Cuando volvemos a la mesa del patio, Jungkook me suelta de la muñeca y mueve la silla para que me siente.
Noto que la piel me arde literalmente tras su tacto, y me paso los dedos por encima mientras él coge la otra silla y la arrastra por el suelo de piedra para sentarse delante de mí. Cuando lo hace, está tan cerca que sus rodillas casi tocan las mías.
—¿Y bien?, ¿de qué quieres hablar, Jungkook? —le pregunto con el tono más frío que soy capaz de adoptar. Inspira hondo, se quita el gorro de lana de nuevo y lo deja sobre la mesa. Observo cómo se pasa los largos dedos por su tupido pelo y me mira a los ojos.
—Lo siento —dice con una intensidad que me obliga a apartar la mirada y a fijarla en el árbol grande del patio. Se aproxima—¿Me has oído? —pregunta.
—Sí, te he oído —le espeto, y vuelvo a mirarlo. Está más loco de lo que yo creía si piensa que sólo porque haya dicho que lo siente voy a olvidar todas las cosas horribles que no para de hacerme casi a diario.
—Eres una persona muy difícil —dice, y se apoya contra el respaldo de la silla. Tiene en la mano la botella que he tirado antes por el patio, y le da otro trago. ¿Cómo es posible que no haya perdido el conocimiento todavía?.
—¿Que yo soy difícil? —inquiero—¡¿No hablarás en serio?!... ¿Qué esperas que haga, Jeon? Eres cruel conmigo. Tremendamente cruel —digo, y me muerdo el labio inferior. No pienso llorar delante de él otra vez. Tae nunca me ha hecho llorar; hemos discutido algunas veces en todos estos años, pero nunca me he sentido tan mal como para llorar.
—No lo pretendo —dice con voz grave, y sus palabras parecen cortar el aire nocturno.
—Sí lo pretendes, y lo sabes. Lo haces a propósito. Nunca nadie me había tratado tan mal en toda mi vida.
Me muerdo el labio con más fuerza. Siento el nudo en la garganta. Si lloro, ganará él. Eso es lo que quiere.
—Y ¿por qué sigues relacionándote conmigo? ¿Por qué no solo te alejas?.
—Porque... no lo sé. Pero te aseguro que, después de lo de esta noche, se terminó. Voy a dejar la clase de literatura. Ya la haré el semestre que viene. —No había planeado hacer eso hasta ahora, pero es justo lo que debería hacer.
—Por favor, no hagas eso.
—¿A ti qué más te da? No querrás verte obligado a estar cerca de alguien tan patético como yo, ¿verdad? —Me hierve la sangre. Si supiera las palabras exactas que pudieran hacerle el mismo daño que él me hace a mí siempre, las diría sin pensar.
—No quería decir eso... Yo soy el patético aquí.
Lo miro directamente.
—No voy a discutírtelo —contesto.
Da otro trago y, cuando me dispongo a quitarle la botella, la aparta.
—¿Qué pasa? ¿Eres el único que puede emborracharse? —pregunto, y en su rostro se forma una sonrisa sarcástica. La luz del patio se refleja en el aro de su ceja mientras me tiende la botella.
—Pensaba que ibas a tirarla otra vez —dice.
Debería hacerlo, pero me la llevo a los labios. El licor está caliente y sabe a regaliz quemado y empapado de alcohol desinfectante. Me dan arcadas, y Jungkook se ríe.
—¿Con qué frecuencia bebes? Me dijiste que no bebías nunca —digo. Tengo que volver a enfadarme con él después de que conteste.
—Antes de esta noche habían pasado seis meses. —Desvía la mirada al suelo como si estuviera avergonzado.
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Romance-¿Qué? ¡¿Qué, Jungkook?!-chillo aún más alto. -Yo... ¡Te quiero!-grita.