Capitulo 5

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El concepto «esposo» provoca de modo inmediato un efecto muy poco excitante. La mayoría de los hombres son cazadores por naturaleza y, con el matrimonio, esa caza se termina. Algunos jóvenes prefieren el aburrido papel del esposo devoto, pero nunca he sido capaz de comprender por qué. ¿Quién quiere un simple marido cuando puede tener un amante ardiente en su lugar? Cuando se cierra la puerta del dormitorio deben abandonarse las barreras de la educación. Recordad que no es necesario ser una meretriz para actuar como tal de vez en cuando.

Del capítulo titulado «Con un poco de lujuria llegaréis muy lejos»

El nivel del vino de la licorera había bajado de forma significativa y sus voces debían de haber aumentado algunos decibelios, pero ese era el tipo de compañía que más complacía a Jiwoong, que se recostó en la butaca con una copa entre los dedos y una sonrisa. genuino en los labios.

—Es agradable tenerte de nuevo en casa. Me alegra de que vinieras aquí primero. Jiwoong y su hermano Changbin estaban cómodamente sentados, sin corbata y con las chaquetas tiradas en medio del mobiliario desordenado de un soltero, en la estancia que Jiwoong consideraba su estudio. Era un batiburrillo de antigüedades del Viejo Mundo, algunas piezas procedentes de Oriente, y un ecléctico conjunto de mesas lacadas y viejas estanterías de roble, muy agradable para la vista, al menos para la de Jiwoong. No era ningún secreto que él rechazaba las formalidades siempre que podía. Changbin, un año mayor, a la sazón el primero en la línea de sucesión al ducado de Rolthven, y tan poco interesado en ese papel como el propio Jiwoong, sonriente.

Era el más reposado de los tres hermanos. Tenía el mismo tono de piel y la misma constitución física, pero sus ojos no eran azules, sino negros. Diplomático por naturaleza, estaba muy capacitado para la misión que desempeñaba en el gobierno británico. Su porte discreto no expresaba ni la autoridad natural de Minho, ni esa actitud más despreocupada de Jiwoong ante la vida.

—Te aseguro que es agradable estar de vuelta. Pasé por Grosvenor Square, pero ni Minho ni su nueva duquesa estaban en casa.

—Les invitan a todas partes, a todas horas.

—Me lo imagino. —Changbin se arrellanó y contempló su copa con satisfacción.

—Al menos tú estabas en casa... cosa que me sorprende un poco.

—Al contrario de lo que la gente cree, a mí me gusta pasar una noche a solas de vez en cuando. Y estoy encantado de haberme quedado hoy en casa ya que has venido. ¿Cuánto hace que no pisabas suelo inglés? ¿Más de un año? —Lord Wellington es un patrón despiadado a veces. Jiwoong levantó una ceja.

—Seguro que sí.

—Gana batallas. —Esa frase simple y un leve encogimiento de hombros resumieron los sentimientos de su hermano. —Y esperemos que esta maldita guerra, con la ayuda de hombres como tú —comentó Jiwoong.

—Y tú. —Changbin bebió un sorbo. —No desestimes tus servicios a la Corona, Jiwoong. Dios sabe que agradecemos la complejidad de tu cerebro. Jiwoong no valoraba demasiado su papel de asesor ocasional en el Ministerio de la Guerra. Aunque nadie lo mencionaba, había obtenido la mejor nota de matemáticas de todo Cambridge. Pero la buena sociedad solo hablaba de su disoluta vida privada y del número de mujeres y donceles que se llevaba a la cama.

Pese a que, en un sentido filosófico, era inmune a la estrechez de miras con que los demás juzgaban su existencia, seguía provocándole una punzada de irritación esa falta de interés por su intelecto. Changbin, sin embargo, no había olvidado la facilidad de Jiwoong para resolver pequeños rompecabezas en un tiempo récord, y unos años antes había implicado a su hermano en la tarea de descifrar el código de los comunicados franceses. El desafío era estimulante y aunque Jiwoong nunca había sentido deseos de ser militar, al menos así podía ayudar a su país de algún modo. Una vez que él traducía los códigos, la información volvía a España y se utilizaba para interceptar mensajes.

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