En mi mente había solo un nombre, Ignacio, era un jugador exitoso, en casi todos los partidos de la temporada había convertido goles, era un chico que tenía un muy buen desempeño futbolístico, había jugado contra Gonzalo unas cuantas veces, nunca lo noté, supongo que eso se debe a que solo veo a un equipo, el que he seguido desde pequeña y gracias a mi amigo tengo la oportunidad de ir cuantas veces quiera al club, los demás no me importan, el equipo que defiende Ignacio es el rival por excelencia, así que jamás veo sus partidos.
—¿Está medio tenso el ambiente, no?— comentó Milagros,mientras con Ignacio nos ignorábamos.
—Yo diría que muy tenso—. Comentó Martín, el rubio había decidido ir con nosotros en el auto de Ignacio.
—¿Ya saben a dónde vamos?— volvió a preguntar Milagros, pero yo no respondí, e Ignacio tampoco, de una forma implícita nos habíamos declarado la ley de hielo.
—Frente a la rambla hay un lugar muy lindo para ir a comer— respondió Martín mirando a Milagros, ella rodó sus ojos y no dijo nada.
—¿Seguís enojada?— preguntó Martín —Te pedí perdón, han pasado meses, no pensé que mi presencia te molestara.
—Tu presencia me recuerda cómo la persona que amaba destrozó mis ilusiones al engañarme con otra— dijo mordaz. Abrí los ojos y miré el espejo retrovisor, ahí estaban los ojos de Ignacio, él solo se limitó a negar.
—¡Yo me arrepiento Milagros!— dijo el rubio cansado.
—Entonces si estoy en una relación con vos, decido engañarte y luego me arrepiento ¿va a estar todo bien?— rió con ironía —Las cosas no son así, lastimosamente sos el mejor amigo de mi hermano, vamos a convivir mucho tiempo, no hagas esto difícil—. Ella dió por terminado el tema de conversación.
Si todo estaba tenso antes, luego de este intercambio de palabras entre Milagros y Martín, en cualquier momento podía reportarse un asesinato, porque en verdad creo que ninguno estaba cómodo en ese auto.
Al cabo de unos minutos llegamos al restaurante, tomé mi bolso y bajé del auto, Ignacio me miró y sonrió, su sonrisa no fue altanera ni mucho menos, él solo estaba sonriendo, yo no pude devolverle el gesto. Milagros comenzó a caminar hacia el restaurante y a su lado iba Martín, se veían bien, aunque al parecer ahí había más historia de la que yo podría contar.
—Gracias por venir— comentó Ignacio a mi lado, asentí.
—Milagros me pidió que viniera— respondí. —¿Por qué no dijiste nada?— pregunté.
—No me habías reconocido y tampoco quería que te sintieras incómoda— se encogió de hombros.
—Entonces sabías que me iba a sentir así— susurré.
—Claro que si, no me olvido como me miraste ese día en el estadio, te sonreí pero a cambio obtuve una mirada nada agradable— comentó, lo miré con su sombrero y él estaba riendo.
—¿Era una forma de burla?— pregunté con cautela, él negó.
—Para nada— aseguró mientras seguíamos caminando hacia el restaurante. —Solo fue una sonrisa, una que me ha costado tu odio.
—No te odio— comenté —Es solo que me pareciste soberbio, además te burlaste de Gonzalo— expliqué, él se puso serio al escuchar el nombre de Gonzalo, aunque eso podía ser mi mala percepción.
—No fue así— respondió, para luego abrir la puerta del restaurante, permitiendo que yo ingresara primero, en la mesa ya estaban Milagros y Martín, enfrentados y dedicándose miradas que daban miedo. —No te preocupes por ellos, fueron pareja y ahora mi hermana lo odia— dijo encogiéndose de hombros.
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¿Rivales?
RomanceÉl es un jugador exitoso, ha firmado contrato para el equipo de sus amores, desde pequeño soñó con el momento en que vestiría esos gloriosos colores. Es una persona muy bromista y también ama compartir tiempo con su familia, su hermana Milagros es...