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Se pasaron la siguiente semana así, juntos en la cama. El celo de Jeongin había durado sólo tres días en los que sólo se separaban para comer algo y bañarse. Jeongin era insaciable, Minho lo entendía pero por momentos no podía seguirle el ritmo, después de todo, Jeongin tenía un instinto animal y necesitaba ser follado a toda hora durante su celo.

Claro está que Minho se desligó de todas sus responsabilidades laborales esos días, sólo se tomó las vacaciones que jamás se había tomado y le dijo a sus amigos que luego les daría explicaciones. Todos estaban demasiado curiosos de la razón por la que Minho estaba actuando tan extraño.

Luego del celo, Minho necesitó casi un día entero tirado en su cama para recuperarse, pero Jeongin estaba tan complacido. Ronroneaba y se fregaba contra su cuerpo en busca de mimos y cada tanto, cuando Minho abría los ojos, lo veía en su forma de gatito corriendo por la habitación con Doongie. Era extrañamente adorable la situación, Jeongin era adorable.

No le entraba en la cabeza cómo ese chico de ojitos brillantes que le sonreía cuando se acostaba a su lado, había sido totalmente insaciable durante días, pidiéndole que fuera más duro, más fuerte, más adentro. Era una faceta que jamás imaginó que vería en alguien tan tierno como Jeongin.

Pero no había sido todo sexo, Jeongin también pedía caricias y mimos y una infinidad de abrazos. Y luego del celo, Jeongin se encargaba de mimar a Minho, de besar su frente y acariciar su cabello. Y Minho nunca se había sentido tan apreciado. Jamás había tenido eso con sus ex parejas o ligues, Minho solía ser el que se encargaba de brindar lo que el otro necesitara, jamás alguien lo acariciaba con tanta quietud. Y Jeongin lo hacía sin que se lo pidiera, se acercaba y lo apretaba contra su pecho, le ronroneaba y acariciaba su cara mientras repartía cortos besos en su cabellera.

¿Era pronto para decir que estaba enamorado? Minho no lo sabía, pero así se sentía cuando estaba con Jeongin. Así se sentía todo el tiempo. Sin ganas de separarse del menor.

Pero lamentablemente, había llegado el día en que tendría que hacerlo.

—¿Estarás bien, gatito? —cuestionó Minho, aún sin abrir la puerta de entrada, ya vestido con su traje y con su maletín en su mano.

—¡Sí! Pero vuelve —decía Jeongin, aferrándose a su torso en un cálido y precioso abrazo.

—Claro que lo haré, amor, espérame.


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Durante el tiempo en que Minho estuvo en el trabajo, Jeongin durmió por horas en su forma gatuna envuelto con Soonie y Dori, Doongie se había quedado dormido en otra habitación. Correteó y jugó por toda la casa con los juguetes que Minho le había comprado, miró televisión y se aburrió. Dios, cómo se aburrió. Lo extrañaba, quería que Minho volviera y acariciara sus orejas.

A decir verdad, Jeongin extrañaba a sus amigos, pero estar en la casa de Minho le encantaba. Si Minho se lo permitía, quería quedarse ahí, con él. Y quizás ser su pareja. O sea, los humanos también hacían eso ¿No?

Jeongin no había tenido una pareja hasta el momento, sólo Mingi que lo ayudaba a veces con su celo. Pero los híbridos eran conocidos por encontrar una pareja con la que su conexión fuera mágica y quedarse con ellos para siempre. Mingi le había ayudado en sus celos, sí, pero él no sentía a Mingi como pareja. No había sentido esa conexión desgarradora con él, lo quería como a un amigo, como a un hermano. En cambio con Minho lo sintió al instante, o eso cree. Según lo que le habían contado, era algo que se sentía muy dentro suyo, como una sensación de pertenencia, de calidez. Y él recuerda muy bien esa noche de lluvia, corriendo en busca de un refugio, cómo el olor de Minho y de la casa de Minho parecían llamarlo a la distancia. Cómo se sintió extrañamente protegido una vez que ingresó, cómo ahora los brazos de Minho parecían hechos única y exclusivamente para él.

k o n e k o [ jeongho ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora