Capitulo 8

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Cuando comience la caza, grabad que vosotros sois el premio. Si renunciais al poder, él lo recuperará encantado. Si decides conservarlo, como te recomiendo de corazón, hazlo de la forma más sutil y placentera posible.

Del capítulo titulado "Cosas que todo joven debe saber"


Una cacería extravagante no se correspondía a la idea que Minho tenía de cómo pasar una mañana agradable, ni tampoco lo consideraba muy digno. Pero aceptó porque Jisung se lo había pedido de tal modo que negarse le pareció una descortesía. Los demás invitados parecían haber abrazado con entusiasmo el espíritu del juego y, para ser sincero, probablemente era más entretenido que estar sentado en el estudio con su secretario. «Sobre todo en momentos como este», pensó, mientras paseaba junto a su esposo y echaba una ojeada a sus contorneados tobillos, mientras él se inclinaba hacia delante y extraía con aire triunfante un premio de debajo de un arbusto decorativo. Jisung se irguió y se dio la vuelta con la mano extendida.

—Mira. Me parece que esto es bastante bonito.

—Es una piedra —dijo él con delicadeza.

—Pero es bastante bonita, ¿no crees?

—Debo admitir que no suelo sentarme a reflexionar sobre sus propiedades estéticas. Jisung lo miró burlón.

—Su excelencia ¿no desea ganar esta competición? Yo creía que alguien con tu eminente posición mostraría un poco más de espíritu competitivo. Se supone que hemos de encontrar la piedra más peculiar. Si esto no te convence, quedémonosla hasta que encontremos otra que te parezca mejor.

Aunque el juego le parecía absurdo, no podía dejar de admirar la forma en que los rayos del sol iluminaban el cabello rubio de Jisung. Esa mañana tenía un aspecto fresco y saludable, con su sencillo traje de muselina crema ribeteado de satén verde claro. Las mangas, ligeramente abombadas, resaltaban la esbeltez de sus brazos, y llevaba el cabello recogido. Jisung, la personificación de la juventud y la belleza, encajaba con la atmósfera bucólica del jardín y el parque, saludable, joven, vivaz y... ¿fértil? Minho se preguntó si sería demasiado pronto para preguntarle sobre el tema, pero estaba casi seguro de que el período se le había retrasado varias semanas por lo menos. No es que él llevara la cuenta, pero era muy consciente de cuando no podía compartir su cama.

Había pasado cierto tiempo desde que él había admitido que no era el momento adecuado para que le hiciera el amor. No llevaban suficiente tiempo casados ​​para que él supiera si eso era normal en él o no, pero no había duda de que el aspecto sexual de su relación era de lo más satisfactorio, y que ejercía sus derechos a menudo. No le sorprendería lo más mínimo que ya estuviera embarazado. Un hijo. Le gustaba la idea. Y no solo porque tener un heredero fuera de su maldita responsabilidad, cosa que le sorprendía, porque él siempre había considerado el concepto «hijos» como algo abstracto. Sí, uno se casaba y, de acuerdo con el curso natural de los acontecimientos, concebía hijos. Pero Jisung fecundo con una criatura suya, con el hijo de ambos... Esa idea le conmovía de forma inesperada.

— ¿Pasa algo malo, Minho? —Su esposo ladeó la cabeza y entre sus delicadas cejas apareció apenas una arruga. —Tienes una expresión de lo más rara. Ya sé que este tipo de juegos no te gustan mucho, pero...

—Los juegos en general no suelen ser plato de mi gusto, pero no me importa. —Sonrio. —Y opino que esta piedra es bonita. Es cuarzo, creo.

-¿Oh sí? —Él se miró la mano muy contenta. —Bastante bonita, si se me permite decirlo.

—Deslumbrante —reconoció, mirándolo a él y no a la endemoniada roca. Su precioso esposo se ruborizó al captar la inferencia y el sentido de aquella mirada.

Lecciones de Seducción - MinsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora