el oscurito

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Ése al que llaman el Oscurito
porque tiene la piel con pinceladas,
algunos trazos, por simple herencia
y otros, por faenar bajo el  inclemente sol;
de ése voy a contarte hoy...
Ése que ensucia el piso,
como lo hacían sus abuelos
porque tiene prohibido usar zapatos
para no dañar las cosechas
ni los campos sembrados,
ése, que reconocerás por sus pies callosos y sangrantes,
que no han dejado de sangrar desde sus primeros pasos.
Ese Oscurito, el despertador de gallos,
es ése quien le ordena a la Luna que se esconda
y le dice al sol que empiece su ronda,
mientras le reza para que muestre un poco de clemencia
a los oscuritos como él
que se roban panes rancios
cuando creen que nadie los ve
y terminan maniatados al tronco viejo,
el resto de la jornada,
bebiendo solo sus sudores y lágrimas
mientras ruegan por improbable lluvia
mientras la Pachamama se abre yerma y cansada
bajo sus pies,
porque ella también es tratada como oscurita
por esos que han olvidado todo al nacer.
Ése Oscurito, el mismo que ahora al caer la noche,
desfalleciente y con pobre bocado que comer
se desviste de harapos
y canta, alrededor de una hoguera,
un canto que no entiendo,
que me es extraño,
pero que tiene el poder de atraer
con su ritmo de candomblé,
a espíritus guerreros de antaño
que le enseñarán cómo volverse fuerte,
aguerrido, de miedos carente;
y aprenderá cómo romper las cadenas,
y como si fuera parte de un pagano rito,
comenzar a sentirse orgulloso
cada vez que lo llamen
el Oscurito...

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