Sé que es un cliché, pero los libertinos reformados son unos maridos excelentes. ¿Por qué? En primer lugar porque han corrido mucho. ¿La segunda razón? Porque saben cómo complacer en el lecho. Pensadlo. Al fin y al cabo, por eso se les considera libertinos.
Del capítulo titulado «Cuando lo sabes, lo sabes»
Sería un milagro que conservara el coraje. Jisung se ajustó el picardías, confeccionado a medida para la ocasión, e intentó dominar la bandada de mariposas que anidaba en su estómago. El camisón, se dijo, debía ser provocativo y él era su marido. Estaba autorizado a verlo con cualquier atuendo y punto. Aparte de que lo había visto con mucha menos ropa. Pero esto era más que osado y era obvio que estaba pensado para seducir.
El corte le quedaba por arriba de los glúteos y eso hacía que el traje que había lucido en la ópera pareciera recatado, estaba seguro de que si se daba la vuelta le asomaría todo el trasero. Un buen comienzo para una velada que esperaba memorable. Ir casi desnudo, según lady Rothburg, podía resultar más cautivador que una exposición total.
«Cubríos con una tela transparente, ofrecedle un atisbo del paraíso y luego fascinadle hasta que pierda el control.» «Pensad como una cortesana.» Tal vez sería capaz, pero necesitaba un poco de ayuda de la famosa seductora. A Jisung jamás se le habría ocurrido intrigar a Minho a base de intentar algo nuevo. No cuando él parecía disfrutar tanto haciéndole el amor como ahora... cuando las cosas habían progresado tanto entre ellos desde aquellos comienzos tan poco prometedores.
Al pensar en su noche de bodas, se dio cuenta de lo poco que en realidad su madre le había explicado sobre el acto amoroso. Sus labios esbozaron una sonrisa irónica al recordar la «conversación» de madre a hijo que ambos mantuvieron. Minho había hecho todo lo posible para tranquilizarlo, incluso apagó las luces antes de desvestirse. Lo cual empeoró las cosas, porque así él no podía verle... y cuando notó su miembro cálido y erecto pegado al cuerpo, tuvo un ataque de pánico. Pero lo cierto era que estaba muy enamorado de su marido y que deseaba complacerle, y una vez pasó el punzante dolor de la primera embestida, descubrió que le gustaba la sensación de tenerle encima, y dentro.
Ahora lo esperaba con ansia. Ya no era un recién casado tímido, y pretendía que esta celebración fuera distinta, en un sentido perverso, a todo lo demás que habían hecho. Esta noche iba a seducirle de la forma más pecaminosa posible, a embrujarle, y si el libro de lady Rothburg decía la verdad, colmaría una secreta fantasía masculina que la mayoría de los hombres se resistía a reconocer. Jisung pretendía que esta fuera la velada más memorable que habían vivido juntos.
Sabía que antes de él hubo otros. Cuando conoció a Minho, disfrutó de aquel primer vals fatídico y cayó de cabeza en el acogedor resplandor del amor, no pensó ni un segundo en su pasado. Ahora, algo mayor y claramente más sofisticado, era consciente de que él distaba de ser virgen cuando se casaron. No era Jiwoong, pero tampoco era un santo. Bien. Él no quería un santo. Quería un hombre loco de lujuria por él. Y amor, si era sincero consigo mismo, pero Minho no era dado a hablar de sus sentimientos, de manera que se conformaría con que lo demostrara, hasta que estuviese preparado para reconocer esa emoción más profunda de forma verbal. Tal vez nunca lo diría. Esa descorazonadora posibilidad existía, pero quizá a él le bastaba con saber que lo sentía.
Jisung se pasó el cepillo por la melena suelta una vez más, alisó la seda transparente sobre sus caderas y se dio la vuelta para contemplar la alcoba. Los candiles estaban encendidos, en el aire flotaba un ligero perfume, había una botella de champán y dos copas junto a la cama, que estaba abierta mostrando unas acogedoras sábanas de seda color crema. Era perfecto. Solo necesitaba a su marido.
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Lecciones de Seducción - Minsung
FanfictionNingún doncel de verdad debería tomar clases de una cortesana... Jisung, El nuevo esposo de Minho Northfield, quinto duque de Rolthven, es la encarnación del novio perfecto. ¿Qué diría entonces la sociedad si lo vieran con una copia de Los consejos...