Iago
— ¿Café? — pregunta Erea cuando me ve aparecer por la cocina.Probablemente lleve un par de horas despierta porque yo tardé bastante más en conciliar el sueño tras leer ese último mensaje.
Desde que ella regresó a mi vida unas semanas atrás no dejo de arrepentirme de cosas, aunque a la vez...
Creo que jamás me he arrepentido de nada en lo que Amaia ha estado involucrada, sin embargo, ahora es diferente, debe ser diferente, porque yo he rehecho mi vida y ella debe de haberlo hecho también.
Más de dos años es tiempo suficiente como para que alguien lo olvide todo, no solo para pasar página o cerrar el capítulo, sino también para cambiar de libro.
Sin embargo con ella es... diferente.
— Mmm — murmuro mientras la abrazo por detrás y trato de besar su cuello, pero entonces ella se aleja mientras sirve dos tazas.
Intento mirarla a los ojos, y finalmente debo obligarla a que se voltee hacia mí tomándola por los hombros.
Su melena oscura le cae por el cuello enmarcando sus hombros cuando se aleja y se apoya sobre la barra de la cocina con las manos, interponiendo una distancia prudencial entre nosotros.
— ¿Qué sucede?
— Cuando me he despertado he cogido tu ordenador para comprar los billetes de tren.
Asiento, como si esperase que dijese algo más, pero no lo hace.
No había nada extraño, no era la primera vez que era yo el que iba a la capital junto a ella para pasar unos días en su apartamento de estudiantes.
A Natalia, su compañera de habitación nunca le ha importado porque parezco caerle bien y porque usualmente pasa más tiempo en la casa de su novio que con nosotros.
— Erea... — trato de acercarme, pero ella vuelve a alejarse, así que solo... me detengo.
Y en ese momento lo entiendo todo, por como cierra los ojos cuando escucha como la llamo y como frunce los labios intentando no llorar, como si se estuviese conteniendo para no gritar, para no coger sus cosas y marcharse.
— No era mi intención, pero el correo electrónico de confirmación iba a tu nombre y... Vi el suyo entre los mensajes. No pude evitar leerlos y darme cuenta de que ayer... ayer mentiste.
Trago saliva cuando soy consciente de que lo sabe, de que lo sabe todo. Airas no puede enterarse de esto, y me siento incluso peor cuando me doy cuenta de que eso es en lo primero que pienso en lugar de salvar la confianza de Erea.
— Pequeña... — me doy cuenta de como la he llamado cuando alza sus ojos hasta encontrar los míos y los cierra inmediatamente, respirando de forma más profunda que de costumbre, tratando de tranquilizarse.
— A ella también la llamabas así.
No, no solo así.
A ella la llamaba de muchas otras formas, pienso, pero no me atrevo a decirlo en voz alta cuando me doy cuenta de que no es una pregunta, de que es una afirmación.
— ¿Quieres continuar con esto? — pregunta con la cabeza cabizbaja cuando se da cuenta de que no voy a responder.
No me atrevo a mentirle cuando ya lo sabe todo.
— Claro que sí ¿Ya has confirmado la fecha para los billetes de tren?
— No me refiero tan solo al viaje, Iago.
Frunzo el ceño, confundido.
— Claro que quiero continuar con esto.
— ¿Y por qué no me lo ha parecido cuando he leído ese correo electrónico? — suspira como si estuviese intentando unir todas las piezas de un rompecabezas, pero hubiese una última que está debajo de un mueble y que no logra desempolvar sin que le duela demasiado hacerlo.
— No sé de que estás hablando.
— De que no te entiendo, Iago. ¿Por qué les mentiste a Roi y a Airas ayer en la taberna cuando les dijiste que no sabías nada de ella en años? No sé cuándo enviaste esos mensajes, pero...
Soy capaz de respirar cuando la escucho, porque no sé qué pensaría si supiese que estaba escribiéndole, que estaba queriendo saber más de Amaia mientras ella estaba durmiendo.
Y por un momento me planteo porque jamás he hablado de Amaia con ellos y supongo que sé la respuesta.
Porque lo sabrían, porque lograrían leerme, porque cuando hablo de ella es el único momento en el que no pienso en nada más que en sus manos sujetando un pincel durante las primeras horas del amanecer.
De como observaba cada mínimo detalle para poder plasmarlo en el lienzo, de como logró observar cada detalle de mí.
— Porque ya sabes como son, y con un par de correos electrónicos no logras volver a saber algo de alguien.
— No lo sé, Iago, de verdad que no te entiendo. A veces me pregunto si realmente alguna vez lo he hecho, si alguna vez te has dejado conocer como lo hiciste con ella.
— Ella ya me conocía, Erea.
Y decido omitir el ínfimo detalle de que en realidad es la única persona que ha logrado conocerme, la única persona a la que realmente quería mostrarle el mundo y que lo hubiese hecho si así me lo hubiese permitido.
— Y yo también... — susurra. — Pero nunca pareciste interesarte por mí hasta que ella ya se había marchado. Y tampoco sé hasta cuando podré evitar que ella se interponga entre nosotros, porque si crees que nadie se dio cuenta de como la mirabas, de como tratabas de mantenerte alejado de ella hasta que nadie pudiese veros... Te equivocas.
— Eso no es verdad — suelto sin pensar y me acerco hasta ella abrazándola y permitiéndole hundir la cabeza en el hueco de mi cuello. — Lo siento, lo siento...
— Un "lo siento" no va a solucionar nada, Iago. — habla contra mi piel con la voz rota.
— Estoy contigo porque quiero estar contigo, y ella jamás va a cambiar eso.
Por un momento parece que estamos más cerca que nunca, pero una grieta permanece abierta, y es mucho peor que si se hubiese roto por completo, porque no sale el agua por completo del jarrón, sino que va cayendo gota a gota, acercándose peligrosamente hacia el borde de la mesa y caiga en picado hacia el suelo.
Y lo hace de forma lenta, doliendo cada vez un poco más.
— Déjame solucionarlo, déjame... — le pido, casi suplico, mientras desabotono la camisa que lleva puesta aunque es mía, lo sé porque le queda demasiado grande, y beso su boca.
Seco las lágrimas que se deslizan por sus mejillas con los labios y en pocos minutos sus reproches se convierten en súplicas de más.
Porque había querido mucho a Amaia, pero es parte de mi pasado, algo que ya había sido y que no puedo dejar que interfiera en el ahora, en el presente y que lo descoloque todo con tan solo un par de mensajes, que afecte a la estabilidad que he conseguido solo después de que ella se marchara y dejase atrás todo lo que una vez habíamos sido.
Es por ese mismo motivo que decido no volver a escribirle.
Es por ese motivo por el que escojo tomar la decisión que parece ser la más correcta por primera vez.
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Vuelve, Margarita
RomanceDos años y cuatro meses. Ese es el tiempo en el que no han sabido nada el uno del otro, pero todo cambia cuando Iago recibe un correo electrónico que fue escrito el mismo día que la vio por última vez, pero programado para enviarse dos años más tard...