a Moroha.

—Justamente, eso me dijeron cuando, me dieron la noticia de la defunción de mi bebé.

—No puede ser, hay alguien más tras todo esto. ¿alguien en mente?

—Ni la más mínima idea. —Kagome seguía en su burbuja, intentando secar las lágrimas que no cesaban de caer por sus ojos.

—Sé que esto es muy difícil para tí, y todo, por mi causa.

Inuyasha sintió que este era el momento perfecto para hacer lo que nunca pensó que haría por mucho que se lo planteó.

—Yo, quería pedirte perdón.

—¿Perdón? —Kagome desvió su vista a él.

—Te pido perdón por todo, porque destrocé nuestras vidas de la peor manera. Si no fuera por mí, tal vez todo hubiera marchado mejor.

Kagome se sintió profundamente tocada por las palabras de él. Las pronunciaba con tanto arrepentimiento, que podía sentir años de reprochamiento al pelilargo por sí mismo. Pareciera que había estado años esperando para poder decir solamente esas palabras.

—Te perdono, Inuyasha, y me perdono a mi también, yo también actué con insensatez, no puedes cargar con toda la culpa tú solo. Estaba tan concentrada en olvidar los problemas que tenía en casa, que no tomé el cuidado suficiente.

—Podría decir lo mismo, pero, aún puedo recordar vagamente lo mal que te traté aquella noche, te di el trato que tendría una cualquiera, yo lo siento mucho, en verdad.

—Yo te perdono, Inuyasha, por todo. No hace falta remover nada más del pasado.

—Sentía que debía pedir perdón por toda la mierda que te hice, por lo estúpido que fuí. Por las duras palabras que pronuncié.—dijo Inuyasha, acercándose un poco más a Kagome, quien soltó un sonido casi inaudible.

—Ya no tienes que arrepentirte más. —hizo una pequeña pausa.—Solo, te agradecería si, me dieras un poco de espacio. No guardo rencores, pero, necesito un poco de tiempo para mi misma.

—Comprendo perfectamente. —afirmó Inuyasha, alejándose algo apenado de su repentina acción.

—Saldremos adelante, solo debemos organizar nuestras ideas, y descubriremos quien está tras todo esto. Confío en tí.

—Gracias por tanto y perdón por tan poco.

Volvió a lamentarse una vez más Inuyasha, y Kagome le propinó una sonrisa nostálgica, tal como había dicho la azabache, juntos saldrian de aquella situación, la menor no perdía la fe de que todo estaría bien.

—¿Qué le diremos a Moroha al respecto de esto? —inquirió Kagome, con un tono ciertamente preocupado.

—Yo sugiero que no comentemos nada hasta el momento en el que la verdad haya salido a la luz.

—De acuerdo. —aseguró, la Higurashi.

Sin embargo, ambos no sabían, que un detalle como ese, podría marcar la gran diferencia.

Continuará...

...

Las verdades están saliendo a la luz /se ríe pq sabe la pieza que le falta al rompecabezas.

𝐋𝐨𝐨𝐤𝐢𝐧𝐠 𝐟𝐨𝐫 𝐌𝐨𝐦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora