La mano de Jungkook sigue en mi muslo, y espero que nunca la aparte.
Aprovecho la oportunidad para analizar algunos de los tatuajes que cubren sus brazos. El símbolo del
infinito que tiene encima de la muñeca capta mi atención de nuevo, y no puedo evitar preguntarme si tendrá algún significado especial para él.Parece algo personal, al tenerlo ahí, justo encima de la piel sin tatuar de su mano. Miro su otra muñeca para ver si tiene algún otro símbolo, pero no hay
ninguno. El símbolo del infinito es bastante común, sobre todo entre los hombres, pero el hecho de que la curva de los extremos tenga forma de corazón despierta mi curiosidad todavía más.—¿Qué clase de comida te gusta? —dice. Me sorprende que me pregunte algo tan trivial. Me recojo el pelo casi seco en una colita y me planteo por un instante qué me apetece comer.
—La verdad es que me gusta todo, siempre que sepa lo que es y que no lleve kétchup.
Se ríe.
—¿No te gusta el kétchup? ¿No se supone que a todos los estadounidenses los vuelve locos esa salsa?—bromea.
—No tengo ni idea, pero es asquerosa.
Los dos nos echamos a reír.
—¿Te parece que sea una cena sencilla, entonces? —añade. Asiento y él se dispone a subir el volumen de la música, pero se detiene y vuelve a apoyar la mano sobre mí.
—¿Qué planes tienes para cuando termines la universidad? —pregunta. Es algo que ya me había preguntado antes, en su habitación.
—Tengo intención de mudarme a Seattle inmediatamente, y espero trabajar en una editorial o ser escritor. Sé que es una tontería —digo, de repente avergonzado por mis grandes ambiciones—Pero ya me lo preguntaste, ¿recuerdas?.
—No, no lo es. Conozco a alguien que trabaja en la editorial Vance; está un poco lejos, pero a lo
mejor podrían hacerte un contrato de formación. Si quieres, hablo con él.—¿En serio? ¿Harías eso por mí? —pregunto con una voz aguda a causa de la sorpresa; aunque ha estado muy simpático durante la última hora, no me esperaba esto para nada.
—Sí, no es para tanto. —Parece algo cohibido. Estoy seguro de que no está acostumbrado a hacerle favores a nadie.
—Vaya, gracias. En serio. Necesito conseguir un trabajo o un contrato de prácticas pronto, y eso
sería un sueño hecho realidad —exclamo uniendo las manos con entusiasmo.Se ríe y sacude la cabeza.
—De nada.
Nos detenemos en un pequeño aparcamiento al lado de un viejo edificio de ladrillo.
—La comida aquí es fantástica —dice, y sale del coche.
Se dirige al maletero, lo abre... y saca otra camiseta negra lisa. Debe de tener millones de ellas.
Estaba disfrutando tanto viendo su torso desnudo que había olvidado que en algún momento iba a
tener que cubrírselo. Entramos y nos sentamos en el local vacío. Una anciana se acerca a la mesa y nos entrega los menús, pero él los rechaza y pide una hamburguesa con papas fritas y hace un gesto para indicarme que debería pedir lo mismo.Confío en su criterio y la pido, pero sin kétchup, claro.
Mientras esperamos, le hablo a Jungkook de mi infancia en busan. Al ser criado en Estados Unidos, no conoce el lugar. No se pierde gran cosa; es un sitio pequeño, donde todo el mundo hace las mismas cosas y nadie se marcha nunca. Nadie excepto yo: jamás volveré allí.
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Romans-¿Qué? ¡¿Qué, Jungkook?!-chillo aún más alto. -Yo... ¡Te quiero!-grita.