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Jeongin acostumbraba a ser muy precavido. En su antigua vida en el refugio, debía mantenerse en su lugar y no molestar a nadie si quería tener beneficios como ver la televisión. Jeongin amaba la televisión. Se acostumbró de muy pequeño a no quejarse, a hacer lo que le decían y a consumir lo que le daban sin chistar. Y sabía por sobre todas las cosas que en ese momento debía ser el doble de cuidadoso. El humano no podía descubrirlo.

Limpió y dejó todo lo que usó para su desayuno con sumo cuidado, como si nadie hubiese utilizado nada. Se estiró un poco, paseó por toda la casa tratando de no mover nada y hasta jugó un rato con Soonie, Doongie y Dori. No tenía idea a qué hora llegaría el humano, ya que era el primer día en que se iba a trabajar desde su estadía ahí. Decidió tomar un baño rápido y volver a su forma animal antes de que el humano llegase.

Fue al baño dentro de la habitación de su humano y lo que encontró lo dejó sin palabras. EL HUMANO TENÍA UN MONTÓN DE FRASQUITOS DE COLORES. Incluso frasquitos que había visto en los anuncios de la televisión, que si mal no recordaba se llamaban "purfumes".

Su curiosidad lo mataba. Quería probarlos todos.

En el refugio sólo tenía un jabón y un shampoo para felinos. Él no podía usar eso en su forma humana, dejaba su pelito seco y opaco. Se había acostumbrado a bañarse sólo en forma felina para poder mantenerse brilloso y sedoso. Pero realmente extrañaba tomar una ducha tibia. Y realmente quería usar esos frasquitos.

Pero debía ser precavido. Recuerda Jeongin.

Precavido.

Joder, tantos frasquitos. Y como la curiosidad mató al gato, terminó en la ducha abriendo uno por uno para olfatearlos y probar los que le gustaban. Salió acomodando todo en su lugar y secando todo el baño. Perfecto. Ni parecía que alguien hubiese tomado una ducha. En cuanto a los frasquitos que gastó a la mitad, el humano seguro pensaría que fue magia o algo parecido. Todo perfecto.

Secó su pelito con cuidado, se puso un poco de purfume y volvió a ponerse la ropita que utilizó antes. Corrió y bailó un poco más en su forma humana y se apuró a guardar la ropa tal como la encontró y en medio de su desnudez, volvió a transformarse. Bajó las escaleras y se recostó en el sillón, en su manta de patitos. Había sido un día agotador.


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Minho llegó casi de noche, a pesar de Christopher dijo que podían encargarse de su empresa, su ausencia de cuatro días le había acumulado algunas tareas que sólo el como CEO podía realizar. Estaba cansado y sólo quería tomarse un baño y acurrucarse con sus bebés hasta el día siguiente.

Apenas se preparó un té con la poca energía que le quedaba, subió a su habitación y se metió bajo la ducha. Le pareció extraño que hubiese tanto olor a shampoo de manzanilla cuando él usaba el de coco, pero no le dió importancia. Estaba tan cansado. Decidió que se tomaría días libres más seguido, se había acostumbrado tanto al ritmo de su vida que no se dio cuenta lo cansado que estaba hasta que descansó. Le agradecía a Bolita, si no fuera por su llegada seguro hubiera trabajado hasta el desmayo. Y hablando de Bolita ¿Dónde estaba?

Lo encontró dormido en el sillón sobre su manta de patitos, ni se despertó con el sonido del alimento que puso en los platos.

—¿También tuviste un día agotador, Bolita? —le preguntó mientras lo acariciaba. Estaba más sedoso que de costumbre y eso lo relajó tanto que tuvo que esforzarse en pararse del sillón si no quería quedarse durmiendo ahí. Levantó a Bolita entre sus brazos y se recostó con él en la cama, luego llegarían los demás que estaban comiendo.

k o n e k o [ jeongho ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora