11 ฅ⁠^⁠•⁠ﻌ⁠•⁠^⁠ฅ

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—¿Minho?

Jeongin lo veía, con sus brillosos y rasgados ojos, aún en la misma posición en la que lo encontró en la bañera. Minho no podía moverse, estaba duro, caliente. Quería tomar y tomar y tomar. Se reprendía mentalmente porque ya había activado el celo de Jeongin minutos atrás y creía que con un baño podría calmarlo. Pero si Jeongin lo olía ahora, ya no habría vuelta atrás.

Jeongin era un sueño. Su piel porcelana brillaba por el agua que caía de ella en gotas por su espalda, a pesar del agua llena de espuma podía notar el inicio de un bonito y respingón trasero, su abdomen plano era perfecto para besar, y ni hablar de su cintura, parecía hecha especialmente para que él encajara ahí sus manos.

Además, no podía negarlo, sus orejas y su cola lo enloquecían. Minho en su vida sexual había disfrutado que sus parejas se disfrazaran para él, le gustaba el juego de roles en la cama, pero ¿Esto? Esto era de otro mundo.

Se iba a ir al infierno, pero quería tomar a Jeongin, hacerlo suyo, que sólo oliera a él y que nunca más se volviese a nombrar a ese tal Mingi en su hogar.

Quería, ansiaba, anhelaba. Tal vez el que estaba en celo era él, jamás se había puesto duro tan rápido y sin un toque.

Jeongin iba a volverlo loco.

—Vamos —le dijo Minho, aún sin poder moverse de su lugar—, si te quedas más tiempo podrías resfriarte.

Jeongin asintió, saliendo de la bañera para taparse con una toalla y Minho no quería, pero no pudo evitar mirar esas piernas blanquecinas que parecían tan suaves. Se veían tan sensibles, Minho quería averiguar qué tanto lo eran.

Una vez en la habitación, Minho trataba de mirar cualquier cosa que no fuese Jeongin, pero sus ojos seguían desviándose al chico que seguía frotando su abdomen con la toalla para sacarse. Quizás debía irse y dejar que se encargara solo de vestirse. El tema es que no podía moverse, ni quería. Era como una necesidad animal de no perderlo de vista, no dejarlo un segundo.

—¿Puedo? —preguntó Jeongin, señalando al ropero, preguntando si podía usar la ropa de Minho.

—Claro que puedes, luego compraremos ropa nueva para tí.

—No quiero —respondió, frunciendo su ceño.

—¿No quieres? ¿Por qué no?

—Tu ropa tiene tu olor. Quiero oler a tí.

Minho iba a morirse. El quería lo mismo. Lo veía tan chiquito con sus prendas, tan bonito. Puede que no lo conociera hace mucho, pero dentro suyo sentía un calor que no recordaba haber sentido. Jeongin llenaba su mente y sus espacios, y Minho quería que abarcara más, que tomara de él todo lo que quisiera. Porque sabe que se lo daría sin dudar.

Se acercó despacio cuando Jeongin terminó de ponerse el buzo y no pudo evitar atraerlo a su pecho, sintiendo y respirando el aroma de su cabello. Tan en paz, tan en su lugar.

—No puedes decirme esas cosas, bebé.

—¿Está mal? —preguntó, mirándolo con esos oscuros y brillantes ojos.

—Claro que no, yo también quiero que huelas a mí —besó su frente, apenas una caricia de labios—, pero cuando lo dices sólo quiero abrazarte más.

Lo sintió removerse en sus brazos, quizás incómodo. No quería incomodarlo, por lo que dió un paso atrás, soltándolo un poco sin querer hacerlo.

—No… abrazo —dijo Jeongin, pegándose a él otra vez.

k o n e k o [ jeongho ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora