14- La mansión Malfoy

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Las cosas iban muy bien entre Draco y Astoria. Estaban enamorados, pasaban la mayor parte del tiempo juntos, y siempre que se mantuviesen alejados del conde, podían estar tranquilos.

Una semana después de la boda, Draco quiso enseñarle a Astoria la Mansión Malfoy. Se despertaron temprano, se trasladaron mediante aparición hacia la verja principal, y avanzaron por el camino de tierra que dividía los gigantescos jardines que rodeaban el edificio.

-Son realmente hermosos -comentó ella, admirada.

-Los diseñó mi tatarabuelo -dijo él, muy orgulloso.

-¡Los pavos reales son de verdad! -exclamó Astoria, señalando una de las aves blancas que se lucían al sol.

-Te dije que lo eran.

-¡Deja ya de presumir!

-Ni hablar, llevo casi medio mes admirando las paredes de tu magnífico castillo, y ahora tú admirarás las mías -sonrió él.

-¿Por qué diablos me habré casado contigo? -bromeó ella.

-Porque te deslumbré cuando me viste.

-Literalmente -asintió ella-. Estabas justo delante de la ventana.

Draco se rio, le pasó una mano alrededor de la cintura, y la besó.

Los señores Malfoy les estaban esperando frente a las puertas de la mansión. Les saludaron con afabilidad, y decidieron aprovechar la soleada mañana para mostrarle a Astoria los terrenos y los jardines.

Lucius y Draco se adelantaron, conversando entre ellos, y Narcissa cogió a Astoria del brazo y caminó junto a ella. Quería solucionar el mal comienzo que había tenido su relación, y de todas formas, no era mala idea hacerse amiga de la mujer de su hijo.

-Tu aspecto es excelente -comentó. Y era verdad; desde la purga del veneno, Astoria había experimentado una increíble mejoría.

-Me he recuperado muy rápido, aunque aún me canso si permanezco demasiado tiempo de pie -respondió Astoria-. Draco intenta que haga ejercicio todo el tiempo. La verdad es que me ha ayudado muchísimo.

Narcissa vaciló antes de proseguir.

-Os veo muy bien juntos. Parecéis felices -tanteó, insegura.

-Lo somos -sonrió Astoria. La forma en la que le brillaban los ojos al mirar a Draco revelaba que decía la verdad.

-Me alegro mucho -confesó Narcissa-. He de decir que jamás pensé que tú fueses a ser... la persona adecuada para él -se calló durante unos segundos antes de proseguir- Admito que yo fui la primera en desear que empeoraras, y cuando oí que ibas a morir me... me alegré -se sonrojó, y agachó la cabeza-. Ahora me avergüenzo de haberlo pensado.

-No tiene importancia -dijo Astoria-. No fuisteis vosotros los que me provocasteis la enfermedad.

-¿Entonces es cierto? ¿Estabas siendo envenenada? -susurró Narcissa. Astoria asintió-. ¡No lo puedo creer! ¿Qué piensas hacer ahora?

-Nada. No tengo pruebas para demostrar lo que ha pasado. Pero mi padre ya tiene lo que quería, así que no creo que vuelva a intentar matarme.

-¿Por qué no venís a vivir aquí? -sugirió Narcissa-. Estaríais mucho más seguros. A Lucius no le importará, y él y yo estaremos encantados de que viváis con nosotros.

-Lo siento, pero no puedo hacer eso. Ese castillo es mi hogar; allí ha vivido mi familia desde siempre. Mi padre ha impuesto su voluntad de muchas maneras, pero no me obligará a irme -Narcissa la miró sorprendida. No se esperaba tal arranque de fuerza en alguien con un aspecto tan delicado-. De todas formas, si Draco quiere irse, yo le seguiré -añadió Astoria, algo más tranquila-. Él es mi familia ahora, y no me separaré de él.

Matrimonio de conveniencia (Draco x Astoria)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora