─𝑉𝐼𝐼𝐼─

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𝐸𝑛 𝑒𝑙 𝑐𝑎𝑝𝑖𝑡𝑢𝑙𝑜 𝑎𝑛𝑡𝑒𝑟𝑖𝑜𝑟

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𝐸𝑛 𝑒𝑙 𝑐𝑎𝑝𝑖𝑡𝑢𝑙𝑜 𝑎𝑛𝑡𝑒𝑟𝑖𝑜𝑟...

“Hallaron una llave que les permitiría avanzar hacia la siguiente ubicación. Con cuidado, tomaron el objeto y lo llevaron hasta la puerta que necesitaban abrir para continuar su camino.”

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Antes de seguir, permíteme comprar un rifle. Lo vi antes, pero no lo consideré hasta ahora. —dijo Athina, obteniendo un asentimiento de su compañero.

Se dirigió nuevamente hacia el Buhonero y adquirió el rifle, junto con algunas municiones, antes de regresar junto a Leon. Avanzaron con cautela, eliminando a los aldeanos que se cruzaban en su camino sin mayor dificultad.

No obstante, pronto comenzaron a escuchar un sonido familiar y aterrador, el ruido de una motosierra. Habían oído ese sonido la primera vez que llegaron al pueblo, y sabían que no sería fácil enfrentarlo.

La motosierra rugió en manos del aldeano, su rostro oculto por una bolsa de arpillera mientras avanzaba hacia Leon y Athina. La tensión en el aire era palpable mientras ambos agentes se preparaban para la lucha.

Leon, con su cuchillo militar en una mano y su pistola en la otra, tomó la delantera, disparando balas precisas hacia el aldeano. Pero el villano con la motosierra era extrañamente ágil y esquivó los disparos, acercándose rápidamente. Athina, armada con su rifle, también disparó, intentando detener al aldeano.

El aldeano se lanzó con ferocidad hacia Leon, haciendo que este se moviera ágilmente para evitar la embestida, pero la motosierra cortó el aire peligrosamente cerca de él. Leon respondió con un corte certero de su cuchillo, pero el aldeano logró esquivarlo con agilidad y contratacó con la motosierra.

Athina, viendo la lucha de su compañero, apuntó cuidadosamente y disparó un certero tiro en la motosierra, dañando la maquinaria. El aldeano se vió lleno de frustración mientras su arma se detenía momentáneamente. Ese breve respiro permitió que Leon diera un paso atrás y volviera a disparar, esta vez acertando en el brazo del aldeano, haciendo que soltara la motosierra.

Sin su principal arma, el aldeano se volvió más vulnerable. Leon y Athina se lanzaron al ataque simultáneamente. Leon apuñaló al aldeano en el pecho con su cuchillo militar, mientras Athina descargaba una ráfaga de balas en su dirección.

El aldeano cayó al suelo, inmóvil, mientras la motosierra se apagaba en el suelo. Ambos agentes respiraron aliviados, habían sobrevivido a un enfrentamiento muy peligroso. Se miraron el uno al otro, sus rostros empapados en sudor y llenos de suciedad, pero con una sensación de victoria compartida. La amenaza de la motosierra había sido vencida.

Leon limpió el sudor de su frente y se rió, un poco nervioso.

Eso estuvo cerca. Me alegra que estés aquí, Athina.

Ella asintió, tratando de recuperar el aliento, y le respondió con una sonrisa.

Somos un gran equipo, Leon. Pero aún no hemos terminado.

Continuaron avanzando hasta llegar a una cabaña, que destacaba entre las demás por su mayor tamaño. Tras una breve inspección, se percataron de que la puerta principal estaba bloqueada, por lo que decidieron rodear la casa en busca de otra entrada. Finalmente, hallaron una puerta trasera que les permitió acceder al interior.
Dentro de la cabaña, notaron una diferencia notable en comparación con las demás viviendas. El lugar parecía mejor conservado y más espacioso. Después de un vistazo inicial, decidieron adentrarse un poco más para explorar lo que escondía en su interior.

