Capítulo 4

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Una fuerte brisa revolvía su pelaje, impidiéndole también seguir corriendo. Otra vez, sintió una fuerte tristeza al ver como el águila dejaba caer a Zarpa de Rocío, que se desangraba mucho más y caía bruscamente al suelo rocoso, haciéndose aún más daño.

Pero esta vez, Hoja Escarchada sintió como si ella fuera la que cayó al suelo. Sus músculos se debilitaron y estaba helada hasta los huesos, intentando correr hacia la aprendiz para auxiliarla, sin embargo, había una fuerza invisible que no le dejaba avanzar.

Del cuerpo de la gatita brotaba sangre, que parecía duplicarse por cada segundo que pasaba, haciendo un enorme charco que de un segundo a otro le manchaba las patas y el vientre, dejándole un apestoso hedor y sabor en la boca mientras intentaba moverse deseperadamente. Por cada paso que daba, la sangre manchaba más su cuerpo, que no podía moverse.

Desesperada, intentó saltar para librarse de todo lo que la atormentaba, pero a pesar de sus esfuerzos, su cuerpo no respondía y sus pulmones pedían aire a gritos. Cuando ya no podía ni respirar, sintió que el suelo se rompía en dos y caía en una grieta que se hacía más y más profunda y imposible de escalar, como si estuviera llena de agua que la ahogaba hasta matarla.

No pudo ni cerrar los ojos cuando dejó de sentir como si estuviera cayéndose y despertó.

Sobresaltada y casi sin aire, Hoja Escarchada se levantó apenas observando a su alrededor. Tomó rápidamente una semilla de adormidera que separó del montón con una garra y se la comió antes de volver a acostarse en su lecho, todavía jadeando y asustada.

– Solo fue un sueño.– Pensó, para tranquilizarse.

Pero se había sentido real, sobre todo esa última caída que le recordó a la que había sentido en el Árbol Estelar, justo antes de la muerte de Zarpa de Rocío, que también involucró una caída.

Con un fuerte dolor en sus patas, la joven gata esperó a que empezara a sentir mejor antes de asomarse hacia el claro, solo para toparse de frente con Manto Manchado, que la saludó de mala gana, pero no se veía tan molesta como la noche anterior.

– Estrella de Lodo te espera en su guarida.– Maulló su madre, con cierto desagrado en su voz.– No te demores.–

Hoja Escarchada asintió débilmente, alzando la cola y caminando rápido hasta la guarida del líder, que descansaba en su lecho de musgo recién cambiado. Trató de parecer tranquila, como si ya no fuese necesario seguir tan triste por la muerte de Zarpa de Rocío, a quien ya habían enterrado, pues los veteranos venían llegando a la cueva con miradas tristes.

– Ni siquiera pude despedirme de ella....– Pensó mientras se sentaba frente a Estrella de Lodo con la cola enroscada.

– Hoja Escarchada.– Saludó el felino atigrado, con un leve gruñido al final. – Supongo que sabes para que estás aquí.–

– ¡¿Me vas a castigar por la muerte de Zarpa de Rocío?! – Soltó, erizando el pelaje de su cuello.

– Solo quiero saber la verdad.– El líder intentaba sonar tranquilo, pero sus ojos amarillos llameaban de furia.

– Te estoy diciendo la verdad.– Contestó la joven curandera. – Un curandero no le mentiría a su líder.–

– Un buen curandero...– Susurró para sí Estrella de Lodo, pero Hoja Escarchada pudo oírlo de todos modos.

– Puede que todos me vean como una curandera torpe, pero no he hecho nada para merecer esa reputación.– Comentó la gata cálico, lamiendose las patas delanteras.

– Eres tan olvidadiza a veces...– Estrella de Lodo erizó su cola.– Que olvidas hasta las cosas más malas que pasan a tu alrededor.–

Había cierto misterio en la voz de Estrella de Lodo y su mirada no revelaba nada más tampoco. Hasta ahora, Hoja Escarchada solo sabía que tenía que ser algo bastante malo, pero todos en el clan se reusaban a decirle, incluso si insistía una y otra vez.

–¿No podrías decirme que hice mal? – Preguntó la gata con impaciencia.

– No hasta que me digas la verdad.– Dijo el líder.

– ¡Ya lo hice! – Exclamó Hoja Escarchada, levantándose bruscamente y caminando hacia el campamento. – Si no quieres creerme, no es problema mío...–

Soltó un bufido al caminar por el campamento hasta la pila de presas, con el estómago rugiendo, pues no había comido desde antes de la muerte de Zarpa de Rocío. Miró de reojo a Manto Manchado, que estaba a punto de tomar una presa también, pero la curandera decidió ignorarla y continuar su camino.

– No me ha apoyado cuando murió Hoja de Manzana....ni tampoco ahora.– Pensó, tomando un escuálido conejo entre sus fauces y moviendolo hasta un sector alejado del centro del campamento para comer sola y sin tener que toparse con su madre.

Le dió un gran mordisco a su pieza de presa, saboreandola y dejando que su aroma sabroso le llenara las fosas nasales. Aunque estaba realmente disfrutando de su comida, no fue suficiente para que se olvidase de los sucesos recientes.

– Nunca debí salir del campamento.– Pensó cabizbaja, dándole el último mordisco al conejo mientras limpiaba los restos de este.

Si no hubiera salido del campamento ese día, todo habría salido bien para ella y para su aprendiza. Nadie en el clan le trataría más mal que de costumbre y no tendría ninguna pesadilla.

– Pero salí...– Pensó, molesta con sí misma. – ¡Nunca puedo hacer nada bien! –

– ¡Hoja Escarchada! – Llamó Estrella de Lodo, sacando a la curandera de sus pensamientos. El atigrado mantenia su expresión seria, pero ya no parecía querer hablar del mismo tema.

La joven curandera se le acercó, casi tropezando con una roca, y lo saludó con un movimiento de cabeza rápido mientras lo seguía por el campamento hasta llegar a la guarida del líder.

– Tendremos una Asamblea muy pronto, por si no lo recordabas.– Comentó Estrella de Lodo.

– ¡Si me acordaba! – Protestó la gata cálico, pero no pudo seguir hablando ya que Manto Manchado acababa de entrar a la guarida.

– Estrella de Lodo te iba a decir que todos esperamos un buen comportamiento de tu parte.– Interrumpió su madre, sentándose detrás.

– Los otros clanes no tienen para que conocer nuestras debilidades.– El atigrado marrón maulló con cierta inquietud.– Así que te pido que actúes como una excelente curandera esa noche.–

Sin ganas de discutir más con Estrella de Lodo, Hoja Escarchada asintió débilmente, dándole a entender al gato que estaba de acuerdo y atenta a todo lo que le estaba pidiendo. El gato de ojos amarillos respondió con un suave ronroneo.

– Te pido que no olvides eso...– Murmuró el líder.

– Si mostramos algún tipo de debilidad, nuestro clan podría estar en peligro.– Agregó Manto Manchado, con los hombros erizados.

– ¿A qué te refieres? – Interrogó la curandera a su madre.– ¡Los clanes no nos atacarian por ser imperfectos! –

Ninguno de los dos gatos respondió, es más, ninguno se atrevió a pedirle que se fuera o regañarla. La mirada de Estrella de Lodo se perdió en el suelo, mientras el atigrado movía nerviosamente la cola, como si estuviera recordando algo malo. Manto Manchado no hizo ningún sonido, pero pasados unos segundos le hizo una seña a Hoja Escarchada para que se fuera a su guarida, orden a la cual obedeció.

La gata cálico caminó de regreso a su guarida, ahora no sólo con tristeza, si no que también con miedo y curiosidad. Algo de lo que había dicho pareció afectar mucho a su líder, pero la curandera aún no estaba segura del porqué, y además, tenía el presentimiento de que ambos le estaban ocultando algo.

Al entrar a su guarida, todavía confundida por todo lo que había pasado, Hoja Escarchada sintió el olor de Zarpa de Rocío, aunque se estaba desvaneciendo poco a poco. La escena de la muerte de su aprendiza volvió a su cabeza casi tan rápido como el águila la había matado.

– Algo tuvo que pasar.... algo malo.– Pensó, acostándose nuevamente en su lecho a lamentar nuevamente la muerte de Zarpa de Rocío.

Los Gatos Guerreros #2 - La Tensión de los Clanes: Cielo NubladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora