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—¿Qué se supone que estás haciendo? —El rostro de Lucian se voltea en dirección de la voz de la reina y de inmediato abre los ojos horrorizado por su presencia en la alcoba

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—¿Qué se supone que estás haciendo? —El rostro de Lucian se voltea en dirección de la voz de la reina y de inmediato abre los ojos horrorizado por su presencia en la alcoba.

Annelie lo observa con incredulidad y pasmo, no puede creer que sea tan insensato, tampoco se lo pudo creer cuando le llegó el recado de lo que su hijo estaba haciendo en sus aposentos; pero al ver a las dos chicas de la servidumbre chillar y cubrirse con las mantas, no necesita de más confirmación. El muy casquivano está haciendo justo lo que le dijo que no hiciera.

Aprieta los dientes con fuerza para no perder por entero los estribos y toma todo el aire que le permiten sus pulmones.

—¡Fuera, ahora! — Su grito hace a las mujerzuelas volver a chillar y se encarga de mirarlas con toda su furia mientras dan tropiezos recogiendo sus asquerosas ropas de la alfombra.

Una de ellas comete el error de pasar cerca suyo y de un tirón, agarra un mechón de sus cabellos complaciéndose en los quejidos que emite la chica y la acerca a ella.

—Lidiaré con ustedes dos más tarde —gruñe y la suelta con brusquedad, haciendo que dé un traspiés.

Su mirada regresa a Lucian que ríe insolente como un desquiciado. De inmediato se aproxima, le agarra la barbilla y con fuerza lo atrae hacia sí para verlo mejor.

—¿Estás lleno de opio? —La respuesta del joven es otra carcajada llena de descaro, lo que provoca que lo abofetee seguidas veces, presa de la rabia—. ¡¿Cómo te atreves?! ¡¿Cómo puedes ser tan idiota, Lucian?!

—¡Ya basta, madre! ¿También tú me golpearás ahora? —replica él cubriéndose como puede el rostro.

—¡Yo! —Golpea ella con más fuerza—.¡Debí! —Vuelve a golpear—. ¡Golpearte con más frencuencia! ¡De seguro hubieras resultado menos estúpido!

—¡Basta, no tienes derecho! —arguye Lucian alejándose al decirlo, incorporándose sobre sus rodillas y mirándola desafiante desde la diferencia de altura que le brinda el hecho de estar sobre su cama.

—¿No tengo derecho? ¡¿No tengo derecho?! —Annelie suelta un gruñido exasperado—. ¡Soy tu madre, maldición! —Empuña las manos abandonada a la ira—. ¡Yo soy quien ha luchado porque tengas un futuro asegurado en esta porquería de mundo! ¡Yo he soportado lo indecible por tí! ¡Yo! —Palmea su pecho con fuerza al verlo no darle importancia a nada—. ¡Tengo todo el derecho! ¡Yo te dí la vida y segura estoy como el infierno que puedo quitártela! ¡¿Te atreves a enfrentarme?!

Al verla al punto de volver a atacarlo, la expresión descarada de Lucian cambia y comienza a sollozar, aproximándose con cautela hasta abrazarse a su pecho, como el niño mimado que es.

—Perdón —balbucea una y otra vez—. Perdóname...

—Cúbrete —Lo empuja su madre haciendo que rebote en el colchón—. Apestas a servidumbre —acusa y soltando un suspiro pesado, le da las espaldas buscando recobrar la compostura.

TENEBRIS . El amor no florece en la muerte. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora