IagoDe: Amaia Duarte.
Para: Iago Beltrán.Asunto: Devuélvele a Víveda todo lo que nos permitió tener.
Espero que entiendas que haya tardado un mes en darte lo que quieres. Al fin y al cabo, yo he esperado casi dos años y medio para saber algo de ti.
Me alegra saber que las costumbres se siguen manteniendo, a veces me da la sensación de que el mundo se ha detenido, pero en realidad sigue girando y tal vez yo no voy lo suficientemente deprisa como para seguir al resto. Ya sabes, siempre he sido de las personas que va corriendo hacia todos los lados y aún así...
A veces siento que no me dirijo hacia ningún lugar en concreto. ¿Cuándo sé donde debo detenerme si no hay un punto de llegada?
Recuerdo perfectamente las manos de tu abuela, cada una de las marcas que se formaban a los laterales de sus ojos al reírse a causa de la edad y como se le iluminaba la mirada cada primavera cuando las flores se tornaban de colores.
Ella es eso, la primavera, los reencuentros, el olor a tierra mojada y a hogar.
Ella, de un modo u otro, es Víveda.
Ella me vio marcharme, supongo que ya lo sabes. Entre vosotros había pocos secretos y hay algunos que es mejor mantenerlos donde están porque confesarlos después de tanto tiempo tan solo abrirían heridas que ya están cerradas.
Tu abuela simplemente se acercó y... me abrazó.
La sentí mover la cabeza como si me entendiese, como si lo supiese desde hacía demasiado tiempo aunque nunca hubiese dicho nada.
A veces cuando lo pienso solo me da la sensación de que estaba esperando a que alguien lo confirmase. Era como si lo hubiese notado incluso antes que nosotros.
De verdad espero que la vida te esté sonriendo, tanto como tu siempre le has sonreído a ella y que te haya dado todo lo que siempre has deseado tener.
Espero que puedas devolverle a Víveda todo lo que nos dio, todo lo que se nos permitió tener, porque no te miento al decir que jamás podría arrepentirme de todo lo que ese lugar vio.
Sus palabras me arrebatan el poco aire que me queda.
Las siento muy dentro... Tanto que es como si se hundiesen en mi pecho.
Me apoyo sobre la barra y me doy cuenta de que, aunque hace más de dos años desde que se ha marchado, las cosas no han cambiado tanto aunque en realidad al único que parece continuar sintiendo que le falta algo, o más bien alguien, soy yo.
Este lugar sigue siendo el mismo aún con el peso de una pérdida más desde que se fue Amaia.
He esperado hasta cerrar la taberna para leer su correo electrónico, pero ha sido una noche algo más movida que las anteriores.
Suele pasar los fines de semana, cuando los turistas llegan a pasar unos días antes de volver a marcharse.
Víveda no parece ser un lugar donde la gente llega para quedarse, es un pueblo apartado de Galicia, en medio de la montaña, perfecto para estar de paso.
El silencio tan solo es interrumpido por los grillos y unos segundos más tarde por el sonido de la puerta principal al abrirse.
Levanto la vista para encontrarme con unos ojos que me observan, demasiado fijos sobre los míos.
Y sonrío cuando la veo acercarse.
- Imaginaba que todavía estarías por aquí.
Su voz inunda cada centímetro del local y sus pasos cada vez están más cerca de mí.
- ¿Dónde iba a estar si no? - pregunto con una sonrisa ladeada, tratando de desviar su atención de mi teléfono móvil cuando lo llevo hasta uno de los bolsillos traseros de mis vaqueros.
Erea no parece darle demasiada importancia, pero yo nunca había necesitado estar tanto tiempo pegado a ese aparato, y este último mes no parece que me haya apartado de él.
Tal vez porque siento que es lo único que me queda de ella, el único modo que tengo de sentirla cerca de nuevo, sus correos electrónicos...
Erea se acerca hasta la barra y apoya su cuerpo sobre ella. Con sus manos roza las mías y sus ojos no tardan en deslizarse por mi cuerpo, de forma rápida, casi tímida pese a que lleve haciéndolo durante años.
- ¿Estás cansado?
- ¿Lo preguntas por algo?
Ella niega.
- ¿Prefieres dormir esta noche en mi casa? - pregunta como si se tratase de una confesión entre nosotros, como si no quisiese que nadie mas pudiese escucharlo pese a que estamos solos - Mis padres se han ido a la capital durante todo el fin de semana.
Su pelo cae por sus hombros hasta conseguir tapar sus pechos. Rodeo la barra y acorralo su cuerpo contra esta. Sujeto su cintura y como si no pesase nada la levanto hasta dejarla sentada sobre la madera. La siento sonreír sobre mis labios cuando la beso.
- Cuéntame a qué has venido, pequeña.
- A buscarte.
Chasqueo la lengua como si esa respuesta no me pareciese suficiente antes de preguntar:
- ¿Solo a eso?
Deslizo la yema de mis dedos y aparto su pelo lo suficiente como para comenzar a desabrochar cada uno de los botones de la camisa que lleva puesta.
Me besa despacio, pero yo necesito profundizar en su boca y trata de seguirme el ritmo sorprendida ante el repentino cambio.
Le acaricio el cuello y pongo una mano tras su nuca intentado que se deje llevar y entonces le dejo hacer lo que quiera, porque tengo la mente en blanco.
Pienso en algo que no es ese correo electrónico y todo lo que significa.
Dejo de rememorar aquella despedida que hemos tenido mucho más tarde y en todo lo que una vez intentamos, pero que nunca llegamos a ser.
Porque cada uno ha construido su vida, porque por mucho que Amaia tenga la sensación de que el mundo puede detenerse no es así, jamás se ha detenido, y ni siquiera eso podría cambiar por mucho que ella se hubiese marchado.
El tiempo continúa pasando y eso significaba que nos empuja con él, que debemos de reconstruir nuestra vida aunque no sea juntos.
Fue Amaia la que me hizo comprender que las personas no pueden esperarse eternamente.
A veces, tan solo a veces, solo existe una única opción.
ESTÁS LEYENDO
Vuelve, Margarita
RomanceDos años y cuatro meses. Ese es el tiempo en el que no han sabido nada el uno del otro, pero todo cambia cuando Iago recibe un correo electrónico que fue escrito el mismo día que la vio por última vez, pero programado para enviarse dos años más tard...