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Los veranos en Víveda eran más vivos que en cualquier otro lugar, su mismo nombre lo decía y ella siempre lo había sabido, sobre todo cuando llegaba la madrugada y escuchaba siseos provenir de la puerta trasera de la cocina acompañada de voces que podría reconocer en cualquier otro rincón del mundo. Usualmente solía quedarse en aquello, pero aquella mañana fue diferente. Lo cambió todo.

- Joder - escuchó un jadeo ahogado que casi le hizo soltar una carcajada - ¿Qué haces ahí?

Era la pregunta más tonta que Amaia había oído jamás. Se encontraba sentada frente a un lienzo a medio pintar en el que todavía faltaban tantos detalles que ni siquiera podía sentirse al completo.

- No podía dormir. - respondió encogiéndose de hombros - Además es el momento más silencioso del día, o suele serlo hasta que llegáis mi hermano y tú demasiado borrachos pensando que no hacéis ruido. - añadió.

Si fuese físicamente posible, Amaia creería haber escuchado una sonrisa, su sonrisa, pero no se atrevió a comprobarlo, mucho menos cuando sintió que se acerca a ella un paso tras otro. Había estado evitándolo desde lo que había sucedido la noche de su cumpleaños, desde que él hizo que todo cambiase, porque ahora sus manos temblaban a cada lado de su cuerpo y sentía una sensación demasiado extraña recorrerle el pecho.

- ¿Siempre estás aquí?

Ella simplemente asintió de la forma más suave del mundo, acercando el pincel de nuevo al lienzo. Permanecieron en silencio un tiempo, porque no era la primera vez que Iago la veía pintar, pero sí la primera en la que la sentía mucho más cerca, mucho más suya desde aquel beso en el que no podía dejar de pensar porque nada, nunca, se había sentido tan correcto como aquello. Él no podía ignorar sus movimientos y eran adictivos. Ver como tomaba un poco de pintura y conseguía deslizarla por el lienzo como si siempre hubiese estado destinada a estar justo en ese mismo lugar.

- Eres increíble.

Amaia escuchó aquel susurro. Ni por un momento pensó que se había marchado porque sentía sus ojos fijos sobre ella, sobre su piel, sobre cada uno de sus movimientos, pero aquello no parecía real. Había soñado miles de veces en cómo sería que él la observara de aquel modo, que la mirara como lo hacía con todas las otras chicas a la8s que había besado y le aterraba tanto que no fuese así... que había decidido que sería más fácil evitarlo a enfrentar la realidad.

- ¿Qué?

Iago negó con la cabeza como si no pensara que lo había dicho en voz alta. Como si por un momento aquel pensamiento se hubiese escapado de su cabeza y hubiese recorrido su lengua casi sin pretenderlo, sin embargo unos segundos después añadió:

- Quiero decir que tienes mucho talento. Jamás había visto algo así...

- ¿Un cuadro? - se burló ella.

- Tanta personalidad al pintar - respondió él, ignorando aquel comentario.

Amaia sintió que le faltaba el aire.

- Tan solo estoy pintando exactamente lo que veo.

- No te das cuenta de lo buena que eres, Amaia. Pero no me preocupa - Iago se encogió de hombros - Algún día lo harás, estoy seguro de ello. No solo seré yo quien te lo diga. Es como si estuviese viendo un autoretrato tuyo. Como si en lugar de estar usando la cámara trasera estuviese viendo la delantera, porque puedo ver cada centímetro de ti en ese cuadro. Puedo verte tan reflejada como si se tratase de un espejo.

Amaia no pudo evitar reírse. Fue la primera vez desde que Iago había llegado que se atrevió a girarse hacia él y a mirarlo después de varias semanas sin hacerlo. Porque temía seguir viéndolo del mismo modo, que su corazón temblase bajo esa coraza que había tratado de crear a su alrededor.

- ¿Has bebido?

- Tan solo un par de cervezas. Por si te lo estás preguntando, no. No es lo suficiente como para no saber lo que estoy diciendo, Amaia. - Ella asintió con la cabeza, tratando de aceptar lo que aquello significaba, pero ni siquiera le dio tiempo a asimilarlo cuando Iago añadió - Tampoco es suficiente como para olvidar aquel beso y mucho menos como para no querer volver a hacerlo...

Fue tan solo un susurro, aquel susurro, lo que obligó a Amaia a cerrar los ojos.

- Es por eso que agradezco que hayas sido tú quien ha decidido por los dos, quien ha interpuesto esta distancia entre nosotros, no creas que no lo he notado, solo que yo... Yo no soy capaz de alejarme de ti.

Los ojos de ambos se encontraron a medio camino entre todo lo que deseaban ser y todo lo que jamás podrían ser. Por ese mismo motivo ella se mordió el labio inferior tratando de contener las lágrimas y simplemente lo dejó ser. Ambos permanecieron callados hasta que pasaron las horas y él se fue en silencio. Y así fue cada madrugada de ese verano. Los días se convirtieron en una rutina en la que ella pintaba y él simplemente la observaba, la observaba a ella, mientras continuaba pensando que jamas había visto algo parecido.

Y no se refería tan solo a la pintura.

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⏰ Última actualización: Feb 14 ⏰

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