Capítulo 2: "Las apariencias engañan"

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No estaba completamente segura de internarme o no. Después de una semana de profundos pensamientos y peleas con mis padres, decidí hacerlo.
Heidel Keibod estaba situado en plena ciudad, a pocas cuadras de mi hogar.
Cuando llegué al hospital me detuve un momento para contemplar su fachada, pues la imagen muestra mucho de algo. Este edificio era enorme, ocupaba una manzana entera, sin embargo, era de un solo piso. Es de un color similar al beige, un poco más claro; la entrada era grande y tenía espacio para el ingreso de vehículos, además tenía unos tres escalones que daban a la puerta principal. Me preocupé un poco al ver la ausencia de ventanas, nunca antes había visto algo igual, tal vez había alguna en las partes administrativas, pero en lo poco que observé no encontré ninguna.
Al entrar se veía gente que obtenía ayuda, que salía adelante, gente buena y alegre. El
ambiente era pintoresco, agradable, nadie pensaría que es un hospital psiquiátrico. Tenía enormes pasillos blancos, cuenta con cuarenta y ocho habitaciones (divididas en dos sectores), comedor, biblioteca, cuatro salas de aislamiento, oficinas administrativas, y otros salones en los que hacen reuniones. Comencé a pensar que fue buena idea internarme y dejar atrás tanto temor.
A pesar de todo esto, nunca olvidé lo que mis padres me decían: "las apariencias engañan". Ellos aceptaron que me interne unos meses en este lugar para ver si había cambio alguno.
Me asignaron un cuarto solo para mí, y designaron a mi doctor. Soy paciente del Doctor Henry Blake, especialista en malos recuerdos.
Cuando llegué a mi habitación me senté y pensé: "¿Esto es lo que haré? ¿Habré exagerado con venir aquí?". La verdad es que... no lo sé, solo el tiempo lo podrá decir.
Lo primero que debía hacer antes de empezar con tratamientos o terapias era contar mi problema. Henry era demasiado alto a comparación mía, de cabello negro y ojos color café. Lo estaba esperando en mi habitación, y al llegar me miraba como si estuviera enojado, solo que cuando notó mi cara asustada, él sonrió y puso su mano sobre mi hombro.
-Tranquila, niña. No creerás que todo es como en películas ¿cierto? -Dijo Henry.
-Me... Soy Susan ¿Usted es el doctor Blake? -Dije nerviosa.
-Encantado de conocerte Susan, y sí, soy yo. Tú doctor. No te ves para nada mal, excepto... un poco asustada ¿A qué le tienes miedo?
-Eso es lo que me pasa, miedo. Miedo a mis pesadillas, son constantes, perturbadoras... quiero que se vayan.
-¿Me quieres hablar sobre ellas?
-A eso es a lo que vine ¿no? En mis pesadillas veo gente que no conozco, esas personas sufren y son maltratadas, pero a veces... sueño con mi familia o con amigos que son... son víctimas de lo que hay en mi sótano. Siento como si fuera real, comenzó hace unos meses, luego se detuvo y hace unos pocos días volvieron -Relaté.
-¿Qué hay en tu sótano?
-Una sombra, un ser, un fantasma. No sé qué es en realidad.
-Mucha gente vino ya con cosas parecidas, y créeme, se curaron. Hoy no haremos nada más, mañana empezaremos con tus sesiones, y luego te enterarás sobre otras sorpresas, este hospital te fascinará.
-Espero que tenga razón.
Durante los primeros días todo marchaba normal, recibía terapias todos los días las cuales eran de gran ayuda. Me hacían ver que lo que sucedió no fue más que un mal momento, o al menos es lo que ellos querían que yo crea.
En esta semana que transcurría conocí gente nueva, una de las personas que más me llamo la atención, fue una anciana llamada Francisca Águeda, era muy extraña por así decirlo, en sus ojos se notaba que escondía un secreto muy duro de su pasado, ya que ella tenía esa mirada entre odio y tristeza que delata a cualquier persona. Ella era muy cerrada, no hablaba mucho, ni tampoco ignoraba a las personas. Solo se reservaba.
En el hospital también había jóvenes de mi edad. Teníamos una terapia juntos, y todos los sábados cada uno contaba el avance que hacía. Creo que esa era la sorpresa de la que me habló el doctor, una buena sorpresa.
En mi primera terapia del sábado, conocí a una chica llamada Madison Smith, le decíamos "Madi", y sufría de anorexia porque en su infancia la obligaban a participar de concursos de belleza donde le prohibían comer lo normal, tenía dietas especiales y muy estrictas, hasta que decidió internarse voluntariamente y recibir terapia para dejar su trauma con la comida. Madison no era muy alta, medía aproximadamente 1.60 metros (tenemos casi la misma altura), era rubia -pero un rubio oscuro- tenía una sonrisa perfecta y su piel parecía de porcelana. Tenía todo lo necesario para estar en esos concursos. ¿Su defecto? Su sensibilidad, aunque no sé si se considera como un defecto.
Otros dos jóvenes eran gemelos, Brad y Michael Pooly, ambos tenían trastornos mentales luego de ver como asesinaban a sus padres. Los muchachos tenían el pelo de color castaño claro, (sólo sus cabellos nos permitían diferenciarlos, Michael tenía el pelo un poco rizado, Brad lo tenía lacio y un poco corto) medían aproximadamente 20 centímetros más que Madi y yo. Brad era un poco tímido y serio, en cambio Michael, era más carismático... salvo cuando le llevaban la contra.
Ellos fueron las personas con las que más hablaba, nos contábamos todo, eran mis amigos sin duda alguna. Si teníamos problemas o dudas lo resolvíamos entre nosotros. En tan poco tiempo Madi se volvió como una hermana, los gemelos eran mis mejores amigos.
En ese sábado a la noche comenzó el problema, tuve otra pesadilla, pero algo más pasó ahora que nunca antes me había pasado:
Estaba en el baño de mi casa cepillándome los dientes frente al espejo, aún era de día. Lo extraño empezó cuando la puerta del baño se cerró fuertemente y algo invisible me había tomado por los brazos, estaba totalmente inmóvil cuando unas palabras aparecieron en la puerta como si lo hubieran hecho a rasguños o con algo peor. En la puerta decía "LIBÉRANOS". El sueño no terminó ahí, de repente, sentí que me estrangulaban y poco a poco me levantaban, estaba flotando. Quería resistirme, tenía mis manos en mi cuello para poder hacer algo, y en el momento en que ya no aguantaba y solté mis brazos, una cara pálida y demacrada con los ojos profundamente negros apareció en el espejo gritando tan fuerte que lo rompió.
Allí desperté, eran aproximadamente las cuatro de la madrugada, estaba asustada y con la respiración acelerada. Fui al baño que está junto a mi cuarto para poder mojarme la cara y así calmarme un poco. Nuevamente frente al espejo, aunque ahora en la realidad, me miré detenidamente y encontré una marca en mi cuello, mi cuello estaba colorado. En lugar de calmarme, lo único que hice fue asustarme más. No quise mojarme la cara, giré rápidamente hacia la puerta para salir y volver a dormir.
Justo antes de entrar a mi cama, escuché la voz de Madi en el pasillo, pronunciaba mi nombre, me llamaba.
-¿Madi? ¿Qué haces en el pasillo a ésta hora? Está oscuro -Me apresuré en salir de la habitación para buscar a mi amiga -¡¿Dónde estás?!
Cuando salí, no encontré nada más que una silla de ruedas. Sin embargo... volví a escuchar su voz.
-¿Hay alguien aquí? ¡Madison, no hagas estas bromas!
-Suuuusaaaan -Repetía la voz.
-¡¿Qué quieres?! -Exclamé preocupada.
-¡Susan! -Dijo una enfermera que apareció detrás de mí -¿A quién le hablas? Es tarde, ve a dormir.
-¡Aaah mierd...! -Exclamé asustada sin terminar mis palabras -Escuché a Madison que me llamaba, la estoy buscando.
-¿Madison Smith? Ella está durmiendo plácidamente. No te preocupes, todo está en tu mente.
-No estoy loc... Si, iré a dormir... creo que debo descansar bien.
-Yo también lo creo, no estás loca -Dijo la enfermera con tono sarcástico.
Ya tenía el corazón en la boca, luego debería hablar con Madi para hablarle sobre lo que pasó. Y sin más pensamientos, con la mente en blanco, me dormí.
Por la mañana todo dio una vuelta inesperada. Todos eran "siniestros", fue un cambio repentino... o al menos yo no lo esperaba. Nadie se acercaba a hablar con otros, se maltrataban entre sí, en otras palabras: era un caos.
Nadie quiso desayunar, ni siquiera probar un solo bocado. Fui al comedor para desayunar y estaba totalmente sola, había decenas de sillas desocupadas, y yo era la única que estaba sentada en pleno silencio comiendo cereales con fruta y leche. En ese momento entró en doctor Blake al comedor y se acercó a mí.
-¿Cómo despertaste, Susan? Perdona que te interrumpa mientras comes -Dijo Blake mientras yo seguía masticando y luego tragué.
-¿Acaso no va a decirme por qué todos están así? -Pregunté.
-¿Así, cómo?
-¿Por qué todos están tan agresivos, tan raros, tan así?
-Así es como se comportan normalmente, tú estás hace poco tiempo y no lo entiendes. Además esta cafetería no se suele usar, los pacientes deben estar en sus habitaciones, no sé por qué últimamente está funcionando.
-Entonces... ¿Por qué durante mi primer semana ellos estaban bien?
-Las terapias, los medicamentos... ahora tuvieron una recaída. Creo que es una coincidencia que haya sido una recaída masiva.
-Doctor... no creo que haya sido una coincidencia. Anoche pasó algo, esto sobrepasó una pesadilla.
-¡¿Qué?!... ¿Qué pasó? -Dijo Blake y abrió los ojos preocupado.
-Soñé que me estrangulaban, ¡estaban matándome! Y al despertar me calmé un poco, pero luego me observé frente al espejo y tenía las marcas en mi cuello ¡Fue real!
-Susan, por Dios... ¿Quién te querría matar en un hospital?
-No digo que haya sido alguien del hospital sino mi propio sueño, como si estuviera evolucionando.
-Me parece un poco extraño, aunque... tiene sentido. No encuentro que tiene que ver eso con los pacientes, eso ya es demasiado, Susan.
-Tal vez no esté en lo correcto, pero lo del sueño es verdad.
-Eso lo veremos más tarde, recuerda: a las seis y media tienes terapia conmigo. Te veo allí.
Terminado de comer, me levante de mi lugar y salí del comedor dirigiéndome a la habitación de Madi. Mientras caminaba por el largo pasillo y vacío pasillo, escuchaba los gritos de los pacientes en sus habitaciones y nadie reaccionaba a eso, no se acercaban enfermeros ni doctores. Eran gritos estruendosos y desgarradores tanto de hombres como de mujeres.
Me detuve frente a la puerta del cuarto de Madi para poder golpear antes de entrar. Cuando lo hice, ella no me contestó; volví a golpear la puerta, aunque esta vez más fuerte y escuché una débil voz que provenía de Madi:
-Entra, Susan.
Abrí lentamente la puerta dejando pasar primero mi cabeza y luego mi cuerpo, sin embargo Madi no estaba.
-¿Madi? ¿Estás en el baño? -Pregunté.
-¡Susan! ¡¿Qué haces en mi habitación?! -Exclamó Madi, quien apareció detrás de mí como si hubiera estado todo el tiempo en el pasillo.
-¿Dónde estabas? Tú me dejaste entrar
-¿Y a ti que te importa eso? ¡No te dejé entrar! ¡Es mi habitación, no pasarás! -Exclamó Madi, me empujó con su cuerpo y entró a su cuarto encerrándose dando un portazo.
-¡Madi! ¡Quiero hablar contigo! -Grité mientras mi voz hacía eco en el pasillo, y no recibí respuesta.
Suspiré frustrada y pateé la puerta. Caminé hacia la sala de descanso de doctores y enfermeros para poder hablar con alguien, el hospital parecía abandonado, pero afortunadamente la sala de descanso era la única que estaba repleta de gente, mejor dicho gente feliz.
La puerta estaba abierta y entré, había tres doctores y siete enfermeras, ninguno conocido. Cuando entré, todos dejaron de reír y me observaron fijamente de una manera muy incómoda. En eso, un doctor me preguntó:
-¿A quién estás buscando? Los pacientes no pueden estar fuera de sus habitaciones. Regresa en este instante.
-Eso no es lo que pasaba la semana pasada, nadie me dijo eso. Y por si no es bastante obvio, los estoy buscando a ustedes.
-Estás algo alterada -Dijo el mismo doctor.
-Ven conmigo, niña -Dijo una enfermera -Te llevaré a otro lugar para que te calmes.
-¡Estoy bien, maldita sea! Ni se te ocurra tocarme -Exclamé y señalé a la enfermera -Hay varios pacientes que están sufriendo y ustedes... ¡Ustedes no hacen nada! ¡Me voy!
-¿A dónde piensas irte? -Dijo el doctor.
-¡Adiós! -Grité.
Escapé de esa sala corriendo y justo cuando pasaba por la habitación de los gemelos, Michael sale, chocamos y caemos al piso.
-Eres una estúpida -Dijo Michael.
-Perdóname ¿Dónde está Brad? Necesito hablar con ustedes.
-¿Y yo que sé? Él no me importa, tú no me importas ¡Déjame!
-¿Qué te está pasando? ¿Qué les pasa a todos?
-¡MUÉ-RE-TE! -Exclamó Michael furioso mientras se levantaba del piso y yo seguía tirada.
Ya no soportaba el lugar. En tan sólo un par de horas el hospital me demostró todo su aspecto negativo, en realidad me di cuenta que no formaba parte de esto, ya no tendría que formar parte de esto.
Lo que más me sorprendía era ver que a los que yo consideraba amigos ya no me hablaban, ni se hablaban entre ellos, no se dirigían la mirada, eso me preocupaba mucho.
Madi estaba diferente, era egoísta, rencorosa, hasta fría se podría decir.
Los gemelos estaban aún más raros, aunque sólo podría decir por Michael, ya que no encuentro a Brad, pero siempre que los veía estaban juntos, eran siempre unidos, compartían todo tipo de actividades. Michael estaba agresivo, Madi también, y Brad... no había rastro de él. Todo había cambiado, ya nada ni nadie era lo mismo, como si alguien los controlara a través de su alma.
Ya estaba cansada de este asunto, quería salir del hospital. En un principio pensé en pedir el alta, sin embargo... no me concederían eso, por lo que busqué una forma de escaparme, la cual no fue muy inteligente. Intenté salir por la puerta principal, lamentablemente estaba cerrada y automáticamente una alarma sonó, parecía como si fuera una prisión en lo que no era de esperar la llegada de los "guardias", en este caso: dos enfermeros. Ambos me tomaron de los brazos y me llevaban a la fuerza hasta dejarme tirada en una sala de aislamiento, no sin antes inyectarme un sedante en el brazo y luego colocarme la camisa de fuerza. Resistirme era imposible, en poco tiempo el sedante hizo efecto y no podía moverme, se me nublaba un poco la vista y perdí todo tipo de reflejos. Me dejaron tirada en esa sala como si fuera un animal menospreciado y maltratado.
Aunque sea duro admitirlo, definitivamente era mejor estar en mi casa.
No sé cuánto tiempo pasó desde que me sedaron, el efecto ya terminó y sólo me quedaba estar sentada en un rincón a esperar algo. Las horas pasaban sin noticia alguna, hasta que luego el doctor Blake entró a la sala para hablar conmigo:
-¿Qué pasó Susan? No deberías estar aquí ¿Qué hiciste?
Lo miré con el ceño fruncido y contesté:
-¿Para qué quiere que se lo diga? Usted ya lo sabe.
-Es verdad, lo sé -Dijo Blake mirando al piso -Quería escucharlo de ti. Acércate, te sacaré esa cosa -Dijo señalando la camisa de fuerza.
Tenía las piernas un poco adormecidas de tanto estar sentada, así que poco a poco me ponía de pie y me acerqué al doctor.
-Ya no quiero estar en el hospital -Dije soltando unas cuantas lágrimas -Déjeme salir, deme el alta... por favor.
-No estoy autorizado a hacerlo hasta que te recuperes, y como ya perdimos el tiempo de hoy... te veré mañana.
-No me entiende, no lo soporto... me equivoqué al venir, llegué voluntariamente ¿Por qué no me puedo ir de la misma manera?
-Susan, no me compliques las cosas -Terminó de sacarme la camisa de fuerza -Son las ocho de la noche, vete a tu habitación y ya te llevaran tu comida... Intenta relajarte.
-Saldré con o sin su ayuda -Dije y me retiré de la sala.
Ya en cama, comí un poco y luego me acosté. No podía dormir, tenía muchos pensamientos que se arremolinaban en mi cabeza. Estuve en vela casi toda la noche pensando en mis "amigos", mis sueños, el hospital, los pacientes, todo. Hasta que en un momento ya no resistí y me quedé dormida.
Los días pasaban y todo seguía igual, pesadilla tras pesadilla, peleas, gritos, llantos. Un infierno. Cansada de esa rutina, tomé valor para hablar con Francisca que estaba sentada en una silla de ruedas en el pasillo. Debía investigar el lugar, debía hacer algo:
-¡Francisca! ¡Necesito que me digas que está pasando en este lugar! -Exclamé.
-Soy una persona mayor, no es necesario todo este alboroto -Contestó Francisca.
-Perdón, es que me altera un poco lo que está pasando -Dije -Ahora sí ¿Usted sabe que está ocurriendo? -Pregunté.
-Así está mejor. Es raro, todo cambió desde que falleció John Wragge -Contestó Francisca con una voz angustiada.
-Pero... ¿Quién es John Wragge? -Pregunté.
-Él fue el fundador de éste hospital, nunca supe cómo murió, no sé mucho de su vida -Respondió.
-¿Cree que él tenga algo que ver con la conducta de los pacientes? -Pregunté.
-No estoy segura, pero si quieres saber sobre él, ve a la biblioteca del hospital, seguro su biografía y otros archivos estarán ocultos, son secciones prohibidas -Me indicó -Aunque... tendrás mucha suerte si lo encuentras ¡Ten mucho cuidado!
-Eso es algo complicado... Trataré de hacerlo -Contesté.
-Yo solo te di una sugerencia, es tú decisión. Me tengo que ir, adiós -Dijo Francisca muy apurada.
-Está bien, adiós -Contesté.
Me quedé mirando a Francisca retirándose lentamente con su silla, impulsándose con sus delgadas y viejas manos.
Tengo mucha fe en lo que dice Francisca, ella sabía algo más, sin embargo no quiso decírmelo. Era necesario conseguir esos archivos para poder comprender lo que ocurre y salir de éste hospital, pero... ¿Cómo lo conseguiría?


Misterio de las pesadillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora