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—¡Annelie Rubrum de Tenebris, consorte real y reina de Umbría!

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—¡Annelie Rubrum de Tenebris, consorte real y reina de Umbría!

De inmediato,  al oír el anuncio, Stella y Luna bajan la cabeza y se inclinan con las manos entrelazadas a la altura de la cintura, en profunda reverencia, sintiendo los pasos acompasados del gran monto de personas que han entrado al salón.

—Levántense —ordena una voz suave, como de una mujer con salud delicada.

Obedeciéndola, alzan la mirada y Stella descubre que su voz es todo lo contrario a su físico. Posee una belleza exótica, con cabellos rojos como el fuego, pequeños ojos de un verde jade que brillan con inteligencia y fuerza, de mejillas algo regordetas salpicadas aquí y allá por pecas de un tono muy claro. Su piel es blanca como alabastro y su vestido deslumbrante, con brocados de oro finísimo.

—Lord Aeternus —murmura la reina con asombro —. Los rumores no alcanzan a hacerle justicia a la verdadera belleza de sus hijas. Lo felicito.

El barón inclina la cabeza, simulando una sonrisa.

—Herencia de mi amada esposa —contesta, acariciando la mano de su mujer quien se sostiene de su brazo con cariño.

La risilla con la que contesta Annelie a Stella se le antoja superficial, y dándole una mirada altanera a lady Elizabeth, asiente.

—Cierto, muy cierto. Stella, querida —Su atención se concentra en la mencionada. Sus manos van a la barbilla de la doncella alzándola, observando cada detalle de su rostro, lo que la hace sentir como ganado expuesto en el mercado. —Exquisita, estoy orgullosa de mi elección. Primus quedará... totalmente prendado de tu belleza.

La mención del príncipe logra que el estómago de la joven se revuelva. Ha decidido no ponerle asunto, pero cada vez que lo mencionan, siente cómo su mundo entero se hunde y de tan solo pensar en que tendrá que cumplir ciertos... deberes, se siente morir.

—Es usted muy gentil, alteza. No soy digna de tamaño honor —musita sin mirarla a los ojos, ha escuchado que no le agrada.

—Y añadiendo humildad a sus virtudes tiene el paquete completo. Luna... —Ahora sus ojos escudriñan a la menor, quien se mantiene con la mirada en el suelo haciendo una vez más la reverencia—. Qué rostro tan angelical, me alegra que hayas decidido acompañar a tu hermana. La vida en palacio puede ser muy abrumadora, tener alguien de confianza a su lado la ayudará a aclimatarse.

—Es mi deber, alteza —responde Luna con cortesía.

—Estoy encantada, muy encantada —afirma la consorte real y vuelve a soltar esa risilla vacía.

—Mi reina, si me lo permite —interviene la baronesa —. Hemos preparado bocadillos especiales para agasajarle. Tenemos una habitación lista para su descanso.

—Oh no, querida. No pretendo quedarme a dormir. Por fortuna,  Luxor está cerca de la capital, así que mi visita será corta. Solo vine a ver a mi futura nuera y conversar a solas con ella —La entonación de sus palabras es casi musical, y a la misma vez molesta, como quien quiere ostentar demasiada delicadeza.

TENEBRIS . El amor no florece en la muerte. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora