La cueva del oráculo

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Eran las seis de la mañana y Peter todavía no se había acostado. Sus vivencias y emociones del día anterior latían con fuerza en su interior, ocasionándole incluso insomnio. La luz del alba casi se hacía evidente en las calles de Averytown y los pájaros ya empezaban con los primeros cantos de la mañana. Peter estaba leyendo un artículo publicado en un periódico online:

Ayer día 15 de septiembre de 2025 tuvo lugar el décimo día del congreso "ETRM (Evolution of technology, Robotics and Medicine)". El evento, que se ha propuesto dar a conocer las últimas innovaciones en estos tres campos en los últimos años, ha atraído durante esta semana y media a cientos de estudiantes, empresarios y profesores universitarios. Según distintas fuentes como la revista "la innovación en tus manos" y algunos otros medios de comunicación, entre los que se encuentran la televisión y la prensa, han declarado que el congreso, además de ser un paso al futuro, ha sido considerado como un perfecto camino a través del cual las nuevas generaciones pueden acercarse de una manera más precisa a los inventos que ya viven en nuestra era y así poder conocer la comodidad, mejora y calidad de vida de los próximos años.

Varios empresarios del sector comercial, tecnológico y de actividades científicas y técnicas han asegurado que los eventos de esta tipología favorecen considerablemente el desarrollo del país y que lanzan un mensaje sobre la importancia de varios sectores que ya se han dispuesto a cambiar la sociedad.

Peter estaba terminando de leer el artículo cuando escuchó un ruido leve y repetitivo contra su ventana. Cuando se levantó y separó la vista de su ordenador, la subió y vio a George de pie, mirándolo ensimismado desde la parcela de césped que daba entrada a la casa. Con su mano derecha lanzó una china, pensando que Peter no lo había oído aún y chocó fuertemente contra su frente.

—Ayy—gimió fuertemente.

—¡Albie!, ¿Albie estás despierto?—preguntó alzando la voz. —George, ¿Qué haces aquí a estas horas?—dijo Peter enfurruñado.

—Ven, baja con la bicicleta que quiero enseñarte algo—dijo el chico.

—¡Shhh!, vas a despertar a mi tío Thomas y a mi prima.

—Todo lo que vimos ayer, e incluso una cita con Sam se quedaría en mantillas con lo que te tengo que enseñar—dijo George con un brillo en los ojos y una sonrisa un poco forzada.

—Esperame ahí abajo y no grites más. Dame cinco minutos y estoy abajo con la bicicleta— dijo Peter en voz baja.

Peter se vistió corriendo, bajó por la escalera de puntillas, atravesó la cocina y fue al patio, donde estaba el cobertizo. Usó una linterna y después sacó la bicicleta en la oscuridad. La llevó a cuestas por el salón y el corredor y luego salió a la parcela de césped donde George le esperaba con ansiedad. ¿Qué quería mostrarle?, ¿Cómo de importante era para que se hubiese levantado tan temprano y hubiese ido a avisar a su amigo?

—¿Se han despertado?, ¿Qué tal tu prima?—preguntó George.

—Ayer ya no la vi. Mi tío me dijo que habían organizado ella y Eli una fiesta en el bar y que terminarían tarde—respondió Peter dando un leve bostezo.

—¿Oye, y tu madre?, ¿sabe que has salido?

—Si mi madre descubriese lo que he visto yo te aseguro que se vendría con nosotros—dijo George soltando una risotada cargada de miedo y nerviosismo.

<<¿Qué estás tramando George?, no es muy normal salir de casa a estas horas para enseñarme algo por muy fabuloso que sea>> pensó Peter achinando los ojos.

Subidos en sus respectivas bicicletas, empezaron a pedalear por el pavimento, dejando atrás la hermosa estructura urbanística que componían las casas del barrio.

Alan Carter y la destrucción del oráculoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora