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Octubre de 2019

Diana

Hacía un mes que había tenido a mi preciosa hija. Max venía casi cada día a vernos. Entendía que no pudiera venir cada día, pero al menos venía tres o cuatro veces por semana. Tenía a mis padres que me ayudaban, mis amigos… no me quejaba.

Una vez me presenté en el Paddock con ella, y lo primero que hice fue entrar en Mercedes.

–Oh, dios mío… –fue la única vez que vi a Toto parecer una adolescente viendo a su cantante favorito. Su reacción fue exactamente la misma al ver a la pequeña.

–Hola –sonreí.

–¿A verla? –Lewis se acercó como flash a mí y se asomó por el carrito. Mayra dormía, pero estaba segura de que en nada despertaría pidiendo comer–. Roscoe, no.

Miré abajo, el perro estaba mirándome con ojitos brillantes, sentado. Cómo si estuviera esperando para que me agachara y se la enseñara.

–No, de hecho es bueno que los perros conozcan a los bebés.

–Entonces adelante.

Cogí a mi bebé en brazos con cuidado de no despertarla y me senté delante del perro. Lewis cogió del collar a Roscoe y el perro se acercó muy poco y olisqueó, cuando el dueño vio que no iba a hacer nada, lo soltó. Roscoe simplemente olisqueaba, luego me miró y se acercó a mí para lamerme, era como si me estuviera felicitando.

–Voy a ponerme a llorar… –soltó Valtteri, que tenía el móvil en la mano, capturando el momento.

–Y yo… –sonreí.

–¿Solo has venido aquí? Estoy seguro de que los demás también quieren conocerla.

–Iré a dar una vuelta –me levanté.

–Luego nos cuentas –me sonríe Toto.

Les dejé el carro y fui con Mayra en brazos a pasear. Pasé por delante de McLaren y vi a un chico nuevo ahí. Carlos ya me conocía, pero el chaval no, y cuando vio que él me venía a saludar lo siguió.

–¿Al final qué nombre le pusiste? –dice el español mirándola enternecido.

–Mayra.

–Precioso. Este es Lando, el novatillo que acaba de llegar.

–Encantada –lo miré.

–Igualmente –me sonríe. Es tímido, ya se soltará.

–Iré a ver a los demás –me dirigí a Carlos.

–Por ahí han de estar. Charles acaba de entrar en Ferrari.

Asentí, me despedí de los demás y me fui a ver a los demás.

–¡Mi sobrina! –Seb venía hacia mí con esa sonrisa de oreja a oreja. Como si supiera quien era, Mayra justo se despertó–. Hola, princesita –ella lo miró con ojitos vivarachos.

–¿Cómo va todo?

–Bien, muy bien. Ricciardo te ha estado buscando.

–¿Y eso?

–Quería conocer a la niña, como Max le ha hablado de ella, está eufórico por conocerla. Qué va a ser mejor tío que yo dice, JA, que sueñe.

–Parecéis niños chicos.

–Sí, sí, sí, sí… mírala, ya me quiere –acarició ligera y delicadamente la mejilla de la pequeña con su dedo.

–Con un mes te va a querer, siii.

𝐦𝐚𝐝 𝐦𝐚𝐱: 𝐥𝐨𝐬 𝐠𝐚𝐧𝐚𝐝𝐨𝐫𝐞𝐬 𝐭𝐚𝐦𝐛𝐢𝐞𝐧 𝐬𝐞 𝐞𝐧𝐚𝐦𝐨𝐫𝐚𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora