Capitulo 12

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La duplicidad siempre tiene un coste.

Del capítulo titulado «Lo que vuestros maridos os ocultan»


Minho se sentía como un mentiroso. Un tramposo. Si se equivocaba, lo estaba insultando de la peor forma posible. ¿Infiel?, ¿Jisung? «Dios, por favor, haz que esté equivocado.» Bebió un sorbo de vino y observó a su esposo en el otro extremo de la mesa. Estaba precioso, como siempre. Pero había algo en él que transmitía inquietud. Para empezar estaba más callado y parecía preocupado. No solía ser él quien iniciara la conversación, pero esa noche tuvo que esforzarse para llenar los silencios entre ambos. ¿Era acaso porque se sentía culpable? Él era quien se sentía culpable, maldita sea, por contratar a un hombre para que siguiera todos sus pasos.

—Es muy agradable, ¿verdad? Estar los dos solos, para variar.

—Una velada tranquila en casa es una idea encantadora. —Jisung bebió un sorbo de vino. Su cabello centelleaba bajo la luz de las velas. —No solemos hacerlo lo bastante a menudo. Lo que no hacían a menudo últimamente era el amor. Era culpa suya, porque no conseguía superar sus dudas; pero lo deseaba. Rayos y centellas, lo deseaba. Ese sacrificio había sido una auténtica tortura. Esa tarde le habían entregado el primer informe. A pesar del nudo que tenía en la garganta, dijo:

—Dime, ¿qué has hecho hoy, querido? «Por favor no me mientas. Por favor.»

—Recados sobre todo. La sombrerera y ese tipo de cosas. —Él irguió los hombros con elegancia. —Fui a ver a Jeongin de camino a casa.

—¿Ah? Minho esperó.

—Sí. Nada más. Él sabía lo de la visita, por supuesto. Conocía al detalle todos sus movimientos.

Por ejemplo, le habían informado de que un caballero solo se había presentado en la casa de Jeongin Smythe veinte minutos después de que Jisung entrara en el edificio. Sabía que las cortinas del salón delantero habían permanecido echadas. Y sabía que el caballero se quedó más de una hora, después de lo cual había salido de la casa, seguido al poco por Jisung. Hudson aún no conocía la identidad de ese misterioso desconocido, pero la estaba investigando. La descripción era un poco vaga, porque el empleado de Hudson estuvo vigilando desde el otro lado de la calle, pero el informe señalaba que el desconocido era ágil, como un joven. Jeongin era amigo de Jisung desde hacía años. ¿Era posible que facilitara una cita discreta para su esposo y su amante? Minho se cuestionaba el incidente con una angustia interior, confiando en que no se reflejara en su rostro. Lo único que fue capaz de hacer fue ensartar otro pedazo de cordero asado, masticarlo y tragárselo. La cocción era perfecta, pero le supo a serrín. Consiguió tragarlo con un sorbo de vino.

—Entiendo —murmuró. —¿Cómo está el condess?

—Bien. ¿Otra respuesta escueta? Esperó que se explayara pero él no lo hizo, y se limitó a servirse más patatas.

Resultaría sospechoso que le preguntara si Jeongin estaba acompañado cuando llegó. ¿Cómo podía saber él algo así si nadie se lo había contado? No dijo nada, pero el silencio fue de pesadilla. ¿Cuándo demonios iba a decirle que estaba embarazado? Minho dejó a un lado el tenedor, incapaz de seguir fingiendo que tenía hambre. Quizá debería preguntárselo sin más. Tal vez debería preguntarle también por qué, de repente, estaba a todas luces incómodo en su compañía.

—Deseo ir a visitar a mis padres. Creo que me marcharé mañana. —Su esposo habló en voz tan queda que apenas oyó sus palabras. Bajo la luz de las velas, sus pómulos quedaban ensombrecidos por sus largas pestañas.

—No. —La autoritaria respuesta surgió sin que Minho pudiera evitarlo. Jisung le miró de frente, con evidente sobresalto.

—¿Cómo... cómo dices? Minho necesitaba tenerlo cerca, por si acaso estaba en lo cierto.

Lecciones de Seducción - MinsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora