Gente común

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Yo conozco gente...
gente que vive, que lucha, que sueña,
gente que usted ni siquiera ve, cuando mira,
cuando anda por la vida
en sus zapatos importados de tacón.
Yo conozco a muchas y muchos,
se los presentaré:
aquel de allá es Juan Albañil,
es quien despierta antes que el sol
y vuelve cuando usted ya duerme,
en su colchón de plumas heredado.
Esa más allá es María Comedor
que hace comidas gourmet
con carcaza de gallina y un poco de arroz,
para bocas de infancia y vejez en su rincón.
Y más acá está Pedro Parabrisas,
al que paga usted siempre con indiferencia
y no deja de protestar cuando en el semáforo lo ve.
Le presento también a Miguel Cartonero,
que conduce su carro con una sola mano,
pues la otra la perdió un invierno cuando aún crío lo mandaron a luchar,
en una isla desierta de hielo y barro,
y ahora vive de su basura, y come lo que usted tira
y se contenta con una migaja de lo que se alcanza a derramar.
Abdul Cadenita, es ya un rostro conocido,
el que le espanta con su color y su idioma atravesado o su equivocada religión.
Y a ella ya usted la conoce, la ha visto muchas veces,
aunque siempre confunda su nombre
y lo único que sabe es que viene de otro país, de Haití, de África o de por ahí...
Ella es la que hace brillar su baño
y le cambia los pañales a sus hijos
y a la que usted nunca sienta a su mesa
porque no sabe comer en sociedad.
Podría presentarle al barrio entero,
y entonces replicará usted que ya no es su barrio,
que ya no tiene que verlo desde su ventanal,
me dirá que prefiere usted ver ese paredón
con púas de espinas que lo hace olvidar,
prefiere esa nueva realidad antes que contar costillas
que le afean el lugar.
Pero si un día de estos cambiara usted de opinión,
y se quisiera acercar,
aquí en la esquina de los sueños,
de los encuentros,
del otro y de la otra, lo vamos a esperar.
No para rogarle por una moneda
sino para que al estrechar nuestras manos
callosas, arrugadas, oscuras y sucias,
descubra usted que debajo del desaliño y el hambre
hay un ser humano,
un hermano, una hermana
al que si conociera, no podría usted dejar de amar...

HEREJÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora