Capítulo 4

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Los hombres y jovenes no son compañeros naturales salvo en un sentido físico. Lo habitual es que no nos gusten las mismas distracciones, y que no nos parezcan graciosas o interesantes las mismas cosas, y nuestras vidas cotidianas son tan dispares que a veces es difícil que nos comprendamos mutuamente. Hay pocos hombres que se preocupen de su guardarropa, salvo de un modo muy ocasional, y hay pocas mujeres y donceles a quienes les guste hablar sobre caballos y perros de caza. No obstante, estas numerosas diferencias pueden favoreceros. Elogiadle y agradecedle siempre que os conceda algo de su tiempo y dinero, y veréis que aumenta su generosidad.

Del capítulo titulado «Convertir la desgana en fogosidad»

El sobre en cuestión estaba entre un montón de correspondencia, y no llevaba sello ni señas del remitente. El secretario de Minho, Mills, un joven delgado de rasgos insulsos y porte discreto, se lo entregó algo extrañado.

—Esto... creo que es de su excelencia, él duquess. Minho cogió el pergamino que le ofrecía.

—¿De mi esposo?

—Sí, señor.

—¿Por qué demonios me iba a escribir una nota? —Era una pregunta ridícula, porque ¿cómo iba a saber su secretario lo que pensaba Jisung? La verdad es que la mayoría de las veces ni el propio Minho lo entendía.

—Parece una invitación, excelencia —dijo Mills, solícito.

—Eso ya lo veo. —Minho examinó el texto por segunda vez. —Resulta bastante interesante que te inviten a tu propia casa. Y aún lo es más que él duquess haya olvidado hablarme de sus planes. ¿Por qué demonios planea una fiesta campestre?

—¿Una sorpresa, señor? —Mills recolocó una pila de documentos con su usual eficiencia, y una actitud más discreta que nunca. Minho le miró.

—Estoy de acuerdo —dijo con sequedad. —Es una sorpresa, pero eso no me ayuda a comprender por qué no me dijo ni una palabra sobre ello.

—Su cumpleaños, excelencia.

—¿Mi cumpleaños?

—El día cinco. Cumplirá usted veintinueve.

—Ya sé qué edad tengo —replicó con aspereza, sintiéndose un poco tonto. Al pensar en ello, calculó que era la semana siguiente. La verdad es que no le había pasado por la cabeza que su encantador y joven esposo hiciera algo como planear una fiesta para celebrarlo. No sabía si sentirse conmovido o un tanto molesto. Ambas cosas, seguramente. Aunque apreciaba el considerado gesto, también estaba demasiado ocupado para olvidarse de todo e irse al campo a holgazanear durante cinco días, en una casa repleta de invitados. Jisung tenía una tendencia infernal a complicar cosas que deberían ser simples. Suspiró, dejó la invitación sobre la mesa, y descubrió un leve rastro del seductor perfume impregnado en el papel. —Puesto que sin duda él ya ha enviado otras invitaciones al evento, supongo que no me queda otro remedio que asistir. Por favor, compruebe mi agenda y cambie todas las citas que sea posible. Me parece que tenía que ver a lord Liverpool durante esos días, y uno no cancela una cita con el primer ministro a menos que él esté conforme. De ser así, usted me acompañará a Rolthven y así podremos trabajar un poco mientras esté allí. Ahora mismo lo mejor es que vaya en busca de mi esposo e intente averiguar si está maquinando algo más que yo no sepa.

—Sí, excelencia. —Mills se comportó con su eficiencia y discreción habituales, mientras Minho se ponía de pie y salía de su estudio.

En el vestíbulo principal se encontró con el mayordomo, quien le informó de que sí, en efecto, él duquess acababa de llegar y estaba en casa. Mientras subía la estilizada curva de la escalinata principal que conducía al segundo piso donde estaban sus aposentos, Minho pensó en cómo manejar la situación. Tal vez un firme reproche. Aunque no quería parecer desagradecido por esa celebración en su honor, él debía entender que no podía reorganizar su agenda.

Lecciones de Seducción - MinsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora