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Amaia

- Así que por fin has aceptado salir a cenar con Enzo...

Bianca me mira dubitativa desde donde se encuentra sentada.

- Por qué no. Enzo es encantador, es muy atento y me ha invitado a un restaurante en el centro de la ciudad. Realmente es lo que siempre he buscado en alguien.

Bianca frunce los labios antes de decir:

- Creo que deberíais daros esta oportunidad, que deberías dártela a ti, pero... - respira antes de continuar hablando. - Me preocupa.

La miro confundida.

- ¿Qué es lo que te preocupa?

- Que parece que en lugar de tratar de convencerme a mí de porque has tardado tanto tiempo en aceptar esa cena, estás tratando de convencerte a ti misma. Es como si estuvieses buscando en él algo en lo que refugiarte.

Me detengo un momento.

Cierro los ojos antes de voltearme para mirarla.

- Enzo y yo quedamos en que ambos tenemos nuestras prioridades y decidimos que sería mejor dejar que el tiempo pasase, al menos hasta terminar los exámenes. Tanto él como yo somos personas muy ocupadas y nuestros horarios hasta ahora eran incompatibles.

- Y ya no.

- Ya no - repito yo reafirmando su suposición.

Y aunque asiente, no parece muy segura, pero me sorprende cuando me mira antes de responder:

- Solo no quiero que lo hagas por las razones equivocadas, que lo hagas porque crees que de ese modo podrás olvidar a otra persona...

No puedo evitar fruncir el ceño.

- Te aseguro que Iago no tiene nada que ver con esto.

- En ningún momento he mencionado su nombre.

Mis labios forman una fina línea y supongo que se da cuenta de lo que estoy pensando porque entonces dice:

- Tienes razón. - suspira encogiéndose de hombros - Tú misma fuiste quien le pidió que rehiciera su vida, que se enamorase con la misma intensidad aunque fuera de otra persona.

- ¿Qué quieres decir con eso?

- Que tú deberías de hacer lo mismo. Averigua si realmente es lo que siempre has estado buscando.

El problema es...

¿Por qué tengo la sensación de que no hay nada que encontrar?

Vuelve, MargaritaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora