Capítulo 1: Encuentro Inesperado

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La noche en Bangkok era una cortina de misterio, iluminada por destellos de neón que parpadeaban en las calles estrechas como latidos nerviosos. Freen se sumergió en la oscuridad de un callejón, su mente inquieta mientras caminaba hacia su destino, el roce de su chaqueta de cuero negro susurrando una promesa de peligro.

Las luces de neón parpadeaban sobre los adoquines gastados cuando Freen se adentró en el callejón, su figura escurriéndose como una sombra. El sonido de tacones resonó en la distancia, acercándose como un tambor de guerra. Era la señal que esperaba. La traición estaba en el aire.

"Has sido una buena socia", escuchó Freen, ciertas palabras cargadas de tensión. Se volvió hacia el rincón oscuro del callejón donde su contacto debería estar esperando. Pero en su lugar, se encontró con una trampa mortal.

Las sombras cobraron vida cuando figuras encapuchadas emergieron de la oscuridad, armas relucientes en mano. El aire se llenó de la fría promesa del metal. Freen estaba rodeada, atrapada en una danza mortal.

"No tenías otra opción", dijo una voz fría y desconocida, mientras el líder del grupo avanzaba hacia ella, un arma letal en sus manos. El acero brillaba con un destello mortal.

Freen sabía que su tiempo se agotaba. Con movimientos rápidos, sacó su propia arma, un brillo de acero líquido en su mano, y comenzó un ballet mortífero de balas y destellos. Los disparos resonaron en el callejón estrecho mientras las balas cortaban el aire, dejando un rastro de chispas luminosas a su paso. El mundo se convirtió en una sinfonía de fuego y metal.

El líder del grupo se tambaleó, un grito de agonía escapando de sus labios cuando la bala de Freen encontró su objetivo. Pero no fue suficiente. Las sombras que lo rodeaban avanzaron implacables, sus armas apuntadas hacia ella.

En un último intento desesperado, Freen se arrojó al suelo, rodando para esquivar las balas que silbaban a su alrededor como fantasmas vengativos. Sus dedos apretaron el gatillo, disparando una ráfaga de balas que encontraron su marca en los atacantes. Pero no todos cayeron.

Una bala encontró su pierna, un dolor punzante que cortó a través de su determinación. Freen apretó los dientes, luchando contra la agónica sensación. La batalla rugió en el callejón, una sinfonía de destrucción que amenazaba con devorar a Freen. La adrenalina bombeaba a través de sus venas mientras luchaba con cada aliento, cada disparo. Cada movimiento era una lucha por la supervivencia, cada bala un recordatorio de su destino incierto.

Finalmente, el callejón quedó en silencio, solo el eco siniestro de disparos aún resonando en el aire.

Después de la intensa balacera en el callejón, Freen se apoyó en la pared con dificultad, su respiración agitada. La bala en su pierna le provocaba un dolor punzante y la sangre comenzaba a empapar su ropa. Con manos temblorosas, buscó en su bolsillo y sacó un pequeño paquete de vendas y un improvisado torniquete.

La oscuridad a su alrededor parecía envolverla mientras intentaba detener la hemorragia. Cada movimiento era un recordatorio constante del peligro que la acechaba. Con manos expertas, ajustó el torniquete alrededor de su muslo, aplicando presión para frenar el flujo de sangre. La agonía era implacable, pero Freen sabía que debía mantenerse alerta.

Después de dejar atrás el callejón oscuro y mortal, Freen cojeaba por las calles de Bangkok, el dolor en su pierna herida aún palpitando con cada paso. Las luces de neón que una vez parecían promesas de peligro ahora eran oasis de refugio en medio del caos de la ciudad.

Con cada paso, su mente volvía a la imagen de la traición y el enfrentamiento en el callejón. Sabía que no podía quedarse en las sombras por mucho tiempo. La mafia tailandesa estaba en su búsqueda, y su tiempo se agotaba.

Finalmente, divisó un hotel en el horizonte, una majestuosa estructura que se alzaba sobre el bullicio de la ciudad. Sabía que allí encontraría refugio temporal.

Freen se acercó con cautela a la entrada del majestuoso hotel, luchando contra el dolor de la bala en su pierna. La fachada del edificio brillaba con luces doradas, y los porteros la recibieron con cortesía, sin hacer preguntas incómodas.

El vestíbulo del hotel relucía con luces doradas y mármoles pulidos, un oasis de tranquilidad en medio del caos de Bangkok. Freen avanzaba con cuidado, su pierna herida recordándole la traición en cada paso.

Pasión peligrosa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora