capitulo 31

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Intento apartarme de él, pero me retiene con demasiada fuerza. Debo de haberlo entendido mal. Mis emociones me están confundiendo, de modo que desvío la vista hacia la oscuridad del patio para tratar de entender el significado que se esconde tras esas palabras. 

¿Jungkook quiere ser mejor persona por mí? «¿En qué sentido? No puede estar diciéndolo en serio..., ¿verdad?» 

Vuelvo a mirarlo, con los ojos empañados de lágrimas.

—¿Qué? 

Parece sereno..., ¿sincero? ¿Esperanzado?

«¿Qué?»

—Ya me has oído.

—No. Creo que no te he entendido bien.

—Me has entendido perfectamente. Haces que sienta... cosas que no había sentido antes. No sé cómo manejar esta clase de sentimientos, Minnie, así que hago lo único que sé hacer. —Hace una pausa y deja escapar el aliento contenido—Comportarme como un hijo de puta. 

Una vez más, me encuentro en trance.

—Esto no funcionaría, Kook, somos muy diferentes. Y, para empezar, tú no buscas una relación, ¿recuerdas?.

—No somos tan diferentes, nos gustan las mismas cosas; a los dos nos apasiona leer, por ejemplo—dice con el aliento cargado de alcohol. Aunque lo estoy viviendo, no me puedo creer que Jungkook esté intentando convencerme de que podríamos estar bien juntos.

—Tú no buscas una relación —le recuerdo de nuevo.

—Lo sé, pero podríamos... ¿ser amigos?.

Ya estamos. Hemos vuelto a la casilla de salida.

—Tú mismo dijiste que no podíamos ser amigos. Y no quiero ser amigo tuyo, sé lo que quieres decir con eso. Quieres todas las ventajas de un novio sin tener que comprometerte. 

Entonces, se tambalea. Se apoya contra la mesa y me suelta.

—¿Qué tiene eso de malo? ¿Por qué necesitas una etiqueta? —replica. Agradezco el espacio que hay ahora entre nosotros y el aire fresco sin olor a whisky.

—Porque, aunque últimamente no lo he demostrado, tengo amor propio. No pienso ser tu juguete, y menos si eso implica que me trates como un trapo. —Elevo los brazos en el aire—Y, además, ya estoy con alguien, Jungkook.

Sus malévolos hoyuelos aparecen acompañando a su sonrisa.

—Sí, pero mira dónde estás ahora. 

Reflexiono y le espeto:

—Yo lo quiero, y él me quiere a mí. 

Y entonces veo cómo cambia la expresión en su rostro. Se tambalea hasta apoyarse en la silla.

—No me digas eso —dice arrastrando las palabras, que salen más rápidas que antes. Casi había olvidado lo borracho que estaba.

—Sólo dices esas cosas porque estás borracho; mañana volverás a odiarme.

—No te odio. —Se inclina ligeramente hacia adelante. Ojalá no tuviera este efecto en mí. Ojalá pudiera largarme sin más. Pero, en lugar de hacerlo, me quedo y lo oigo decir:—Si eres capaz de mirarme a los ojos y decirme que quieres que te deje en paz y que no vuelva a hablarte nunca, lo haré. Te juro que desde hoy mismo no volveré a acercarme a ti. Sólo tienes que decirlo.

Abro la boca para decirle justo eso: que no se acerque a mí; para decirle que no quiero volver a verlo. Pero entonces se vuelve hacia mí y se aproxima.

—Dímelo, nene. Dime que no quieres volver a verme nunca.

Me toca. Me acaricia los brazos y se me eriza todo el vello del cuerpo inmediatamente.

Usado (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora