Prólogo

445 87 10
                                    


Iago terminó con el pecho, la clavícula y los brazos llenos de pequeñas margaritas cubriéndole por completo antes de darse cuenta de lo que Amaia estaba susurrando por cada una de las flores que pintaba sobre su piel.

"Me quiere, no me quiere...", como si en lugar de estar deshojándolas, las estuviese creando sobre él.

La detuvo apartando un mechón de su pelo más rubio por la luz y la miró a los ojos. Los tenía brillantes, como quien mira al sol, pero la estaba mirando a ella.

- No importa cuantas margaritas haya, yo siempre te querré.

- ¿Y si ya no quedan margaritas?

- Te seguiré queriendo de todos modos.

Y entonces la besó sellando aquella promesa.

Vuelve, MargaritaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora