Amaia
Escucho la lluvia cuando pongo un pie fuera del edificio.Tan solo llovizna, pero aún así es lo suficientemente fuerte como para humedecer el pavimento con rapidez.
No me hace falta alzar la vista para sentir la presencia del hombre que se encuentra a tan solo un par de metros de mí y que se acerca antes de que la lluvia logre ni tan siquiera rozarme.
Cuando lo detallo de arriba a abajo soy muy consciente de la gran diferencia entre el ritmo de vida que existe entre Florencia y Víveda.
La elegancia en el modo que va vestido y el pelo completamente ordenado hacia detrás no tienen nada que ver con las camisas anchas de botones y el pelo cayendo de forma libre y desenfadada sobre la frente.
Me refugio en el pecho de Enzo cuando lo tengo delante y él me abraza con uno de sus brazos ya que en el otro mantiene un paraguas que coloca inmediatamente sobre mí para que no me moje a causa de la lluvia.
— ¿Has venido andando? — pregunto.
— El restaurante queda a tan solo unas manzanas de aquí, había pensado que podríamos ir dando un paseo y hablar mientras tanto. ¿Te parece bien? Siempre podemos pedir un taxi...
— No me importa. En el lugar en el que crecí solía llover más que aquí.
Se me escapa ese pensamiento, pero a él no parece molestarle, sino todo lo contrario.
Sonrío y niego con la cabeza al darme cuenta, por lo que él se coloca en el lado por el que pasan los coches para que cuando no puedan salpicarme con el agua que se encuentra en el borde de la carretera y se acerca unos centímetros más a mí, de modo que el paraguas logra cubrirnos a los dos ya que estamos muy juntos.
Caminamos uno al lado del otro rozándonos de forma intencionada, casi sin pretenderlo.
— ¿Sabes qué? — me pregunta mientras baja el mentón para poder mirarme — A veces siento que aunque nos presentásemos hace unos meses no nos conocemos, así que quiero hacer las cosas bien.
— ¿A qué te refieres con eso?
— A que quiero conocerte, Amaia. Quiero hacer las cosas bien contigo.
Afirmo con la cabeza y le sonrío porque ni siquiera me salen las palabras, pero de todos modos creo que me ha entendido, porque él también me sonríe.
En ese momento llegamos al restaurante deja el paraguas junto a la puerta para no mojar el suelo del interior del local y me ayuda a quitarme el abrigo.
Sus dedos se deslizan por la tela y sus ojos chocan con los míos... detallo como se oscurecen cuando logra tirar de él y observar el vestido que he decidido ponerme esta noche.
Es negro y liso, pegado a mi cuerpo como si se tratase de una segunda piel y sin tirantes, pero lo que lo hace especial es el modo en el que termina deslizándose por mis piernas a largas tiras que se ondulan.
Me doy cuenta de que aunque trata de disimularlo, no puede evitar quedarse con ese pequeño detalle y agradezco a Bianca haberme ayudado a escoger que ponerme esta noche. Sin embargo se acerca hasta mí y pasa sus dedos por mi pelo observando los pendientes que llevo puestos.
— Son preciosos.
— Fueron un regalo.
Más bien fue un "lo siento", estoy a punto de decir, pero me muerdo la lengua. Un recuerdo de la primera vez que me rompió el corazón la única persona capaz de hacerlo, pero como siempre, como todo lo que tiene que ver con él, lo reprimo y lo dejo a un lado.
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Vuelve, Margarita
RomanceDos años y cuatro meses. Ese es el tiempo en el que no han sabido nada el uno del otro, pero todo cambia cuando Iago recibe un correo electrónico que fue escrito el mismo día que la vio por última vez, pero programado para enviarse dos años más tard...