Después de recoger lo que habíamos dejado en escapar seguimos caminando por los alrededores del lago, buscando algún sitio un poco escondido y algo con lo que alimentarnos a parte de las pocas bayas y el pescado que nos quedaban. En otra ocasión nos habríamos separado para hacer cada uno una tarea distinta, pero era obvio que ninguno quería estar solo, así que primero nos centramos en recoger algún fruto con mucho cuidado, recordando lo que habíamos aprendido para evitar acabar ambos envenenados.
Estuvimos un buen rato, hasta que tuvimos tres pequeñas bolsitas que traía Finnick llenas de diferentes colores. Entonces nos empezamos a fijar más en los alrededores, buscando un buen sitio para pasar la noche.
Buscando entre unos arbustos encontramos unas rocas apiladas, con un gran hueco debajo. No sé si se podría considerar una cueva, pero decidimos quedarnos allí.
No dijimos nada durante un buen rato, mientras nos alimentábamos y bebíamos un poco del agua que habíamos recogido antes de irnos. Hasta que se escucha el himno del Capitolio, y aunque no lo podemos ver, sé que ahí fuera estarán poniendo su imagen, y no puedo evitar que se me escapen un par de lágrimas.
- Finnick, ¿Cuántos debemos quedar?
- Sinceramente he perdido la cuenta, pero quizás unos 6 o 7. La gran mayoría murió en la cornucopia.
- Sí, tienes razón. - se hace un momento de silencio, que no es incómodo, pero que tiene algo que no encaja. Algo que no me encaja a mí - Finnick, podríamos haberla salvado.
- Lo sé - me contesta rápido, seco, y con algo de agresividad - Me pilló demasiado desprevenido, ¿te crees que no querría haberla salvado? Es de mi distrito, la conozco de toda la vida. No sé que cojones me pasó, no estoy muy orgulloso.
- Sí, lo siento - no esperaba que reaccionara así. No quería que se enfadara, pero supongo que estando aquí es imposible tener las emociones estables, no lo culpo. - Obviamente lo habrías hecho. Perdón por dudar de ti.
- Dios, no, lo siento - dice pasándose las manos por la cara mientras suspira para luego mirarme fijamente como él sabía hacerlo - No quería ponerme así. Es que... Me siento raro. Raro contigo. Pero en un buen sentido, no lo sé.
- ¿Como...? - empiezo a decir, pero me interrumpe rápidamente.
- Antes he escapado porque... quería ponerte a ti a salvo. - baja la mirada, y empieza a jugar con sus dedos con nervios, pensando bien cada palabra que me dice. - Siento como una gran necesidad de protegerte. De cuidarte. De que estés bien. Pero no como lo hago con otras personas, no sé, eres especial. Hay algo en ti que hace que me comporte como un estúpido, sin pensar correctamente. Solo queriendo estar a tu lado, mirándote a los ojos y dejándome llevar por ellos.
Con esa última frase vuelve a subir su mirada, y veo como observa mi cara sonrojada después de todo eso. No digo nada, no sé como reaccionar, así que dejo que siga.
- Me gusta mucho estar contigo - dice mientras empieza a acariciar suavemente mi mejilla, haciéndome estremecer con ese contacto. - No quiero pensar en el final de esto. Me pone demasiado triste. Intento pensar simplemente en el presente, aquí, contigo. Creo que ambos sabemos lo que esto significa, pero no quiero ponerte incómoda - con eso aparta su mano y su mirada, empezando a arrepentirse de todo lo que me ha dicho - Dios, lo siento. Todo lo que acabamos de pasar y yo diciéndote esto. Olvidalo. Es una tontería.
-Espera - le digo evitando que se levante - ¿Porqué sería una tontería? Piensa, es imposible que salgamos los dos de aquí, así que, ¿porqué no disfrutar mientras podemos? No sé si siento lo mismo que tú pero... Podemos intentar algo.
- Eris, me gustas. - confiesa antes de dejarme seguir. - Desde que vi tu cosecha, cómo te presentabas por tu amiga, tu valentía, vi algo en ti. En ese momento no sabía que podía ser, y si lo supiera lo habría negado. Pero cada vez que te veía en los entrenos, los pasillos o las entrevistas ese algo crecía cada vez más y más. Hasta que me vi haciendo la primera locura. Presentarme como tu acompañante, aunque me lo negaran primero. Lo conseguí y sólo podía pensar en encontrarte, ayudarte y darte compañía. Sé que parece imposible pero...
- Creo que siento lo mismo. También noto algo en ti, que me atrae y hace no querer separarme. Duele a la vez, viendo como acabaría, pero también está deseoso de más.
Sin darme cuenta, estamos cada vez más cerca, puedo sentir su respiración sobre mis labios, esperando juntarse con los suyos de una vez.
- Eris, dilo.
-Finnick, me gustas - con eso él acortó la distancia entre nuestras bocas, que se unieron en un beso profundo y hermoso, sintiendo como estos habían ansiado ese toque del otro. No era un beso pasional y desesperado, fue tranquilo, con amor y miedo a la vez, pero no queríamos terminarlo. Le acaricio el pelo, sintiendo lo sedoso que lo tiene aunque llevemos días aquí, y veo como se abraza más a mí, queriendo sentir cada pedazo de mi cuerpo.
Después de un buen rato nos separamos, cogiendo aire, y simplemente nos miramos, comunicando todo lo que sentimos en ese instante sin la necesidad de ninguna palabra.
Acabamos estirándonos en el suelo abrazados. Él me dice que duerma acostada en su pecho mientras hace guardia. No quiero hacerlo, quiero ser consciente de cada momento a su lado, pero sin poder evitarlo mis ojos se cierran cada vez más mientras acaricia mi pelo, consiguiendo que caiga dormida después de este día tan agotador.
Que ganas se tenian eeh
¿Que os parece como va la historia? Me encantaria escuchar opiniones y demás para saber como acabar de encaminarla ;)
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~soni🐉
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Muñeca Del Capitolio (FINNICK ODAIR)
FanfictionEris es una dulce niña del distrito 12... Eso es lo que piensa el Capitolio cuando se presentó voluntaria por su amiga en su primera cosecha. Lo que no saben es que estaba más preparada que los demás tributos... Esta historia está situada en los 66º...