Epílogo

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Los rayos del sol se colaban perezosos por la ventana, iluminando suavemente el contorno de los muebles, los cuadros y los tapices.

Sobre una cómoda, los marcos de plata que adornaban las fotos resplandecieron brevemente, al ser iluminados. Había varias docenas de ellos, y en todos se veía a una joven pareja, saludando sonriente a la cámara.

Draco y Astoria saludaban desde París, Roma, los Golfos Noruegos, la Selva Amazónica, el Tíbet y una multitud de lugares más. No habían dejado de viajar desde que se habían casado, y al parecer, no se habían arrepentido de ello.

Sin embargo, habían regresado al castillo Greengrass por decisión de Astoria; la mujer consideraba que ya iba siendo hora de sentar la cabeza, y aunque Draco no tuviese ningún problema a la hora de llevar sus negocios a distancia, ella echaba de menos tener un hogar fijo.

Se habían instalado unas semanas atrás, y a Draco aún le costaba creer que hubiesen aguantado tanto tiempo viviendo en el mismo lugar. Pero ese día se alegró, sobre todo cuando Astoria le despertó de un codazo.

-Draco, despierta -aunque intentaba mantener la calma, la voz de Astoria reflejaba todo su miedo y nerviosismo-. ¡Despierta! -insistió. Él abrió los ojos de golpe, y casi se atragantó del susto.

-¿Qué te pasa? -preguntó, aún medio dormido.

-Creo que ya viene -dijo ella, muy nerviosa.

-¿Quién viene?

-¡Draco!

Él comprendió de golpe. Astoria estaba embarazada. Se habían dado cuenta de ello en mitad de un crucero, y una de las razones por las que habían decidido volver al castillo era porque querían que su hijo naciese allí. De hecho, Astoria había salido de cuentas unos días antes.

Draco estaba tan sorprendido, y a la vez, dormido, que al levantarse de golpe se llevó todas las sábanas enredadas alrededor de sus piernas, y se cayó al suelo. Astoria le miró, intentando no reírse, y se incorporó sobre los codos.

-Cariño, vamos a tener un hijo -le dijo, con calma-. ¿Crees que serás capaz de avisar a la comadrona y a tus padres? ¿Por favor?

Una parte del cerebro de Draco decidió tomar el control sobre su cuerpo, y le ayudó a vestirse rápidamente, coger su varita y hacer lo que Astoria le había pedido. Según pasaban los minutos, se iba sintiendo más racional, aunque estaba mucho más nervioso que Astoria.

Ella, en cambio, una vez pasado el susto inicial, había asumido que iba a dar a luz y se había centrado en respirar lentamente y contar en silencio los minutos que tardaba en tener cada contracción. Había tenido nueve meses para prepararse para ese momento, y trataba de sobrellevar el parto con entereza.

La elfina Kali preparaba todo a su alrededor, tratando de no molestar, pero Draco se sentía un completo inútil, y sin saber qué hacer, salió al pasillo y empezó a dar vueltas de un lado para a otro. Cuando llegó la comadrona, insistió en entrar con ella en la habitación, pero Kali y Astoria le convencieron para que esperara fuera. Dijeron que le avisarían cuando fuese el momento, y él decidió creérselo.

Poco después, llegaron sus padres, también algo nerviosos, pero con el espíritu animado. Se esforzaron por distraer la mente de Draco de lo que pasaba en la habitación, e incluso le llevaron a los jardines a dar una vuelta. Unas horas después, Kali fue a llamarle antes del nacimiento, para que acudiese junto a Astoria, y cuando él salió corriendo, les llegó el turno a los señores Malfoy para ponerse nerviosos.

Regresaron ante la puerta de la habitación, y comenzaron a caminar de un lado para otro, aguzando el oído, para tratar de adivinar lo que estaba pasando. Sin embargo, poco después, se abrió la puerta, y Draco salió, con un bulto sollozante en brazos.

Matrimonio de conveniencia (Draco x Astoria)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora