Capítulo 1 ~ Tus lagrimas

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Los coches iban siendo arrastrados por los caballos en las carreteras de piedra, las mujeres con elegantes vestidos, sombrero y sombrilla acompañadas de su respectivo hombre; jóvenes tocando música para conseguir dinero, pero todos hacían algo en común: ver el fenómeno que estaba caminando por sus calles.

Sukuna quería arrancarles los ojos a todos los que le estaban mirando, él sabía que era demasiado guapo pero aquello era una exageración.

–¿¡Qué hace con todos esos tatuajes y sin camiseta?! ¡Tiene ojos debajo de los ojos! ¡Usted es un demonio!– Exclamó una anciana, aterrorizada por lo que estaba viendo

–Cállese señora, si se va a morir mañana no malgaste su tiempo en hablar de otros, mejor vaya a casa a chuparsela a su esposo, que con la cara que tiene eso es lo único que se le puede dar bien– Después de decir eso, salió un bostezo por parte del pelirosa.

La anciana no sabía cómo responder, era la primera vez que algún extraño, no, cualquier persona le hablaba de forma tan vulgar. La señora no tenía como responderle, tenía tantas cosas que decirle que no sabía por donde empezar. De pronto comenzó a perder la respiración y poco a poco sentir como sus piernas se debilitaban.

–O puede que se acabe muriendo ahora...– Miró con la cabeza ladeada lo que ahora era una anciana en el suelo desesperada porque no podía respirar. Se encongió de hombros y siguió su camino, ahora la gente no sabía que hacer después de ver aquella situación.

Su próxima parada fue el supermercado. El primer pasillo al que se metió tenía un garrafón de detergente, y él tenía sed, una cosa llevó a la otra y acabó bebiéndose el garrafón, cosa que acabó mal: escupió medio garrafón en medio del pasillo, tenía un sabor pésimo. Decidió ir a buscar otra cosa

–Disculpe, pero tiene que pagar por eso– interrumpió un dependiente, no le inspiraba mucha confianza el pelirrosa semidesnudo con cuatro ojos y con tatuajes posiblemente hasta en el culo que se acababa de beber un detergente y seguía ahí ileso.

–¿Pagar?– Preguntó Sukuna, en el inframundo no había que pagar, aunque había una forma... –¿Quiere sexo? No me van los hombres, vete a la mierda, pídele a otro que te meta el pene– Dijo, y se fue. Obviamente no se fue del supermercado, fue a probar otros productos.

–¿Y esto?– Ahora, cogió un pescado de una longitud aproximada de metro y medio y se lo comió de un bocado; aunque no le gustó mucho ya que 2 segundos después hizo una mueca de asco.–¿Qué es esta cosa dura?– Se metió la mano en la boca y se sacó una espina que estaba ensangrentada por haber pinchado su garganta –¿Es una especie de intento de asesinato?– La que acabó medio muerta (desmayada) fue la mujer que solo pasaba porque sus padres le habían obligado a ir a comprar algo al supermercado.

Sukuna quería aprender más sobre el mundo humano, ya que se había cansado del suyo, pero el supermercado tenía cosas raras y de mal sabor, así que emprendió su viaje hacia su próximo destino.

Caminó con las manos en los bolsillos hasta llegar a un parque infantil, vió niños jugar, y... digamos que la lió.

Diez minutos después había niños llantando, un columpio roto, el tobogán ardiendo, el balancín clavado en el suelo y dos niños patinando sobre una mezcla de detergente con pescado mientras cada uno lleva dos cigarros en la boca y en la nariz. Al sentirse presionado por la gente que le gritaba y le tiraba piedras, se fue del parque.

Ya cansado y necesitando una siesta, fue saltando por los tejados de las casas hasta encontrar un acogedor parque en el que dormir. Bueno, puede que ese parque fuera el patio trasero de una casa, pero eso no le quitaba lo acogedor... Aún. Él igualmente cerró los ojos y durmió plácidamente.

Sukuna x Cenicienta [La estrella que más brilla] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora