3

1.4K 93 1
                                    

Diana

En el momento que solté aquel comentario me arrepentí. Dios… ¿como había podido decirle eso? Sabiendo todo lo que había sufrido, y las veces que ha llorado por ello. Que sí, que con once años aún soy una niñata y tengo mucho que aprender, pero, madre mía. Se fue al sofá, lo vi a la mañana siguiente. Estaba mirando al techo con su cara de toda la mala leche de anoche.

–Max…

–Ni se te ocurra dirigirme la palabra. No me conoces, no vivo contigo, no existo.

–... Lo siento –dije con la voz quebrada. No quería llorar pero me dolía haber sido tan sumamente tonta.

–¡¿Lo sientes?! ¡Yo sí que lo siento por haber empezado a confiar en una mocosa como tú! –soltó furioso.

Lo miré con mis lágrimas recorriendo mis mejillas y el labio tembloroso aguantandome los sollozos.

–Después de todo lo que sabes, y lo mal que me habías caído, empezaba a confiar en ti. Veo que ha sido el peor error de mi vida, no se te ocurra pedir disculpas, porque no las voy a aceptar en tu vida.

–¡No seas así, que casi me rompes la cabeza! –lo miré–. ¿O no te acuerdas? Porque bonita cicatriz me has dejado.

–¡Sí que me acuerdo! Pero sabes lo doloroso y el trauma que tengo, que las heridas se curan, pero las palabras se quedan. ¡Cállate de una vez!

–Tú mejor que nadie sabes lo que es cometer errores. Y lo doloroso que es que no te perdonen cuando de corazón lo sientes. No es justo.

–El próximo fin de semana tengo una carrera importante, no tengo tiempo para esto –refunfuñó y pasó de largo para ir a desayunar.

–Vete de mi casa –dije parandolo en medio de la puerta del salón.

–¡Encantado!

–¿Seguro? –sabía que si se iba tendría que volver con su padre. Él lo sabía mejor que nadie, y no quiere ir con él.

–... sí –pero su orgullo, lamentablemente iba por encima de todo.

–Pues ala, corre. Tira con tu padre.

Max

Fue la peor y la mejor decisión que pude tomar en toda mi vida. La mejor, porque volví a ver a mi madre y se disculpó conmigo por todo el daño que había pasado por alto, y la peor, porque ahora tendría que soportar el peso de mis propias acciones multiplicado por cinco. Porque mi padre seguía ahí. Más mayor, más fuerte… más intimidante. Yo también era más mayor, pero era insignificante comparado con él. Me armé de valor y di los buenos días, dejé mis cosas en mi cuarto, y recé para que de ahora en adelante todo me saliera tan perfecto como un círculo hecho con compás.

–¿Qué haces aquí? –oí en la puerta de mi habitación. Mi padre.

–Volver a casa. Sé que has estado viendo todas mis victorias. Siempre quisiste a un ganador, ¿no es así?

–Fuera.

–... ¿qué?

–Esta ya no es tu casa.

–C-claro que lo es.

–Amor… –apareció mi madre. Mi salvación.

–Ha decidido irse con Diana, ¡pues que se vaya a la mierda con ella agarradito de la mano!

–El que se va a ir de esta casa eres tu –dijo con voz firme mi madre.

–... ¿Perdona? ¡¿Me estás echando de MI casa?!

–Tienes una orden –le enseñó unos papeles.

–Esto no puede ser.

–Tienes hasta esta noche –mi madre vino a mi y me abrazó.

Mi padre, con los ojos enfurecidos de un toro y su apariencia ruda, gruñó y se fue a su habitación a preparar lo que tenía para irse. Estoy salvado.

–¿Se acabó?

–Se acabó, hijo.

Me puse a llorar, me sentí liberado. Ahora no podía fallarme, ni fallarle a ella. Tenía que demostrarle al mundo de lo que era capaz, y sobre todo, a mi padre. Para que viera que no necesitaba sus palizas o lecciones de vida para hacer las cosas bien.

Diana

Sentía el vacío de su persona en casa. Me había acostumbrado a molestarlo. Y ahora ya no estaba. Mi madre me dijo que se enteró de que su padre abandonó la casa por una orden de alejamiento, y que ahora él estaría bien. Por lo que dejaría de necesitarnos. Yo lo quería de vuelta. Mamá cuando se enteró de la pelea que tuvimos me riñó bastante fuerte, la verdad que me sentía muy mal. Se me había ido la boca.

–¿Cómo se te ocurre decirle esto a él? Dios, estoy muy decepcionada contigo… más te vale disculparte en cuanto lo veas, y si no las acepta, buenas razones tendrá.

Estoy muy decepcionada contigo. Esas cuatro palabras se me habían clavado. Mi odio hacia Verstappen aumentó, no querría volver a verle nunca. Además, entraríamos a secundaria y ya no tendría que hacerlo, él iba a cambiarse de colegio, yo lo sabía.

28/9/2010

Me enteré de que entró en un equipo de karting internacional y estudiaría en casa. En fin, me daba igual. Ahora me centraba en mí, y en explotar mis capacidades. Siempre había sido una chica bonita, y ahora tenía a la mitad del curso detrás de mí. Uno de ellos me gustaba. Empezamos a tontear y cuando hablábamos por chat le enviaba fotos. Yo ya estaba más o menos desarrollada, tenía unos pechos bastante bonitos y mis caderas se habían hecho más anchas.

Un día, por el instituto, todos me miraban por los pasillos. No entendía nada, hasta que vi a un grupo de chavales riéndose.

–Eh, Diana, ¿nos enseñas las tetas? –se ríe uno de ellos.

No… no podía ser verdad. Confié en él. Le había enseñado mis fotos a todos. De hecho, las había pasado. Y ahora las tenían hasta en el foro del instituto. No, esto no estaba pasando… me fui de allí llorando. Estaba sola, no tenía a nadie en quien refugiarme. Y cuando llegue a casa… para mi sorpresa no me echaron la bronca, pero eso sí, me llevaron a un nuevo instituto al año siguiente. Uno de Holanda. Y me encontré a quien menos quería encontrarme.

𝐦𝐚𝐝 𝐦𝐚𝐱: 𝐥𝐨𝐬 𝐠𝐚𝐧𝐚𝐝𝐨𝐫𝐞𝐬 𝐭𝐚𝐦𝐛𝐢𝐞𝐧 𝐬𝐞 𝐞𝐧𝐚𝐦𝐨𝐫𝐚𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora