13

682 93 8
                                    

Nada puede ser peor.

Eso era lo que pensaba el segundo menor antes de aquella pelea suya contra su mayor. No podía entender qué ocurría, de pronto sus amigos se mostraban más distantes con él –a excepción de Bang Chan–. Quería salir con ellos, disfrutar un poco de sus días libres antes de su partida, pero las excusas para no ir con él se volvieron eventualmente estúpidas.

«Tengo que dormir».

«Lo siento, estoy esperando una llamada de mi mamá».

«No puedo salir hoy, tengo muchas cosas que pensar».

Evidentemente ni siquiera pudo tratar de arreglar las cosas con el Lee mayor porque este no era ni capaz de mirarlo. No sabía que ocurría, pero cada vez más el nudo en su garganta se engrandecía y ya su almohada no era suficiente para silenciar llantos.

Estaba agotado. Las entrevistas, los ensayos a medias, los desaires de sus compañeros, la creación del disco, la eterna discusión con la jefa, su futuro... Sentía que en cualquier momento se le iba caer el mundo encima. El tiempo seguía avanzando, un nuevo mes había perdido, pero en vez de sentirse liberador, se sentía increíblemente espantoso, como una tortura especialmente hecha para él.

Sin embargo ahí estaba él. En el techo de su edificio, solo, sintiendo las caricias fuertes del viento en el rostro en plena madrugada.

No se consideraba un gran tomador, no solía beber hasta perder la consciencia, pero el día anterior había sido el peor hasta ahora. Ser ignorado dolía como el infierno y el pobre Seungmin lo degustó en primera fila.

Se le había roto el corazón, se sentía el villano del cuento y ni siquiera sabía por qué. Él simplemente estaba arreglando el desastre que había hecho, pero sólo parecía que estaba arruinándolo más.

Miró la pantalla de su teléfono, notando la hora. Era momento de arreglarse e intentar ir a la agencia. Se tambaleó, comenzando a caminar con la bolsa de latas vacías en la mano. Todo se movía a su alrededor, pero se las arregló para entrar al edificio. Se sostuvo de las paredes y se recargó en la barra del elevador hasta que finalmente llegó a su departamento. Escuchó los murmullos inentendibles y se maldijo a sí mismo por no ser más rápido. Trató de engalanar su postura y con un gesto enserio se adentró al departamento, provocando el silencio de los otros residentes.

No habló y bajó la mirada, evitando que le vieran los ojos hinchados e irritados. Caminó como Dios le dio a entender y se acercó a su habitación.

—Seungmin.

Escuchó su nombre y el pecho se le estrujó. Abrió la puerta de su habitación y se adentró sin siquiera pensar en responder. Colocó el cerrojo y dejó la bolsa en el suelo. Luego se encaminó hacia su cama y entonces tropezó, cayendo al suelo de cara, desatando un ruido sordo que inundó a todo el departamento.

Soltó una carcajada estruendosa como si hubiera sido lo más gracioso del mundo, provocando las miradas curiosas y preocupadas de los que estaban al otro lado de la puerta.

—Seungmin abre la puerta —demandó el mayor.

Pero fue ignorado.

Los tres de ese lado se miraron genuinamente preocupados. El castaño no había llegado a casa en toda la noche, luego de haberlo dejado solo en la agencia, mintiendo al chófer, diciéndole que este no iba a volver con ellos.

No se habían comunicado, sólo lo dejaron así, pero entonces se les remordió la consciencia y cuando ya era más tarde trataron de contactarlo, por supuesto, fallando en el intento.

No obstante, la inquietud fue mucho mayor que el alivio en ese momento, más aún cuando las carcajadas se volvieron sollozos.

—Hyung...

No Te Vayas [ Knowmin/2min ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora