Amaia.
Mantengo los ojos cerrados aún cuando siento sus dedos recorrerme la piel desnuda de mi espalda y murmuro algo incomprensible que lo hace reír. Su mano llega hasta mi pelo y entonces pasa sus dedos por mis mechones enredados como si no hubiese sido suficiente para él con la noche anterior. Como si nunca fuese suficiente.
- No quería despertarte, pero se me está haciendo tarde para las prácticas de vuelo y me preguntaba si quieres desayunar aquí hoy.
El tono de su voz logra reconfortarme. Me hago más pequeña entre sus brazos y puedo escuchar un suspiro de resignación, como si de algún modo estuviese pensando como librarse de esas malditas prácticas pese a que nunca antes lo hubiese hecho. Comenzaba a conocerlo lo suficiente como para imaginar que ni siquiera se lo había planteado, como si no hubiese otra opción que ir.
Pero entonces me doy cuenta de que lo estoy obligando a retrasarse más de lo debido y simplemente inspiro antes de negar con la cabeza.
- Yo tampoco tengo demasiado tiempo... Tengo que volver al estudio.
Últimamente, es decir, durante las últimas semanas, ese pequeño ático se ha convertido en mi hogar incluso teniendo mi propia cama a un par de pisos de distancia, pero me niego a bajar a dormir cuando ni siquiera he logrado una maldita idea sobre esa colección que debo de entregar en a penas unos meses.
- Amaia...
Logro sentir la lástima en su tono de voz, la resignación. Debe de imaginar que diga lo que diga no va a lograr que me quede.
- No puedo pintar, continúo bloqueada y ya no sé que hacer... Lo he intentado todo. Necesito entregar una colección antes de mediados de verano y no... - suspiro antes de continuar hablando - Creo que el problema soy yo.
Se acerca a mí y no puedo evitar fijarme en que tan solo lleva unos pantalones largos de pijama que se ajustan suavemente en sus caderas, llevándolos un poco caídos. Él se apoya en la cama por completo, haciendo que sus labios queden a la altura de mi cuello y no puedo evitar estremecerme cuando siento su respiración en ese punto tan sensible de mi piel.
- Necesitas encontrar una solución a esto, encontrarte a ti.
Me besa el cuello y me siento temblar debajo de su cuerpo, pero sus ojos quedan fijos en mi boca.
Sé que nota la reacción de mi cuerpo a sus caricias y por un momento simplemente lo creo...
Creo que podría llegar a enamorarme de esto. De la idea de nosotros y de dejar el resto atrás, pero sigue habiendo algo que lo impide, algo que tira de mí y que sigo sin saber muy bien que es...
- Haz lo que sea necesario para ello. - murmura y sé que está haciendo referencia a eso de "encontrarme", el problema es que para ello debo entender en que momento me perdí - Y si no, siempre puedes pintarme a mí - añade con un suave susurro cerca de la piel de mi oído y no puedo evitar reírme cuando lo veo guiñarme un ojo.
Le sonrío a modo de agradecimiento y sé que lo comprende al instante por el modo en el que me mira y niega con la cabeza restándole importancia, pero no puedo obviar como trata de ayudarme y hacerme reír.
Intenta hacerme olvidar por unos segundos que es lo que está pasando por mi cabeza, pero en mi mente continúa presentándose la situación de que todavía ni siquiera sé lo que quiero, ni una idea, ni un boceto, nada que logre hacerme destacar entre otros miles de estudiantes.
Lo observo levantarse y pasarse una mano por el pelo, echándose hacia atrás el cabello de tan solo un par de tonos más oscuros que el mío. Antes de marcharse se queda en la puerta de la habitación y apoya su cuerpo en el marco de esta, deslizando sus ojos a través de las sábanas, a través de mi piel. Mi estómago se contrae.
- Dúchate, vístete y sal a desayunar.
- Suena más como una orden que como una sugerencia...
- Ya te he dado unas cuántas órdenes y es en la primera que te escucho quejarte al respecto - alza una de sus cejas.
Se ríe cuando coloco mi cara en la almohada para que no vea como mis mejillas toman un color rojizo ante sus palabras, aunque creo que es demasiado evidente cuando añade:
- En cuanto desayunemos, prometo dejar que te marches. - Y entonces susurra - Permíteme cuidarte.
En cuanto escucho sus pasos recorrer el pasillo que se dirige hacia la cocina abierta que da al salón me levanto de la cama para seguir uno por uno sus pasos. Me deshago de la ropa interior y me adentro en el agua de la ducha. Dejo que esta caiga sobre mí y se lleve todos los rastros de lo que queda de maquillaje.
Empapo mi pelo antes de pasar las manos por este y termino secándolo con el secador que guarda en uno de los cajones del baño.
Termino de vestirme y me dirijo hacia la cocina todavía con el pelo lo suficientemente húmedo como para mojar mi camiseta. Me siento en uno de los taburetes y dirijo la vista hacia la comida que ya se encuentra encima de la encimera. Unas tortitas con un par de trozos de chocolate por encima que se deshacen a causa del calor.
- Café con más leche que café y dos cucharadas de azúcar - gruñe por lo bajo.
- ¿Estás insultando a mi café? - finjo estar enfadada.
- Eso ni siquiera puede llamarse café.
Cierro los ojos cuando mis manos rodean la taza y siento como todavía está caliente, como parece haber esperado al momento exacto en el que me ha escuchado acercarme para calentarlo, como si recordase perfectamente la temperatura a la que suelo tomarlo.
- Amaia - dice mi nombres después de darle un trago a su taza de café - No puedes encerrar tu cabeza en ese lugar.
- Lo sé - admito, pero no sé como detener esto, no sé como hacerlo parar, pienso. - Cuéntame que tal las pruebas de vuelo.
Él sabe perfectamente lo que estoy haciendo, lo sabe porque lo noto fruncir los labios antes de empezar a hablar, pero no discute. Simplemente lo escucho mientras desayunamos y me cuenta que ha sido de su vida durante las semanas en las que nos hemos estado viendo y durante el tiempo que no hemos podido pasar juntos. Al estar aprendiendo a pilotar debe de pasar días fuera de su casa, pero eso no nos ha impedido encontrar pequeños huecos en nuestras agendas.
Todavía no es nada serio, ambos lo sabemos.
Pasamos algunas noches juntos, pero ninguno de los dos parece estar considerando mantener esa puerta abierta. Los dos sabemos que no disponemos del tiempo suficiente como para ser una pareja normal. Llevo los platos hasta el fregadero y él toma mi bolso antes de dármelo.
- Nos vemos - susurra despidiéndome en su puerta.
Antes de que pueda marcharme tira de mi brazo y coloca una de sus manos en mi nuca, obligándome a mirar hacia arriba para poder besarlo. Me pilla tan desprevenida que ni siquiera me doy cuenta de que mi móvil ha comenzado a sonar.
Es Enzo quien interrumpe el beso con un gruñido y baja la mirada en un acto reflejo demasiado rápido, leyendo la palabra "mamá", en español, aunque es prácticamente igual que en italiano, por lo que su mirada se suaviza al instante mientras me suelta.
- Creo que deberías cogerlo.
- Sí...
Él sonríe, siendo muy consciente de la reacción que ha generado ese beso en mí.
- ¡Avísame cuando llegues! - exclama cuando me ve bajar las escaleras.
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Vuelve, Margarita
RomanceDos años y cuatro meses. Ese es el tiempo en el que no han sabido nada el uno del otro, pero todo cambia cuando Iago recibe un correo electrónico que fue escrito el mismo día que la vio por última vez, pero programado para enviarse dos años más tard...