Vaya mansión, la envidia de todos los vecinos. —bromeó Leon mientras inspeccionaba el lugar.

Sí, parece que el dueño aquí sí que sabe cómo vivir con estilo. —Athina respondió con un toque de humor, siguiendo la broma de Leon mientras exploraban la mansión.

Exploraron minuciosamente el comedor, descubriendo únicamente fotografías antiguas y una diminuta llave que podría resultar útil más adelante.

Encontraron un armario que requería un código para abrirse, por lo que decidieron subir al segundo piso en busca de pistas, ya que habían explorado completamente la planta baja. Encontraron un libro que proporcionaba el orden del código, así que regresaron y abrieron el armario, revelando un mármol cristalizado. De vuelta en el segundo piso, encontraron una puerta con un pequeño orificio que coincidía con el mármol recién hallado. Al insertarlo, se enfrentaron a un rompecabezas para abrir la puerta.

Cúbreme las espaldas, yo me encargo de esto.—dijo Athina.

En tan solo 10 segundos, la puerta se abrió, dejando a su compañero gratamente sorprendido.

Eres increíble.

Entraron a la habitación y se encontraron con un cuadro que parecía ser un retrato de un hombre vestido con una túnica, aunque no tenían idea de quién podría ser.

Leon abrió un cajón y encontró una llave con la misma insignia que habían visto en otros lugares, aunque aún no sabían su significado. El rubio mostró su hallazgo a su compañera, quien le dio el pulgar arriba en señal de aprobación. Justo cuando estaban a punto de salir de la habitación, el hombre gigante se interpuso en su camino, poniendo en alerta a ambos agentes.

Leon comenzó a dispararle al hombre gigante, pero las balas parecían no hacerle ningún daño. Athina intentó ayudar a su compañero, pero recibió una brutal patada en el estómago que la dejó sin aliento, haciéndola caer de espaldas al suelo mientras luchaba por recuperar el oxígeno. En ese momento, el gigante agarró a Leon por la garganta, forzándolo a soltar su arma debido a la impresión, y lo elevó en el aire mientras lo miraba fijamente a los ojos.

Tu sangre ha aceptado el regalo. —dijo el gigante mientras estrangulaba al rubio.

Luego, el gigante dirigió su mirada hacia Athina, quien aún se encontraba en el suelo. Sin embargo, un disparo resonó en la habitación, rompiendo una ventana y llamando la atención del gigante, que miró en esa dirección. Athina pudo vislumbrar en el reflejo de la ventana a una mujer desconocida que estaba fuera, pero no pudo prestarle mucha atención ya que el hombre gigante arrojó a Leon, haciendo que su espalda golpeara la cama con fuerza.

Mientras Athina se arrastraba hacia Leon para comprobar si se encontraba bien, el hombre gigante salió de la habitación, dejándolos solos por el momento.

Ambos se ayudaron mutuamente a levantarse, observando en la dirección en la que el hombre gigante se había ido. Leon recuperó su arma mientras Athina acariciaba su pecho adolorido, segura de que tendría otro moretón que añadir a la colección.

¿Un regalo en mi sangre? —preguntó Leon con confusión, desviando su mirada hacia su amiga mientras ella intentaba aliviar el dolor en su pecho. —¿Estás bien?

Leon se acercó a Athina, lleno de preocupación, y la tocó suavemente en el hombro para que lo mirara.

Sí, estoy bien. —contestó ella, tratando de tranquilizarlo. Leon acarició el cabello de la rubia, dándole fuerzas, y ambos se miraron a los ojos.

Sus corazones latieron con fuerza, sintiendo una extraña conexión entre ellos que iba más allá de la amistad y la camaradería.

𝐀𝐏𝐇𝐑𝐎𝐃𝐈𝐓𝐄──────LEON S. KENNEDYᵕ̈ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora