III

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Senti una leve descompostura en ese momento. No me esperaba a esa gente ahora, definitivamente no hoy. Había pasado mucho tiempo desde que no veía a dos de las personas que más daño me habían hecho en la vida. Pensé que sería lo suficientemente fuerte para cuando tenga que enfrentarlos pero toda la voluntad se me había caído al suelo.

A: ¿mi amor? -su voz me quitó de mis pensamientos autodestructivos- ¿estas bien? Traiga agua, Aura María, rapido, vuele

B: no, no, estoy bien. No es nada, solo...la impresión -rei nerviosa-

A: no, no te ves bien, mi vida. Si quieres los atiendo yo y tu te puedes ir para tu oficina tranquila

B: no, tranquilo, estoy bien -le di un pequeño beso- no te voy a dejar solo ahí, ni más faltaba

A: ¿estás segura?

B: segura, solo dame un beso

El me sonrió y me dio un pequeño y dulce beso. Tome aire y nos encaminamos para la sala de juntas donde ambos parecían tener una pequeña y cómoda conversación. Me aclaré un poco la garganta y los dos me miraron.

B: buenos días, bienvenidos

Hubo un pequeño momento de tensión. Claro, Marcela se había marchado casi sin despedirse mientras que la última vez que Mario piso Ecomoda había tenido una dura pelea con mi esposo, según me contaron las muchachas y más tarde el.

Marcela: buenos días, Beatriz -ella asintió hacia mi con lo que parecía una pequeña sonrisa extraña- también para ti, Armando

El hizo ademán de ir a besar su mejilla pero se detuvo para voltear a verme, como si me pidiera permiso. Estaba claramente nervioso. Asenti sonriendole con confianza. Oí una pequeña risa de Calderon y recorde una vez más porque me descomponia tanto ese hombre.

A: que tal, Marcela -el beso su mejilla- cuanto ha pasado

Marcela: mucho, si. Que cambiado esta todo acá

Mario: muy cambiado

Calderón habló, notando que nadie le había hecho caso hasta ese momento. Rodeo la mesa y se puso cerca de mi. Lo observe conteniendo la respiración. Extendió su mano en saludo.

Mario: buenos días, doctora Pinzon

Aún bajo la máscara de seguridad que se había puesto pude notar que estaba igual de nervioso. De alguna manera el me temía y eso me hizo sentir mejor.

B: buenos días...don Mario

Le extendí mi mano y lo saludé cordialmente, intentando no soltar ningún comentario amargo de más.

A: ¡bueno! -la voz fuerte de Armando nos interrumpió y solté su, asquerosa, mano- buenos días, Calderon

Mario: hermano, no sea amargo y saludeme como la gente, quiere? -el lo abrazó un momento- Yo ya lo perdone hace mucho, usted sabe. O ya se le olvidó las llamadas?

Mire con sorpresa a Armando, ¿llamadas? ¿El había compartido llamadas con Calderon?

A: eh...s..si -rio nervioso- las llamadas!, fueron como dos...si, muy breves por cierto

Mario: ah... -el nos observo a ambos de forma burlona- por supuesto, pero por eso le digo, todo perdonado, hermano. Hay tanto de que hablar, apenas llegue y quise venir a verlo, ver la empresa...claro, si es que esta libre

Marcela: por mi parte, venía a entregarle algunos informes y estados actuales del Palm Beach, Beatriz. Si no esta muy ocupada me gustaría hacerlo ahora para así poder seguir con mis pendientes en Bogota y de paso dejarla libre de ese compromiso el día de la junta

La tormenta después de la calmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora