12- El primer día

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Draco abrió los ojos, sin saber dónde estaba. Miró a su alrededor, demasiado confuso para estar asustado, y al ver la habitación de Astoria lo recordó todo.

Se incorporó de un salto, buscando con la mirada a Kali y a Slughorn, pero ninguno de los dos estaba allí. Sin embargo, alguien había dejado las cortinas medio abiertas, y el sol de la mañana se colaba entre ellas, iluminando la habitación. Draco se giró hacia Astoria, temiendo lo que se iba a encontrar, pero su corazón se calmó al ver que la joven lucía un aspecto completamente normal.

Estaba dormida, libre al fin de la cápsula de mantas que la habían tapado, y su respiración era suave y rítmica. El color de su piel, aun siendo pálido, ya no era enfermizo, y sus labios volvían a mostrar signos de vida.

Draco se tumbó a su lado, procurando moverse lentamente, y trató de asimilar que por fin se había producido el milagro. Astoria había sobrevivido, lo había conseguido. El alivio era tal que por un momento se sintió mareado. La observó dormir, deseando acariciarle la mejilla y abrazarla, pero se contuvo. Ella se merecía descansar después de todo lo que había pasado.

Sin embargo, no pasó mucho rato hasta que ella se estremeció y suspiró, abriendo los ojos de forma perezosa. Al principio miró a Draco como si no le reconociera, pero luego pareció darse cuenta de lo que había pasado, y entonces se miró a ella misma, palpándose el pecho y el cuello.

–¿Cómo estás? –le preguntó Draco.

–No lo sé. Creo... creo que estoy bien –Astoria se giró y se quedó mirando fijamente al techo, como si mentalmente estuviese comprobando si algo iba mal–. Aunque muy cansada. Me siento como si hubiese corrido una maratón –entonces frunció el ceño y miró a Draco–. Recuerdo a mi padre haciéndome beber la droga. Llenó el vaso más de la cuenta, y luego... –no fue capaz de continuar. No tenía palabras para describir la angustia que había sentido antes de hundirse en la oscuridad sin fin de la inconsciencia.

–Luego nos casamos –dijo Draco, con suavidad–. ¿Recuerdas?

–Sí... No... No lo sé... Sólo recuerdo oscuridad –respondió ella–. Aunque creo que hubo un momento en el que mi cama estuvo rodeada de gente, pero no estoy segura.

–Abriste los ojos un segundo, pero no estaba seguro de si te dabas cuenta de lo que pasaba.

–¿Cómo logré recuperarme?

–Hablé con mi profesor de pociones del colegio, y le convencí para que nos ayudara –confesó Draco–. Él preparó el antídoto para extraerte el veneno del cuerpo. Estuviste muy enferma, y por un momento... –Draco se mordió la lengua. No era necesario preocuparla más–. Pero ahora estás bien, y eso es lo que importa.

–¿Cuánto tiempo he estado así?

–Tres días y tres noches, sin contar con la noche del día de la boda. Le pedía a tu padre que me concediera el derecho de maridaje.

–¿Qué? –Astoria abrió mucho los ojos, y por primera vez, sus mejillas se colorearon. El contraste con la blancura de su piel fue muy llamativo–. Entonces mi padre piensa que...bueno, ya sabes –su cara se puso más roja aún. Draco quiso tomarle el pelo, ya que le divertía su reacción, pero se compadeció de ella.

–No sé qué pensará, pero ese tiempo nos ha servido para salvarte la vida.

–Jamás podré agradecéroslo.

–No es necesario que lo hagas.

Permanecieron unos minutos sin decir nada. Draco la miraba, muy tranquilo, aliviado por ver su mejoría, pero ella no lo estaba tanto, y no podía fijar sus ojos en ninguna parte. Se puso a jugar con su anillo de casada antes de fijarse en él.

Matrimonio de conveniencia (Draco x Astoria)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora