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«Si la muerte tuviera un rostro como ese, el mundo entero correría gustoso en pos de ella sin temor al sepulcro

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«Si la muerte tuviera un rostro como ese, el mundo entero correría gustoso en pos de ella sin temor al sepulcro. Si tuviera esos ojos, multitudes vivirían solo para ahogarse en el océano de plata líquida que brilla rebelde en sus pupilas. Si poseyera esa cascada de cabellos castaños, los más valientes caerían al vacío solo por rozarla con sus dedos. Y esos labios... aunque cargados de ponzoña amarga y letal, beberían de ella cual fuente de exquisito elixir

Ante los ojos del mundo, Stella Aeternus se revela como el ejemplo vivo de la más etérea belleza » divaga la mente del príncipe mientras detalla con su inquisitiva mirada a la doncella frente a él; y se obliga a endurecer el rostro y volver a sus sentidos.

Él no es el mundo entero y mucho menos una presa fácil que caería bajo el hechicero embrujo de esa mirada. Si Annelie creyó que caería por algo tan frívolo como eso, entonces no es tan inteligente como él cree.

El silencio que reina mientras sus ojos se enfrentan es abrumador. Él la observa casi con descaro, esperando verla ceder ante su escrutinio, pero no lo hace, se mantiene impávida, observándolo desafiante cuando se acerca e incluso cuando se inclina sin dejar de verla, tomando su suave mano para rozarla con los labios.

—Lady Stella, aquí me tiene, enteramente a sus pies —La respuesta de la doncella es una agraciada, lenta y silenciosa reverencia.

—Lady Elizabeth —Saluda Primus quitando los ojos de Stella y besa la mano de su madre la cual nota que es tan bella como su hija —. Lady Luna —La hermana menor se inclina mirándolo sorprendida, lo cual le resulta un tanto gracioso.

Tal parece que esperara tuviera otro tipo de apariencia, imagina que es otra de las que cree las historias sin sentido que rondan en la corte.

—Lord Aeternus, reciba mi más sincero agradecimiento por su hospitalidad —Se gira en dirección del cabeza de familia,  con el ánimo de terminar de saludar.

—Sean bienvenidos usted y los suyos, alteza —responde el alto barón de Luxor con vehemencia, y el mismo brillo en sus orbes que descubre, heredó su prometida.

«Ahorrémonos el protocolo, le ruego se sientan como en casa. Hemos hecho todos los arreglos para que disfruten su estadía aquí en los días que nos acompañarán.

—¿Días ? —cuestiona con el ceño fruncido.

Esto no estaba en los planes, se suponía que sería una visita corta y formal, para luego regresar a palacio escoltando a su prometida y proceder con la presentación y luego la boda.

—Pues sí. Tenemos una tradición en Luxor y es que el novio conviva con la familia de la novia antes de la boda. Así tendremos oportunidad de conocerle y afianzar los lazos. Mucho me temo que esta condición no es negociable, aunque sea usted el hijo del mismísimo rey Malik.

Primus queda sin palabras ante su diatriba y por lo que ve, Stella también, quien pestañea sorprendida en su dirección.

«Bien, sin nada más que discutir, les ruego usen sus vestiduras regulares, dejen las armaduras a un lado, la guerra no ha llegado a Luxor —declara el baróncon lo que nota es un dejo de desdén.

TENEBRIS . El amor no florece en la muerte. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora