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El tiempo había transcurrido lo suficiente, y después de esa conversación navideña, se mudaron en la nueva casa de ambos, en un lugar un poco más alejado a la universidad del albino, quien no esperaba que ahora tenía que hacer cambios en ciertos horarios.

Por fin era la ceremonia de graduación del albino, Luz cumplió su palabra de brindarle el apoyo para lograr este momento, pero no esperaba esas palabras por parte de su pareja, trató de ocultar su molestia, pero comprendía, muy a su pesar, pero aquel roce en su mejilla lo hizo voltear a verlo.

—A mi también me molesta, pero son las reglas— acunó su rostro entre sus manos —Y bueno mi familia, aún no sabe sobre ti— agachó la mirada —No saben que nosotros bueno— subió y bajó sus hombros acompañando sus movimientos con una risa nerviosa

—Bueno tu entiendes… hey pero no pongas ese gesto triste sabes qué…

—Podría vestirme como una chica— su iniciativa de conocer a sus padres se dejó notar y la seguridad de sus palabras delataron que sus intenciones eran reales.

—¿Tú como chica? Serías demasiado alta— le besó en la mejilla —Deja primero que esté con ellos y trataré de explicarles que estoy en una relación, después veremos que sucede— en aquella sonrisa podía ver su perfecta mentira, sin embargo, decidió creerle.

¿Realmente no soy lo suficientemente bueno para ti?

Dejó de pensar en ello, y decidió salir de casa, pues, sabía que los padres del chico vendrían, debido que querían conocer el lugar donde vivía, y él no estaba incluido, pronto tendría que trabajar, pero eso sería el día de mañana, recorriendo la ciudad a pie y mirando las nubes que parecían avisarle de una tormenta, solo una pregunta llegó a su mente.

¿No es suficiente ya?

Creyó que, cambiando de lugar de residencia, las cosas cambiarían, pero parecían ser distintas a lo planeado, un pesado suspiró brotó de sus delgados labios, no lo entendía por más que trataba de hacerlo. Prefirió seguir su camino a la nada.

Transcurrido su estadía fuera de su hogar, regresó junto a un ramo de rosas blancas, si bien no estuvo presente en su ceremonia y compartió momentos importantes en ese escenario deseaba mostrarle qué estaría para él, pero, sus pasos se detuvieron a metros de su hogar, apretó el ramo entre su mano y agradeció que no tuvieran espinas, aunque quizás hubiera preferido ese dolor.

Ver sus cosas afuera, le extrañó, pero, nuevamente ocurría lo que presenció tiempo atrás pero ahora sin ningún descaro y sin miedo a dejarse ver, corrió y los separó de un jalón, sus manos temblorosas le indicaban al chico intruso que algo estaba ocurriendo y que debía escapar, aunque Luz se lo impidió.

—¿Por qué?— el chico con flores aun en su mano suplicó por una respuesta —¿Mi amor por ti no era suficiente?— aquel chico lo miraba sin arrepentimiento ante su sufrimiento, puesto que comenzó a derramar lágrimas y su voz se tornó temblorosa.

—Soy el único que te entiende—

No es verdad, jamás lo comprendí

—El que te conoce mejor que ellos—

Mentira, jamás lo conociste

—Te daré todo lo que me pidas—

Ya lo hiciste

—Solo dime que me amas—

Nunca te amó

—Dime, realmente, ¿Qué soy para ti?— dejó de gritarle, mientras el desconocido se iba a pasos veloces, no esperaba verse envuelto en eso.

El joven más alto, cayó de rodillas, dejando en el suelo las rosas que traía consigo, de sus ojos no dejaban de brotar sus lágrimas, no supo cuanto pasó para que el albino hiciera algo.

Al verlo a su altura y acariciarle su mejilla con esa amabilidad que lo hacía amarlo cada vez más, le dolió por no entender ese gesto, gimió ante su llanto, aquello era demasiado cruel, deseaba que su corazón fuera destruido por sus manos en ese momento para no seguir latiendo por su adorado albino.

—Siempre fuiste un libro fácil de leer— le regaló una de esas sonrisas, y miró lo que traía en sus manos, ahora comprendía, había caído ante la ilusión de un angelical demonio.

—¿Tú…— un frío y delgado dedo calló sus palabras, y con una sonrisa lo despidió.

—Ya no me sirves— aquellas palabras decoradas con un tono amable, le causaron derramar su última lágrima, deseaba borrar sus recuerdos junto a él, pero lo sabría le eran imposible puesto que a pesar de todo quería lanzarse a sus brazos y pedirle perdón sin saber porqué y una última oportunidad de seguir a su lado, y eso su amado comprendió así que se adelantó para destrozar sus pocas ilusiones que quedaban aún en él.

Jamás entendió su actuar, divagó en su mente algún recuerdo donde él cometiera la falta primero, se culpó por realizar ese trabajo noche tras noche, quizás era eso, él se equivocó primero, era su culpa que su primer y único amor terminara así, pues aquél chico era perfecto, lo apoyaba y ayudaba cuando lo necesitaba, siempre estaba para él, así que él no cumplió con las expectativas del otro, se abrazó él mismo buscando un consuelo, pero no lo logró, no era un gesto cálido como el que sentía junto a él, sino uno vacío y frío, enterró sus uñas en busca de sentir otro tipo de dolor, deseó gritar, pero no quería incomodar más a los transeúntes en aquella parada de autobús,  el sonido del transporte arribando al lugar logró que levantará su mirada, cogió lo poco que pudo traer consigo, pagó su pasaje y se sentó en los últimos asientos que por suerte estaban vacíos, sentía las miradas de los demás pasajeros, ocultó su rostro mirando hacia la ventana, el tenue reflejo mostró lo que otros veían, un chico destrozado emocionalmente y sin amor propio, aunque para sus propios ojos veía el reflejo de soledad, tristeza y un amor no correspondido.

Sabía que a partir de esa noche ambos estarían solos, que las promesas que se hicieron quizás con el tiempo se desvanecerían, y eso era a lo que él temía, pues no quería conocer un futuro sin él.

Solo Una IlusiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora