Las pruebas del miedo

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Cuando Alan miró fijamente y sin parpadear la puerta fantasmal, le temblaron las piernas, se le abrieron los ojos y se le erizó la piel. Hacía unos minutos había congelado a un dragón gigante que había salido de su escondrijo mediante la orden de una voz robótica para evitar que nadie se colara en el reino. ¿Y si ese dragón solo era una prueba para principiantes?, ¿y si lo de las puertas era algo oscuro y siniestro?, ¿y si estaban a punto de enfrentarse a la muerte?

—Entraremos todos a la vez y, aunque ninguno sabemos a qué nos enfrentaremos ahí adentro, debemos permanecer unidos. Seguramente sean unos pasadizos. Puede ser que al final haya una salida dónde todos nos reuniremos de nuevo—se apresuró a decir Luca optimista, mientras de su larga barba emanaba un sudor rancio.

Dieron un primer paso al unísono, luego un segundo y en el tercero sus cuerpos sobrepasaron el umbral de la puerta. La cúpula quedó vacía. El camino de cristal parecía recién reformado y el mar que descansaba bajo él estaba calmado.

Dentro de la primera puerta, Luca se encontró frente a una sala oscura. Se oían gemidos alrededor. Algunas gotas de agua caían del techo. Una le dio en la frente y se deslizó rápidamente por su mejilla. Cuando se la quitó con la mano, se la llevó a la boca y la saboreó. Le tranquilizó saber que solo era agua.

A unos metros de distancia se encendió una luz que provenía de un tubo fluorescente que estaba pegado al techo. Apenas iluminaba un estrecho pasadizo.

Siguió andando hacia delante, entornando los ojos y sintiendo un leve dolor en la cabeza, la cual palpitaba con fuerza. Se la acarició con la mano. En sus pasos, encendió la luz de su bastón, lo cual supuso algo muy ventajoso, pues conforme caminaba por el pasadizo, la luz del tubo perdía intensidad. La cautela iba de su mano, tal y como lo había hecho al entrar en el reino.

—¿Hay alguien ahí?—preguntó a la nada. El sonido hizo eco y escuchó su voz un par de veces. Había avanzado ya unos metros y la luz del bastón alumbró una puerta al final del pasadizo. Lo acercó, para verla con más claridad. Sus pasos eran lentos y su pie descalzo pisaba tierra encharcada. Caminó hasta que se colocó frente a frente con la puerta. Tenía un cerrojo alargado que se podía abrir fácilmente descorriéndolo, pues no estaba bloqueado con ningún candado. Luca lo agarró, pero antes de poder abrir la puerta, unas letras verdosas se formaron frente a él, a la altura media de la puerta.

Enfréntate a tus miedos

Luca, sobresaltado, cayó de espaldas y el bastón rodó por el suelo. Su luz se apagó y se vio sumido de nuevo en la más absoluta oscuridad. Sin embargo, logró encontrarlo palpando el terreno a ciegas. Cuando se levantó pasó su mano por encima de la bola y lo encendió de nuevo. La acercó hacia el cerrojo y lo descorrió.

Cuando lo abrió comprobó cómo una luz intensa inundaba una sala cuadrada. En su interior, un espejo alto estaba pegado a una pared. Se acercó y vio su cuerpo entero reflejado.

—Por el gran dragón, ¿Qué es este sitio?— dijo completamente acongojado.

Cerró los ojos y se llevó la mano a la frente. La bola del bastón había empezado a emitir continuos pero intermitentes parpadeos, debido a los nervios del mago. De repente, la forma del espejo cambió y Luca se encontró frente a otro hombre. Abrió mucho los ojos cuando vio de quién se trataba. Lo escuchó decir unas palabras desde el otro lado del cristal. Era cómo si la imagen de ese hombre tuviera vida.

—Huye Luca, sal de este sitio si no quieres que te maten ni a tí ni a mi hijo—dijo el hombre.

—Abraham, no puede ser—respondió Luca al ver el cuerpo de su compañero tras el espejo, hablando cómo si estuviera vivo de nuevo. Luca se acercó para intentar tocarle, pero solamente pudo encontrarse con el cristal. Dio dos golpes contra él, intentando entender qué ocurría en esa sala. Deseaba que Abraham saliese de ese espejo para poder abrazarle.

Alan Carter y la destrucción del oráculoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora