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Las luces neón parpadeando al son de la música podían abrumar a un novato en esos lugares, el alcohol y el aroma a tabaco permanecían en aquel cuarto cerrado, la plática no era tan agradable como las que había tenido en su hogar, y ese aroma en el aire, lo molestaba, pero no podía darse el lujo de hacer una mueca de desagrado, su principal labor era mimar a sus clientas, y eso era lo que hacía, ofreciéndole una copa en los labios, degustando el líquido se relamió sus labios pintados de carmín.

—Me alegro estar contigo esta noche— frotó su mejilla en su brazo.

—Yo también estoy feliz de estar juntos de nuevo— sonreía lo mejor posible, tanto que logró que un beso fuera robado de sus labios, sus ojos se abrieron lo más que pudo, no era algo que se esperaba, pues solo era objeto de compañía y unas leves caricias, sintió que su labio fue mordido y por inercia abrió su boca siendo invadida por una cálida lengua que sin pena recorría la cavidad bucal ajena, sin pensarlo más, la empujó causando que cayera sobre su trasero y gimiera de dolor.

—No esperaba que te gustara rudo— trató de levantarse, mientras el se ponía de pie y cubría con su mano su boca, se sentía asqueado, pues no era lo que quería, sin reaccionar salió a pesar de los gritos, prefería ser quien se hiciera cargo de los pedidos y bebidas, ser mesero como hace tiempo.

Un fuerte jalón en su brazo hizo que se pusiera a la defensiva y volviera agredir a quién realizó aquella acción, nuevamente la mujer cayó al suelo.

—¡Qué te pasa!— lo detuvo un compañero —Sabes que no es forma de tratar así a las clientas— no sabía que decirle solo miraba a la mujer que era auxiliada por otros y a su compañero.

—Yo… necesito algo de aire— salió del establecimiento, ingresando a un callejón, camino en círculo hasta que se quedó en cuclillas un momento, se regañaba por actuar de nuevo así, quizás perdería su trabajo esta vez.

Inhaló un par de veces antes de ingresar de nuevo, donde un par de personas lo esperaban, con una seña dirigida hacia él caminó hacia la oficina detrás de unas escaleras, cerró la puerta y el regaño comenzó.

Estando de rodillas y con la frente casi pegada al suelo sucio a comparación del resto del local, pidió disculpas y rogó un perdón,  aunque lo que obtuvo, fue que la punta del zapato pisara su cabeza a modo que ahora tocara el piso,  la escuchó reír y a su jefe suspirar con pesadez.

—Deberías aprender tu lugar, una que es buena contigo, que no revela donde vives y que solo pide un poco de compañía, ¡Qué no es justo recibir un poco de amor!— ejerció más fuerza sobre su cabeza, causando que se quejara.

—Lo siento— volvió a disculparse, pero sentía cada vez el sabor del suelo, lo cual no era grato y le causaba nauseas por probarlo cada vez que sus labios se movían.

—Suficiente, señorita, no quiero que una distinguida clienta como usted, tenga una mala noche por esta actitud— con esas palabras dejó de ejercer presión en la cabeza, pero no retiró su calzado. —¿Hay algo que podemos hacer por usted?— esa pregunta la hizo sonreír de soberbia.

—Me gustaría tener un encuentro íntimo con él— escuchar esa petición lo hizo sudar y temblar, no quería, es más no deseaba qué su primera vez fuera así.

—No es justo— trató de hacerla cambiar de opinión —Usted tiene un prometido y va a casarse— aquello hizo qué la mujer quitara su pie de su cabeza y pudiera verla desde ese ángulo qué lo hacía sentirse inferior.

—Él no lo sabría... Además quien dice que me caso solo por amor— no iba a perder esa oportunidad, desde que lo conoció, lo deseó, lo apartó del resto de mujeres que frecuentaban en el lugar, no le gustaba compartir sus cosas.

—Me temo que eso no sería posible, no ofrecemos este tipo de servicios... Además no quiero cerrar mi negocio por culpa de unos celosos y una aventura— jamás se le había negado algo y eso la hizo desfigurar su rostro en una mueca desaprobatoria.

—¡Oh vamos! ¿No dijo que era una clienta distinguida?— estaba comenzando a perder la paciencia.

—Y reemplazable— fue su turno de amenazarla —Por favor no queremos manchar su imagen, queriendo acostarse con un joven varios años menos que usted.

—¿Me esta...

—Por favor, acepte las disculpas del joven... Y su renuncia como muestra de nuestra falla en el profesionalismo

Después de discutir por minutos, la fémina se retiró dando un portazo, momento que Luz aprovechó para levante pero fue derribado por un golpe.

—No pudiste aguantarte unos minutos— se remangaba las mangas de su camisa dando entender que habría otra serie de golpes, pero en vez de prepárese a defenderse fue sostenido por un par de hombres, no los culpaba igual que ellos, a él también le tocó realizar esa labor —Me hiciste perder dinero con ese acto de dignidad— un golpe directo al estómago le sacó todo el aire.

—Tu jornada se ampliará un poco pero necesito que vayas a otro lugar... A donde si puedes realizar ese pedido— la sorpresa del chico herido fue demasiada —Es la única forma para que me pagues lo que me debes, a menos que consigas 1 millón de yenes en menos de un mes, porque después de ese lapso subirá por intereses y te será imposible, te daré una semana para tu decisión, no quiero que aceptes con ese cuerpo todo golpeado, harás perderme más dinero— le palmeó la mejilla y lo dejó votado en un rincón del callejón.

Cómo pudo llegó a su hogar, por fortuna, su inquilino seguía dormido, se dirigió al único baño y prosiguió limpiarse sus heridas, miró aquel rostro maltratado en el espejo, se sintió inferior a todos, y apretando el borde del lavabo dejó brotar sus lágrimas qué había ocultado en todo el trayecto, apretó sus labios para no despertarlo pero fue inútil, él había ingresado al cuarto.

—¿Pero que te pasó?— su preocupación parecía genuina lo que causó qué se lanzara a sus brazos en busca de refugio, una caricia en su cabello le ofreció a modo de consuelo —Todo estará bien— le susurró al momento de mirar un punto cualquiera de la habitación.

Solo Una IlusiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora