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Dicen que el hombre ve una cierta cantidad de rostros al día y todos quedan guardados en su cerebro, por lo que se encuentra en su memoria a corto o largo plazo, y esto muchas veces depende si ese rostro ha causado algo en nosotros y por ese motivo lo recordamos.

Ignacio es un deportista que ha visto muchos rostros, le sería difícil decir el nombre y lugar en que vió a una persona, pero para su sorpresa él le recordaba muy bien a la chica pelirroja que salió junto a su rival en el deporte. Fue un encuentro rápido pero él aún no se olvidaba de los ojos marrones de ella, tan profundos que estaba seguro que ella hasta había querido matarlo por hacer caer a su novio en el juego. Él la recordaba muy bien, no sabía su nombre, pero algo en ella le llamaba la atención, él quería verla otra vez. Tal vez lo más difícil era que ella alentaba al eterno rival, por lo que no la iba a ver por lo menos en unos diez partidos, hasta volver a jugar con ellos.

—¿Pensativo otra vez?— preguntó Milagros, la hermana de Ignacio, una chica que amaba la docencia tanto como a su familia, es decir, bastante. Ella era dos años menor que Ignacio, eran unidos aunque con el paso del tiempo eso va cambiando, cada uno tiene su círculo de amigos y convengamos que los amigos de su hermano son casi todos futbolistas, de diferentes equipos, pero deportistas al fin. Algo que Milagros odiaba era a los amigos de su hermano, pero no como algo personal con ellos, sino que su odio a algunos deportistas provenía de su experiencia pasada, tuvo un novio deportista que la engañó y desde ahí solo cree en su hermano y hasta por ahí nomás.

—Algo...—susurró Ignacio, con su celular en mano. Él había entrado en el perfil de Gonzalo para ver si en algún momento había puesto una foto de ella y tal vez hasta la había etiquetado.

—¿Por qué estás en casa?— le preguntó su hermana, era extraño verlo allí un día de semana a las nueve de la mañana, él tenía su propio apartamento y además sus horarios eran algo confusos, que unos días pŕactica, entrenamiento, concentración, demasiado según ella.

—Nada...— respondió, no pudo continuar por la emoción, Gonzalo había publicado una foto con ella, según la fecha era de hace tres veranos, ambos estaban en la playa sentados en la arena mirándose, y como pie de foto decía "Con ella a dónde sea". Eso hizo que Ignacio se sintiera decepcionado, un amor que se ha cultivado por más de tres años no es algo que se va en un abrir y cerrar de ojos.

—¿Estás bien?— preguntó nuevamente su hermana, ella en verdad estaba preocupada, no era nada bonito ver a tu hermano sonreír y de pronto transformarse en una fina línea.

—Si— dijo dejando su celular a un lado —¿Tomamos helado?— preguntó sonriendo, él siempre elegía tomar helado en el momento indicado, y este era un momento así. Ella aceptó sin dudarlo, tenía toneladas de hojas para corregir y algo dulce no vendría nada mal para lidiar con sus tareas.

—El trabajo docente no es como lo pintan— comentó él mientras iban por helado.

—Claro que no hermanito, nadie te dice lo que es pasar horas planificando una actividad o perderte momentos importantes solo porque debes cumplir con tus alumnos.

—Voy a tener un mejor concepto de todos los docentes de ahora en más— le aseguró Ignacio. Él amaba mucho a su hermana, en su adolescencia era muy sobreprotector y cuando no lo fue, su mejor amigo comenzó una relación con ella, una que fue un fracaso por las actitudes de su amigo.

—¿Qué te pasó hace un rato?— preguntó Milagros cuando ya estaban volviendo a la casa, él la miró mientras conducía.

—Digamos que hay una persona que me llamó la atención, pero no es posible. — se encogió de hombros.

—Nada es imposible para mi hermanito— comentó Milagros. Y él solo rió, ella tenía razón, él hacía posible lo imposible, pero tenía un límite y ese era que ella estaba en una relación y él no era de los que se interponen en las relaciones, eso si que no.

Ya en la casa de ambos, él se fue a su dormitorio, aunque tenía un apartamento para él solo, a veces prefería volver a su casa y pasar tiempo allí. Milagros no tuvo mucho tiempo libre, una compañera de trabajo iba a llegar a su casa para preparar un proyecto institucional, eran paralelas, es decir, ambas tenían el mismo grado, en este caso quinto.

Él timbre sonó mientras Milagros estaba en el baño, por lo que Ignacio tuvo que abrir la puerta. En cuanto la vió no daba crédito de quien estaba frente a él, con una coleta desarmada, los lentes de ver que no había notado la última vez, sus ojos cayeron en sus brazos, ella estaba cargando tres biblioratos.

—Hola, buenas tardes ¿Se encuentra Milagros?— preguntó Luz amablemente, ella lo vió pero no lo reconoció.

—Eh...—él quedó mirándola, ella lo observó sin entender —Si,ella ya viene— respondió—. El le hizo una seña para que ella se adentrara en la casa, Luz esperó que él cerrara la puerta para seguirlo.

—¿Te ayudo?— preguntó él, ella sintió mientras le daba los tres biblioratos.

—Muchas gracias— sonrió en señal de agradecimiento, ella había viajado treinta y cinco minutos con los biblioratos en bus.

—¿Agua, café, té?— preguntó él, ella negó. No quería nada, estaba bien así.

—No, gracias— respondió.

En ese momento llegó Milagros, ambas tenían una sonrisa en el rostro, Ignacio se quedó allí mirándola por un momento, no podía creer que la chica que había visto hace unos semanas estaba en el living de su casa con su hermana, ella parecía no recordarlo mientras que él hasta la había buscado en redes sociales.

En su habitación Ignacio estaba sin palabras, ella estaba en su casa con su hermana, si el destino o lo que fuera quería ponerlo a prueba en verdad era un desgraciado, porque no es fácil que alguien te llame la atención y saber que está lejos de tu alcance.

—¿No te parece mejor si añadimos un propósito que abarque un poquito más?— preguntó Milagros, a lo que Luz asintió, ambas estaban muy cómodas, el trabajo en equipo era lo mejor.

—¿Van a comer?— preguntó Ignacio mientras ingresaba en la sala, Milagros asintió.

—¿Cocinas?— preguntó su hermana con felicidad en sus ojos, ella amaba como Ignacio cocinaba.

—Supongo que sí— sonrió, en cambio Luz negó.

—Yo no me puedo quedar, además están por venir a buscarme— dijo apenada. Había quedado en salir con Gonzalo y no podía negarse, además el trabajo ya estaba encaminado.

—¿Ya te vas?—preguntó Milagros.

—Si, Gonzalo viene por mí y tenemos que hacer unas cosas— respondió. Eso a Ignacio hizo que le hirviera la sangre él no quería que ella se fuera.

—Cierto—comentó Milagros —¿Vas a ir al estadio el próximo domingo?— le preguntó a Luz, quien asintió.

—Si, siempre lo acompaño, ¿Venís conmigo?— preguntó de forma amigable y Milagros asintió. Ella no era muy fan del fútbol, pero tenía tiempo y quería ir. Ignacio escuchó la conversación con mucha atención.

¿Rivales?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora