17- La envenenadora

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Draco se despidió de su padre sin decirle a dónde iba. Sabía que podía contar con su ayuda y su consejo, pero ese era un tema que quería solucionar solo, y no le convenía tener testigos.

Por otra parte, no le agradaba lo que estaba a punto de hacer, pero era necesario para que todo saliese bien. Sólo esperaba que ella colaborase.

–¡Draco! ¡Qué sorpresa! –él se giró al oír aquella voz, tan aguda y chillona como peligrosa–. No esperaba verte por aquí.

–Hola, Pansy –respondió él, tratando de sonreír ¡Cómo la odiaba! Y cómo necesitaba su ayuda.

Tras haber visto el sello de los Parkinson en el libro de firmas de "Wallace & co" lo había comprendido todo: los señores Párkinson no se conformarían con quedarse con los brazos cruzados, y habían decidido acabar de una vez por todas con el problema que suponía Astoria.

No habían dudado en utilizar el peligroso producto que compraban para pulir las joyas que fabricaban en un fin mucho más perverso.

–¿Vienes solo? –preguntó maliciosa–. ¿Ya te has cansado de tu condesa?

–Vuelve a estar enferma –mintió él, fingiendo estar cansado de ello.

–¿En serio? –Pansy se alegró visiblemente al oír eso, y por un momento, dejó a un lado su pose fastidiosa.

–Sí, debe ser por algo que comió.

–Pobre Draco, qué pesado debe ser tener una esposa así –ronroneó ella, posando una mano sobre el brazo del chico. Draco resistió el impulso de evitar el contacto con ella. Necesitaba que Pansy le apoyara a toda costa–. Sé de algo que te animará –dijo de repente, toda sonrisa y alegría. Tiró de él para llevarle a otra habitación, donde unos elfos estaban poniendo sobre una mesa fuentes repletas de fruta, dulces y chucherías–. Quédate a comer, si quieres. Te prometo que yo no me sentiré indispuesta –se rio de forma tonta.

–Me encantaría hacerlo –asintió Draco, fingiendo sentirse aliviado por la sugerencia. Decidió que sería buena idea elevar un poco más el ego de Pansy–. Astoria es insoportable, no comprendo cómo he aguantado tanto tiempo a su lado –bufó. Pansy le miraba con los ojos brillantes–. Ojalá nunca me hubiese casado con ella.

Pansy estaba tan contenta que podría haberse puesto a saltar allí mismo. Como siempre que se emocionaba, le entró hambre, y sin mirar lo que hacía cogió una manzana y comenzó a jugar con ella.

–Si ella muriese ¿te casarías conmigo? –le preguntó, haciendo un puchero. Draco se aferró a un clavo ardiendo.

–No deseo hacer otra cosa –dijo muy serio, mirándola fijamente a los ojos.

Ahora venía la parte difícil ¿Cómo abordar la cuestión que le había llevado hasta allí? ¿Admitiría la misma Pansy que su padre había querido envenenar a Astoria?

–Quizá no tengamos que esperar mucho –sonrió ella, de forma pícara.

–¿Por qué dices eso? –Draco se acercó a la chica. Ella entonces hizo algo que a él le repelía muchísimo: le dio un mordisco a la pieza de fruta y comenzó a masticarla con la boca abierta–. Qué ¿no me ofreces un poco? –no pudo evitar ser irónico. Ella tragó y le miró de forma despectiva.

–¡No seas idiota! Los dos sabemos que tienes alergia a las manzanas. Nunca tocarías una –le espetó.

Algo hizo "clic" en la mente de Draco, y de repente lo vio todo claro. Su estómago se hundió, como si estuviese lleno de hielo. Con un movimiento brusco y veloz, agarró a Pansy de las muñecas, haciendo que tirase la manzana al suelo.

Matrimonio de conveniencia (Draco x Astoria)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora