6- Terapia nocturna

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Esa noche, a pesar de todo el cansancio que sentía, Draco no logró pegar ojo. No conseguía olvidar la cara de Pansy cuando él la había rechazado. No había sido una mueca de decepción, sino de odio y rabia furiosa y maligna.

No había sido la pasión lo que había llevado a la chica a intentar seducirle, y desde luego, era muy poco probable que se hubiera sentido impulsada por el amor.

La verdadera razón de todo aquel espectáculo era tan retorcida que Draco no llegaba a explicársela. No se lo había dicho a sus padres. Por alguna razón le daba vergüenza hablar de ello. Se sentía humillado y manipulado.

Si hubiese sido al revés, si hubiese sido Draco quien se hubiese abalanzado sobre Pansy, le habrían acusado de intentar violarla. Pero había sido al contrario, y él no sabía cómo proceder ante eso.

Daba vueltas en la cama, recordando una y otra vez la escena. No la olvidaría jamás por mucho que viviese. La desesperación de Pansy por hacerle suyo...

No pudo aguantarlo más y se levantó, dispuesto a olvidar como fuese. Se vistió y cogió su escoba, escapando de su cuarto por la ventana, como las noches anteriores.

Esperaba que sus padres no se diesen cuenta de su ausencia, pero si lo hacían, realmente no le importaba. Voló a toda velocidad, tratando de agotarse físicamente para poder dormir sin soñar. Hizo quiebros y piruetas. Subió tan alto que casi pudo tocar las nubes y sintió cómo su pecho ardía por la falta de oxígeno y sus miembros tiritaban de frío. Gritó a todo pulmón, seguro de que nadie le oiría.

Cuando quiso darse cuenta de dónde estaba, descubrió que inconscientemente había viajado hacia el este, acercándose al condado Greengrass.

Pensó en Astoria, y sintió deseos de verla y hablar con ella. Iba a poner rumbo hacia el castillo cuando recordó que quizá los Parkinson habían mandado vigilar los límites del condado, para controlar las visitas de los Malfoy. Debía tomar todas las precauciones posibles, así que aterrizó en una zona arbolada y se escondió lo máximo posible antes de desaparecerse.

Logró aparecerse justo en los límites del condado, en mitad de unos arbustos realmente tupidos. Se quedó quieto, escuchando, pero no parecía que nadie le hubiese oído. Montando en su escoba se adentró en la finca, volando a ras del suelo y aprovechando al máximo el relieve del terreno, para evitar ser visto.

Pudo ver la ventana de la habitación de Astoria, en lo alto de la torre de piedra, pero no quiso arriesgarse, y procedió a entrar por la puerta situada en la falsa garita.

Al llegar a la habitación de Astoria vio que dos velas encendidas iluminaban tenuemente la habitación. Draco avanzó con cuidado sobre la alfombra, procurando no hacer ruido, y se acercó a la cama.

Astoria yacía con los ojos cerrados, respirando con suavidad, y él sintió una especie de hormigueo en el pecho al pensar que la estaba contemplando dormir sin que ella se diese cuenta. Pero Astoria no dormía, y abrió los ojos, sonriéndole.

–Buenas noches –le saludó–. Hoy vienes más temprano.

–¿Cómo lo sabes? 

–Bueno, aún no se han apagado las velas, tú no has abierto las cortinas para que pase la luz y... hay un reloj en mi mesilla –respondió. Draco se sonrojó al comprender su estupidez, y sonrió aceptando su derrota–. ¿Por qué has venido? 

–No podía dormir.

–Tampoco yo. Al tomar la "medicina" por la mañana dormí durante todo el día, y ahora no tengo sueño.

–Y todo porque mi madre necesitaba tomar la medida de tu dedo –masculló Draco–. Ya sabes, para el anillo.

–¿Eso quería? –se sorprendió ella–. Entonces tus padres están decididos a seguir adelante.

Matrimonio de conveniencia (Draco x Astoria)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora