ᴄαρíтυℓσ 30

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Moroha fue interrumpida en aquel momento por la azabache, quien recién se abría paso en la habitación, provocando algo de ruido a causa de la puerta de madera.

-Oh, aquí estás. -se dio cuenta ella, mientras se sentaba en el piso del lugar con las piernas cruzadas.

Moroha se encontraba algo nerviosa, siempre había procurado que nadie la viese con aquel artículo entre sus manos, pero esta vez se había encontrado tan concentrada en el aroma agradable que desprendía la prenda que ni siquiera fue capaz de percibir los pasos de su niñera acercándose a la habitación de su padre. No sabía que hubiese pasado si en vez de tratarse de ella, hubiese sido él quien entrase por la puerta.

-¿Qué estabas haciendo? -inquirió Higurashi mientras observaba el objeto sobre las manos de la menor. Recordaba haberlo visto en algún lugar antes -Oh, ¿qué es eso? ¿puedo tomarlo? -Moroha asintió.

-Es el único recuerdo que queda de mamá. No le digas que me viste aquí a papá, por favor. -suplicó y Kagome movió su cabeza en signo de aprobación.

La joven se encontraba inmersa en sus pensamientos. ¿Donde había visto esta channela antes? El sedoso tacto de la tela le hizo recordar muchas cosas.

...

-¡Hermano! Por favor, entregale esto a la enfermera, olvidé dárselo antes para que cubriera a Mitsuri.

...

No podía ser. No podía ser aquella channela. Claramente no.

Habían tantas channelas iguales en el mundo, precisamente aquella no podía ser la suya.

Entonces otro recuerdo invadió su memoria.

...

-¡Kagome! ¡Adivina! Acabo de bordar esto para ella, tiene un conejito, mira que lindo es.

...

Kagome, por si las dudas, rebuscó en la tela aquel bordado en forma de conejo. Y lo encontró. En una esquina se encontraba, precisamente como lo recordaba. Higurashi no entendía en absoluto esta situación. Acercó la tela a sus fosas nasales y lo detectó, detectó el aroma de aquel perfume que utilizaba en sus tiempos de docente, aquel perfume con aroma a flores que con sus ahorros le había regalado su madre.

Ni siquiera quería hacer caso a los pensamientos que como una estrella fugaz viajaban en su cabeza a gran velocidad. Todas sus conjeturas conducían a una única pregunta.

En caso de que todo esto fuese realidad, Moroha, tenía posibilidades de ser... ¿su hija?

Aquello era imposible. Mitsuri estaba muerta y enterrada. Por Dios ¡ni siquiera había podido tenerla en sus brazos! Todo aquello tenían que ser simples tonterías.

Sin embargo. Aquel simple objeto y todo lo que había pasado hasta ahora conducía a aquel hipotético hecho. Moroha e Inuyasha guardaban celosamente una channela, que a diferencia de las demás, tenía una marca identificativa que claramente reconoció. Moroha nunca conoció a su madre. Las alusiones constantes de desconocidos y cercanos al gran parecido que guardaba con la pequeña Moroha. La extraña sensación de reconocimiento que sintió al ver por "primera vez" a Inuyasha. Todo encajaba jodidamente bien.

Incluso, el hecho de que nunca le habían devuelto su channela, pese a todo lo que pasó.

¿Cómo el tener en sus manos aquel pedazo de tela nuevamente le había hecho cambiar su perspectiva totalmente en tan solo unos instantes?

-Kagome-chan. -llamó la niña sacándole de su transe. -¿Qué pasa? ¿Estás bien?

Y volvió su rostro hacia el de la pequeña Moroha. Perdiéndose en sus ojos café y notando una vez más la similitud qué guardaban sus orbes con los de la infante. Su cabello azabache y su tez blanca. Cada pedazo de Moroha ahora parecía resultarle una parte de sí.

𝐋𝐨𝐨𝐤𝐢𝐧𝐠 𝐟𝐨𝐫 𝐌𝐨𝐦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora