El bautizo

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Durante los cinco años posteriores a la primera guerra en la que el ejército de lendar había derrotado de una manera tan fácil y efectiva a Klevchrono, Armin y Adonis se habían encargado de crear un nuevo ejército según las instrucciones que les había dado su líder. Su doctrina no había cambiado nada en todo ese tiempo y se seguía rigiendo por la meticulosidad al llevar a cabo sus planes y por su falta de ética y moral. El ejército de lendar, por el contrario, había escrito una nueva frase en una de sus paredes. Decía: "Matar únicamente en defensa propia y cuando sea estrictamente necesario".

Klevchrono, con su personalidad calculadora y analítica, no toleraba tropezar dos veces con la misma piedra porque consideraba tal actuación de seres insensatos y estúpidos que no llegan a conseguir cosas grandiosas. Hacía casi cinco años que su anterior ejército le había llevado a la derrota y a ser parte de una bandada de espíritus torturados en un muro de magia ancestral y él sabía que debía hacer las cosas de una manera diferente. Había dado órdenes a sus dos grandes guerreros para guiar y enseñar a sus nuevos soldados. Sin embargo, sólo él cómo ser poderoso y desconfiado podría cerciorarse a través de una propia comprobación que tanto Armin como Adonis habían hecho las cosas correctamente.

En la sala central del castillo de lamar estaba él reunido con diez soldados. Escuchaban atentamente lo que su líder les estaba diciendo de una manera bastante persuasiva. Los once estaban distribuidos alrededor de una ornamentada mesa de madera de olmo rectangular y reluciente como el brillo del oropel. Su habilidad para la oratoria y para dar un discurso convincente era una de sus dotes más importantes y con pocas y elocuentes palabras estaba consiguiendo la aprobación de todos los que le rodeaban.

—Todo aquel que busca cumplir mi voluntad recibirá parte del poder que yo también busco con tanto fervor porque que yo siempre premio la fidelidad y la lealtad. Recordad que un buen ejército lucha hasta el final por cumplir un objetivo. La rendición o el fracaso son cosas que bajo ningún concepto se deben tolerar, ya que harían de vosotros seres débiles— dijo Klevchrono con seriedad y con las manos entrelazadas. Todos los asistentes le miraban obedientes.

—Mis promesas siempre son cumplidas porque si alguna vez alguna fuese incumplida estaría faltando a mis propias leyes. Mis grandes dotes de liderazgo os guiarán en este ataque y os darán la capacidad que necesitáis para que el objetivo sea cumplido. Mi inteligencia y perspicacia me han permitido elaborar un plan que debe ser cuidadosamente ejecutado, ¿no es así Armin?

—Sí mi señor. Todo lo que decís es cierto y ni yo, ni ningún otro soldado del ejército dudamos de tus palabras—dijo el soldado mientras recorría con una mirada amenazante el resto de miradas.

—Y ahora mi fiel guerrero, explica tú en qué consiste el plan que debéis llevar a cabo. Quiero ver que todo está entendido a la perfección.

—Nuestra mayor ventaja reside en nuestros enemigos. Se trata del bautizo de nuestra víctima, por lo que solamente nos deberemos enfrentar a una pequeña familia inocente y desarmada. Invadiremos la iglesia lentamente y les sorprenderemos, pero recordad que, a no ser que alguien oponga resistencia a la hora de llevarnos al bebé, atacaremos a los asistentes. De esta manera el ataque será rápido y limpio y conseguiremos nuestro objetivo sin ningún altercado—explicó Armin sin vacilaciones y mirando a todos los rostros de la mesa. Klevchrono lo miró orgulloso y mostró una risa malévola y pícara. Sin apartar la mirada a su mejor guerrero, hizo un pequeño asentimiento con la cabeza, dándole a entender que todavía faltaba algo por explicar. Armin volvió a mirar a las demás caras y añadió:

—Pero como sabéis todo debe estar bajo control y puede que ocurra algo que no está en nuestra mano—hizo un parón y volvió a hablar. —Puede que el ejército de lendar esté informado sobre el bautizo y se presenten junto a nosotros. No buscaremos un enfrentamiento contra ellos. En el caso de que aparezcan actuaremos lo más rápido posible y nos iremos con el bebé. Si por el contrario el ejército ataca, no nos quedará otra que dar muerte a todos ellos.

Alan Carter y la destrucción del oráculoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora