VII

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Apreté mi bolígrafo con fuerza mientras en mi cabeza pasaban los cientos de nombres de mujeres que alguna vez había pasado de la agenda de Armando a el que solía ser mi computador.

Marizza Di Santo era de las innegables.

Mi estómago se revolvió ante tal despliegue de escena. La ex prometida de mi marido observaba a aquella mujer con una expresión de satisfacción y a la vez molestia mientras ella solo se dedicaba a mirarnos con autosuficiencia. Y luego estaba yo, como diría Hugo: "la pobre mujer que le ahorró sufrimiento a Marcela y a un cuarto del género femenino en el planeta tierra".

- Marcela Valencia...hace tanto tiempo no la veía. Felicidades

- ¿Felicidades? -pregunto con confusion-

- por su matrimonio con Armando. Oí que fue algo muy discreto, bueno, no me sorprende. No es como si quisiera gritarlo a los cuatro vientos

Marcela se mordió el labio, con molestia evidente. En ese momento comprendí que de alguna u otra manera las dos competían por el hombre que hace unos minutos había echado con fervor a un hombre que no había hecho más que irrespetarme sin pudor.

Yo había ganado.

Me levanté con elegancia, rodeando el escritorio para acercarme ante la irrespetuosa modelo. Extendi mi brazo para saludarla.

- un gusto, señorita Di Santo. Beatriz Pinzon, presidenta de esta empresa y esposa de Armando Mendoza

Su rostro se puso pálido por un momento. Levanto una ceja inspeccionandome un poco. No me deje intimidar y menos por una mujer de esa calaña. Una corazonada me decía que todo esto era algún accionar de Mario Calderon, ¿entre tanta modelo educada y de clase, tenia que aparecerse la más altanera y notable enemiga de Marcela?.

- ah... -extendio su mano y me la estrechó- el placer es mío, señora. Disculpe, no sabía que usted...

- ¡no se preocupe! -exclame con falsa empatia- estoy acostumbrada a que no muchos me conozcan, no soy del medio, solo una economista con suerte. ¿Usted tenía una cita con Armando?

- si, yo...eh...el doctor Calderon me comento que una colección iba a lanzarse y estaban buscando modelos, crei que debería de venir a hablar con el al respecto

Bingo.

Mario...Mario Calderon.

- bueno, si, está en lo correcto. Es el quien suele seleccionar a las modelos para que Hugo las pruebes. Si a doña Marcela... -me volteé hacia ella- ...no le molesta puedo acompañarla hasta su oficina para que pueda hablar con el

Ambas mujeres me observaron con confusion, supongo que ante tal tranquilidad mía.

- eh...no hay problema, yo la espero, Beatriz -respondió Marcela observando a aquella mujer con cara de pocos amigos-

- perfecto, acompañeme señora Di Santo

Ella asintió aún confundida y nos salimos de presidencia. Caminamos hasta la oficina de Armando y toqué suavemente la puerta dos veces.

- adelante -se oyó del otro lado-

Abri la puerta y entre, dejándome espacio a la señorita para darle igual acceso aunque ella se limitó a quedarse del lado de afuera

- mi amor, que pena molestarlo -dije captando su atención la cual la tenía en unos papeles- pero hay una modelo que te esta buscando. La hice pasar porque si mal no recuerdo esta dentro de las innegables -lleve mi dedo a mi boca dando unos toquecitos en ella, fingiendo pensar- Marizza Di Santo

Me miró atónito ante aquella referencia y se levantó.

- ¿cómo así, mi amor? ¿De qué esta hablando usted, ah?

- estoy jugando, tranquilo -me acerqué a el para tomarlo de las mejillas y darle un pequeño beso- vino por trabajo, bueno, eso creo. Los dejo, yo tengo a doña Marcela en presidencia esperándome

- ¿Marcela? ¿Marcela la vio? -asenti con la cabeza- mi amor, si ella te dijo algo o si insinuó algo... -comenzo a explicarse con nervios pero lo interrumpi-

- shh...tranquilo -volvi a darle un pequeño beso- te amo y te veo para la hora del almuerzo, si?

El asintio con la cabeza, sin una expresión certera. Claramente había confundido a mucha gente hoy. Le regalé una pequeña sonrisa y me aparte para salir. La muchacha estaba muy atenta a la conversación, extendi mi brazo apuntando hacia la oficina y le sonrei.

- pase tranquila. Y fue un gusto conocerla. Con permiso

Finalmente me volví a encaminar hacia presidencia bajo la atenta mirada de todas las muchachas. Fue Aura María quien me interceptó al pasar junto a ella.

- ay, Betty, mija, ¿qué hizo? ¿Como dejo a su marido con esa mujer, ah? Usted está como loquita, no?

- tranquila, Aura María. No la conozco pero confío en mi marido -respondi con confianza-

- no, Betty. Es que usted no entiende, ella está completamente vetada de aquí, de la oficina. ¡ay! -la joven rubia estaba muerta de los nervios-

- me imagino, algo relacionado con doña Marcela. No sería la primera ni la última -me encogió de hombros-

- es que esa mujer no es cualquier mujer...esa mujer casi le quita a don Armando a doña Marcela hace unos 3 o 4 años

- ¿cómo así? -pregunte con sorpresa evidente en mi rostro, hasta donde yo sabía solo una mujer lo había logrado...yo-

- si, mijita. Don Armando casi bota toda su relación con doña Marcela por esa mujer. Hasta se desapareció un fin de semana completo porque lo tenía ahí encerrado en la casa! La pobre volvió el lunes echa un pañuelo de lágrimas, destrozada...ay

- termine, Aura María, termine -exigi ahora nerviosa-

- don Roberto y doña Margarita tuvieron que interferir amenazando con desheredarlo porque doña Marcela se encerró en su casa y no quería salir, temían por su salud, usted ya sabe como era ella con respecto a él y aún estaba muy fresco lo de la perdida de sus padres y su hermana, doña María Beatriz se habla ido recientemente, estaba delicadisima. Lo hicieron recapacitar cuando don Roberto amenazado con dejarlo fuera de Ecomoda sin chance a asumir ningún cargo...las muchachas me contaron que el volvió con ella solo por eso y decidió quedarse porque le dio mucha pena la situación de la doctora. Después de esa vez, don Armando la engañó siempre a doña Marcela, tal vez como venganza, yo no se

Observe la puerta de la oficina de mi marido con mi corazón latiendo como loco.

- Betty, ella fue la primer amante que se le conoció a don Armando -solto como una bomba que explotaba en mi rostro-

La tormenta después de la calmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora