Capítulo 2:

12.3K 711 78
                                    

3:30 de la mañana:

Maldecía en voz baja, quería dormir y Peber llevaba al menos unos cinco minutos ladrando. Por más que intentaba enterrar mi rostro en la almohada, no funcionaba. Debía levantarme temprano para recoger el horario y familiarizarme con las instalaciones y probablemente no llegaría a tiempo debido a este inconveniente.

"Peber, ¿podrías callarte? No hay nada en esa esquina, amigo." —espeté enojada.

Peber gruñó una vez más y lo volteé a ver para comprobar que no había nadie, pero para mi suerte, había una sombra totalmente oscura en lo último de mi habitación. Entre cerré los ojos y me los froté para ver otra vez y comprobar que eso solo había sido producto de mi imaginación. Pero, cuando los volví a abrir, esa sombra estaba cara a cara conmigo sonriendo cínicamente y no lo pude reconocer por la oscuridad. Pegué un grito y Peber salió corriendo para morder a la ¿nada? Jadeé asustada, pero de la nada me quedé dormida.

8:00 de la mañana:

Mis manos se extendieron por toda la mesa de noche, en un intento de encontrar mi télefono y poder apagar la alarma. Deseaba tomarme cinco minutos más, pero sabía que esos cinco minutos se convertirían en una o dos horas, y realmente, no quería dar una mala impresión en mi primera llegada. Salí con cierta pereza de la cama, tomándome unos momentos para estirarme y ser la mitad de funcional que de costumbre. Al terminar, caminé hacía el baño para tomar una ducha matutina y despertar correctamente. Luego de tallar mi cuerpo y lavar mi cabello, salí de la ducha envuelta en el vapor, envolviendo una toalla a mi alrededor. Cuando me acerqué al lavabo para cepillar mis dientes, el reflejo del baño cortó mi respiración, comenzando a sentir esa conocida sensación de desespero.

Eres mía, Ekaterina.

¿Qué carajos? Yo era nueva aquí, nadie me conocía, ¿quién demonios pudo haber sido?

Tú lo has dicho, el demonio; Ekaterina.

Mis manos intentaron desesperadamente borrar aquellos mensajes siendo completamente inútil. Sentía mis ojos escocer y mi garganta cerrarse, lo más prudente que creí fue salir del baño para vestirme rápidamente y poder salir del apartamento, de repente sentía el espacio reducido. Tal vez aquellas visiones se trataban de un leve estrés, por el cambio de horario, de país y el haber dejado a mi familia atrás.

Después de tomar un taxi y comer algo antes de la hora citada, pude llegar a Cambridge. Al entrar no pude perderme entre los cuadros, los muros y la decoración, los largos pasillos y los infinitos salones, todo se sentía como un sueño. Con cierta torpeza, me acerqué a la recepción y luego de un par de indicaciones obtuve mis horarios y pude conocer las facilidades. Al salir de la universidad, aproveché la oportunidad para conocer un poco más de Londres. Era tan diferente a Nueva York, sus calles, sus colores, el ambiente. Era como estar en un nuevo lugar. Al salir de una tienda de aperitivos, una señora tomó mi brazo mientras me observaba a los ojos con intensidad. Mi corazón se sentía golpear contra mi pecho, pues su aura y presencia se me hacía conocido.

"Tu vida está a punto de dar un cambio. Llorarás, sonreirás, sufrirás, tendrás miedo, te vas a enamorar, no de una persona normal, y no vas hacer la misma. No le tengas miedo a lo que veas, tenle miedo a tus sentimientos, porque a lo largo eso es lo que te va a hundir niña, que Dios la bendiga y cuídese."

Le iba a preguntar que de qué demonios me hablaba, pero es como si se hubiera evaporado, como si nunca hubiera pasado. ¡Jesucristo! ¿Soy yo o es Londres?

El dulce era algo que siempre me calmaba, por lo que no lo pensé mucho y entré a la heladería continua. Había comido reciente, pero, nunca era suficiente. La comida y dulce siempre serían una prioridad.

"Hey, ¿me das un helado de chocolate? —Le pregunté de manera cortés al joven que se encontraba detrás del mostrador, el cual se me hacía muy mono. — "Claro, ¿y para tu novio?"—Ante la pregunta no evité fruncir mi ceño totalmente confundida. Pues, estaba segura que no tenía novio y mucho menos venía acompañada. —"Perdón, pero yo no tengo novio."— El joven arrugó su nariz, negando mientras señalaba detrás de mí. —"Estaba detrás de ti. Era alto, de pelo rizado, ojos verdes y fuerte. Lo juro, chica."

¿No podía ser un día más raro?, de verdad. Después de tomar mi helado y pagar por el, decidí volver a casa. Había estado mucho tiempo afuera y lo más segura, Peber tenía muchas ganas de salir y explorar un poco más. Cuando llegué, tomé la correa que se encontraba colgando contra la pared, llamando a su vez a mi compañero y así poder ir a dar un paseo. Su cola se movía con emoción y no dejaba de brincar a mi alrededor, al parecer alguien estaba muy ansioso. Al cerrar la puerta, me encontré con Patrick. Iba a saludarle, pero el mayor se me adelantó.

"Hola, vecina."— Su mano se sacudió en un pequeño saludo, el cual devolví de manera dificultosa debido a Peber. —"¿Si?"— pregunté, quizá se le ofrecía algo o quizá solo tenía curiosidad. —"¿Es ese tu perro?"—Al oír su pregunta, no supe si reír o contestar de manera seria, opté por la última, pensando en que si estuviera mi madre, me reñiría, por lo que asentí, dejando a relucir la correa que se encontraba alrededor de mi mano. —"¡Es muy lindo!"—comentó mientras intentaba acercarse a Peber, pero no funcionó, Peber le gruñó. —"Lo siento, él suele ser así con extraños. No es por ser descortés, pero necesito llevar a Peber afuera."

Al contrario de lo que pensaba, no se molestó, sino, se despidió y dijo que no era problema alguno. Después de aquella corta conversación pude sacar a Peber, cuando me dio algo de frío, supe que era momento de regresar. Al soltar a Peber, volví a ducharme, me sentía cansada y lo más que anhelaba eran unas pocas horas de sueño. En esta ocasión, no había nada escrito, lo cual, me brindó cierta paz. Terminé de vestirme, para así acomodarme en la cama y llamar a Peber. Estaba acariciando su pancita recién llena, cuando esa sombra volvió aparecer, todos mis sentidos se alertaron, quedando sentada de golpe. Mis manos se aferraban al cobertor, sin pestañear en ningún momento.

"¿Qué haces aquí? ¿Quién eres? ¿Qué quieres?" — La sombra sonrió de manera que todos sus dientes quedaron a relucir, desde lo último de la habitación. La desesperación y nerviosismo invadían cada célula de mi cuerpo, mi garganta y pulmones de repente dejaron de fluir y mis manos temblaban de una manera increíble. Peber comenzó a ladrar con fuerza, notando como su pelo se encrespaba y sus colmillos salían de una manera amenazadora. Lo único que se oía era el chasquido de su lengua, sus pasos y la respiración agitada. Pronto su rostro quedó al descubierto, tan cerca del mío que me quedé estática.

"Estoy aquí por ti, dulce y virgen, Ekaterina. Tu peor pesadilla o quizá, no." —Sus palabras salieron con una seguridad aterradora, sus ojos eran totalmente negros, sin emociones, llenos de maldad y odio. Iba hablar, quería gritar, correr, pero una vez sus ojos se cruzaron con los míos, quedé inmóvil, solo podía sentir y escuchar.

Su respiración chocó contra la curvatura de mi cuello, y posteriormente sentir como deslizaba su lengua por mi piel, el como sus labios se arrastraban por el área, rozando sus dientes de una manera brusca, de tal manera que al otro día estaría consciente que todo eso había pasado y no era una mala jugada como yo tanto aseguraba. Sus dientes se enterraron con ahínco, mientras mi piel era succionada de la misma forma, creando una asquerosa y grande marca.

"Lo siento, querida, pero eres mía y estás marcada. Hasta luego, dulce y virgen Ekaterina."

__________________________________

Íncubo |H.S|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora