Se sintió asfixiado apenas llegó a casa. Su madre se encargó de abrazarlo como si no lo hubiera visto hace una semana para el festejo de navidad. No obstante, Minho no se quejó y se dejó ser abrazado y amasado por su progenitora.
—Por dios, cariño, ya tiene la cara morada —se burló su padre.
—Nuestro Min es muy fuerte, no soy capaz ni siquiera de hacerle cosquillas —reprochó, soltándolo.
Minho sonrió, empapándose con la calidez se su familia. Si bien, había estado tranquilo con la compañía de Jeongin y Felix en Seúl, desgraciadamente no podía decir que era lo mismo. Su corazón roto necesitaba de sus padres, de esos dos humanos que le dieron la vida y que por nada del mundo lo han dejado solo en la deriva. Era claro para él que no podría sobrellevarlo a solas y agradeció infinitamente que su madre le haya escuchado en todo momento.
Bajó la mirada a sus pies cuando sintió el roce de algo en sus pantalones. Una bolita de pelos naranja se tiró sobre su pie, mostrándole la pancita. El Lee menor sonrió enternecido y lo tomó entre sus brazos, comenzando a acariciar su cabeza.
—Es hora de la merienda, ¿por qué no no se las das, mientras yo termino la comida? —sugirió su madre.
El castaño asintió y con su mascota en manos, se giró para perderse en la habitación de sus gatos. Dejó ahí al pequeño Sonnie y se volvió a la cocina únicamente por las meriendas. Se sentó en el suelo de la habitación, obteniendo la atención de los tres mininos. Estos se acercaron a su humano y comenzaron a comer lo que éste les daba. En otro momento aquel silencio le hubiera permitido colocarse melancólico y chilloso. No obstante, tuvo la oportunidad de cubrir su desastrosa cabeza con el único pensamiento de alimentar a sus gatos de manera equitativa.
Ya le había sido difícil en los primeros días. Creyó que ya era lo suficientemente fuerte como para sobrevivir sin su menor, sin sentirse decepcionado, pero no fue así. Sus dedos aún ansiaban acariciar la piel tostadita de su amado. Quería verlo y abrazarlo, pero luego quería golpearlo por ser tan egoísta y dejarlo así.
—No llores —se motivó a sí mismo.
Parpadeó frenéticamente, espantando a las lágrimas que comenzaban a querer asomarse. El golpe de melancolía parecía no querer dejarlo en paz y ver que sus gatitos se iban por su lado luego de terminar su merienda; le rompió más el corazón. Por ese instante les tuvo tanta envidia porque parecía que esos condenados no iban a sufrir como él en ningún momento de su vida.
—¡Bebé, la abuela llegó!
Escuchó a su madre y se levantó al instante, agradeciendo la llegada de la mayor. Abrió y la mujer sonrió en grande, levantando su ánimo al instante.
—¡Mi pequeño! ¡Te extrañé tanto! —le abrazó, siendo correspondida al instante.
—Abuela, nos vimos en navidad.
—Cállate —le regañó, mirándole el rostro—. Tan lindo —agregó, soltándolo el ingresando a la casa.
Minho se adentró unos pasos atrás, cargando un par de bolsas con pastelillos que la mayor llevaba en manos. Los dos subieron al piso principal y de pronto el ambiente se sintió un poquito mejor.
Pudo integrarse fácilmente a la plática de su madre y su abuela, mientras ayudaba en la cocina. Pronto se olvidó de su tristeza y decidió concentrarse en en su presente, en su familia. Pasaría el último día del año, sin perderse en un abismo, porque muy en el fondo sabía que Seungmin haría lo mismo, donde sea que estuviera.
🌧️🌧️🌧️🌧️
La nieve cubría la mayor parte del bosque. Todos los vecinos de la pequeña comunidad se habían juntado para festejar año nuevo, incluyendo a los nuevos inquilinos. Tanto los miembros del staff, como la familia Kim, fueron tratados como celebridades de la gran realeza, siendo consentidos con estofados y preparaciones americanas tan deliciosas y poco comunes de conseguir en Corea. Todos estaban felices.
Excepto Seungmin.
Su apetito era terrible, apenas y una mísera manzana podía caber en su estómago y con suerte aún podía tomar un poco del chocolate caliente que su hermana le preparaba.
Nunca en su vida pensó que pasaría una navidad encerrado en una habitación que no era suya, comiendo helado de chocolate, mientras miraba la presentación de sus amigos en la computadora prestada de la amable chica del staff, mientras se deshacía en lágrimas desconsoladas.
No sabía qué es lo que pasaba con él. No era un bebé llorón que tuviera que pasar días en pena para sanarse, usualmente una noche de llanto era suficiente para aprender. Sin embargo, ahora sus lágrimas no dejaban de caer, una tras otra como si no tuvieran intenciones de terminarse.
En ese instante llevaba el cabello húmedo, vestía una sudadera y unos pantalones flojos. Su mirada vagaba por el paisaje frío, a la vez que sus oídos percibían el sonido bajito de su teléfono que reproducía a Day 6.
Nuevamente iba a ausentarse en la celebración. No tenía los ánimos ni la buena cara como para presentarse y hacer que todos la pasen mal. Tampoco era tan maldito como para contagiar a todo mundo con su amargura.
—Cachorro.
La voz de su hermana sonó detrás suyo, haciéndolo despertar de la ensoñación vacía en la que se había sometido a sí mismo. Se giró tan sólo un poco y luego se volvió a la interesante imagen de la nieve cayendo.
—¿Por qué no vienes con nosotros un momento? Es año nuevo, quizás adornar la...
—Noona —le interrumpió—. No insistas, por favor... Quiero estar solo.
La mayor suspiró, no pudiendo evitar sentirse tan mal. Ni ella ni sus padres sabían qué hacer y comenzaban a desesperarse. Querían volver a ver la sonrisa del menor, escuchar su voz armoniosa y batallar con su actitud traviesa. Extrañaban al Seungmin de antes, pero no podían traerlo de vuelta porque este chico se estaba negando s soltar.
La mayor se acercó al castaño y le abrazó por la espalda fuertemente. Tuvo que morderse la lengua y fingir que no se le había hecho un nudo en la garganta cuando notó mayormente su delgadez. Trató de ignorarlo y tragó todo el aire que pudo, soltándolo con mayor calma. Dejó un beso corto en su nuca y luego se alejó.
—Te quiero cachorro —le recordó, caminando hacia la puerta.
—Noona.
—Dime.
—Te quiero —musitó de regreso, dedicándole una sonrisa tan rota y desgraciada.
Su hermana le sonrió de regreso y luego salió, cerrando la puerta. Seungmin volvió a verse envuelto en un silencio que era roto por la tenue música. El sol estaba en su máximo esplendor, pero no se sentía. Miró con melancolía el reloj digital de la mesita.
10:58 am.
Suspiró, acurrucándose en su sudadera, mientras veía el segundero andando. Dejó correr las lágrimas que aún le quedaban en el pecho oprimido, sintiendo el tiempo ir en retrospectiva dentro de su cabeza, como un martirio que lo haría sufrir por los próximos segundos.
12... 11... 10... 9... 8... 7... 6... 5... 4... 3... 2... 1...
—Feliz año nuevo —murmuró, ahogando un sollozo.
Nota de autora: La diferencia horaria entre EE.UU. y Corea del Sur, es de 13 horas.
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No Te Vayas [ Knowmin/2min ]
Fanfiction𝙽𝚘𝚝𝚒𝚌𝚒𝚊 𝚍𝚎 ú𝚕𝚝𝚒𝚖𝚊 𝚑𝚘𝚛𝚊. 𝙷𝚊𝚌𝚎 𝚝𝚊𝚗 𝚜ó𝚕𝚘 𝚞𝚗𝚘𝚜 𝚖𝚒𝚗𝚞𝚝𝚘𝚜 𝚊𝚝𝚛á𝚜 𝚜𝚎 𝚏𝚒𝚕𝚝𝚛ó 𝚎𝚗 𝚕𝚊𝚜 𝚛𝚎𝚍𝚎𝚜 𝚜𝚘𝚌𝚒𝚊𝚕𝚎𝚜 𝚕𝚊 𝚏𝚘𝚝𝚘𝚐𝚛𝚊𝚏í𝚊 𝚜𝚞𝚐𝚎𝚛𝚎𝚗𝚝𝚎 𝚍𝚘𝚗𝚍𝚎 𝚜𝚎 𝚟𝚎𝚗 𝚒𝚗𝚟𝚘𝚕𝚞𝚌𝚛𝚊𝚍𝚘𝚜...